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Cómo la primera multinacional del mundo perdió su monopolio por un árbol de clavo de olor

Durante milenios, sólo crecía en las hermosas islas de las Especias, y cultura tras cultura aprovechó para crear su monopolio. Pero al final, el más grande e implacable perdió su poder por un único árbol de clavo de olor.

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La historia del comercio con el Lejano Oriente comienza con un incendio en Siria en torno al 1720 a.C., cuenta Jack Turner, autor de "Especies: la historia de una tentación".

La casa, perteneciente a un hombre llamado Puzurum, fue arrasada y olvidada. Y así habrían quedado las cosas si no fuera por la visita de un equipo de arqueólogos unos 3.700 años más tarde.

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En las ruinas encontraron un pequeño recipiente de cerámica carbonizada que contenía un puñado de clavos de olor.

Su descubrimiento debe figurar como uno de los hallazgos más sorprendentes pues el clavo de olor era un recluso: una planta delicada que requiere un equilibrio exacto del aire marino tropical, el calor y la humedad para sobrevivir.

"El árbol de clavo sólo crecerá a la vista de las montañas y envuelto en el aroma del mar", dicen en Zanzíbar.

Esa especia, que ahora se puede comprar tan fácilmente en el supermercado, es el capullo seco de las flores del árbol de clavo de olor que, hasta principios del siglo XVI, crecía solamente en cinco pequeñas islas volcánicas en el este de lo que hoy es el archipiélago de Indonesia, parte de las islas Molucas, cuyo otro nombre quizás te es más familiar: las legendarias islas de las Especias.

Durante milenios, todos y cada uno de los clavos consumidos en el planeta venía de los árboles Syzygium aromaticum que florecían en bosques en esas islas, silvestres o plantados por los nativos que acostumbraban celebrar el nacimiento de cada hijo sembrando un clavero.

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De modo que esa primera pieza de evidencia del comercio con el Lejano Oriente también es desconcertante, pues no se sabe cómo la especia hizo el largo viaje desde el sudeste asiático tropical hasta el árido desierto sirio.

Sabemos sin embargo que los clavos habían hecho un viaje más corto, a la China de la dinastía Han (207 a.C. a 220 d.C.) pues la primera mención escrita encontrada sobre esa especia cuenta que cada persona que trabajaba en la corte tenía que mantener un clavo en su boca cuando hablaban con el rey, para que su aliento no lo molestara.

Los europeos no los probaron hasta el siglo IV, cuando el clavo llegó al continente como un artículo de lujo comercializado por los árabes a lo largo de la Ruta Marítima de la Seda.

Mantuvieron el control del comercio de las especias hasta el siglo XV, cuando su monopolio fue roto por los portugueses.

Ya para entonces, el apetito por exóticos aromas y sabores llevaba siglos impulsando el comercio y en las ajetreadas décadas del siglo XVI, la demanda de especias alimentó en gran parte la Era del Descubrimiento, según Turner.

¿Por qué tal avidez por unos condimentos?

Las especias se valoraban tanto por su sabor como por sus poderes medicinales, mágicos y religiosos.

No se sabe cómo ni por qué los clavos de olor llegaron a esa casa de la Edad de Bronce en Siria, pero hay muchas posibilidades de que estuvieran allí para propósitos sagrados. El incienso y los perfumes durante mucho tiempo habían estado endulzando los sacramentos en el Medio Oriente.

En India, según dice el texto médico hindú fundamental que data de los siglos IX y VI a. C. llamado Charaka Samhita, "Las especias como el clavo de olor y el cardamomo deben envolverse en hojas de la palma del betel con nueces de areca y masticadas después de las comidas para aumentar la saliva y ayudar a la digestión. Todos los olores fétidos desaparecerán a medida que el aliento se vuelva fragante".

Tanto allá como en Europa, los diminutos brotes secos con forma similar a un clavo o una chincheta, se usaban también para reducir la inflamación y el dolor.

Cuando llegaron los holandeses

La Compañía Holandesa de las Indias Orientales fue la primera corporación multinacional del mundo.

Fue establecida en 1602, cuando los Estados Generales de los Países Bajos le otorgaron un monopolio de 21 años sobre el comercio y las actividades coloniales en Asia.

Eso significaba que la Compañía tenía poderes cuasi gubernamentales en Asia. Podría hacer guerras, acuñar moneda, encarcelar y ejecutar criminales, y establecer colonias.

Excedió a todos sus competidores en el comercio de las Indias, comercializando más de 2,5 millones de toneladas de productos. Estos bienes no eran oro ni plata, sino clavos y otras especias. En Europa en ese momento, los clavos de olor literalmente valían su peso en oro.

Así como las corporaciones de hoy buscan monopolizar los genes de las plantas en el mundo en desarrollo, la Compañía Holandesa de las Indias Orientales comenzó a tomar el control total de la producción de especias.

Fue implacable.

En 1652, después de desplazar a los portugueses y españoles, introdujo una política conocida como extirpación.

Todos los árboles de clavo no controlados por la Compañía fueron desarraigados y quemados.

Cualquier persona sorprendida cultivando, robando o poseyendo plantas de clavo sin autorización enfrentaba la pena de muerte.

La Compañía Holandesa de las Indias Orientales limitaba también las toneladas que exportaba anualmente para mantener los precios altos. El resto de la cosecha era quemada o arrojada al mar.

Afo, el árbol rebelde

En la isla Ternate, sin embargo, algo sorprendente ocurrió.

De alguna manera, un árbol de clavo logró salvarse de la masacre, y aún está en pie.

Se llama Afo, y nadie sabe por qué. Tampoco es exactamente seguro cuando fue plantado, pero se estima que tiene entre 350 y 400 años.

Lo que sí se sabe es que es el árbol de clavo más antiguo del mundo. Y que en su pasado guerrillero libró una guerra secreta de resistencia.

Afo eventualmente derribaría el monopolio holandés sobre los clavos de olor.

En 1770, un francés con el nombre en clave "Poivre" se robó algunas de plántulas de Afo.

Se las llevó a Francia, luego a las Islas Seychelles y, finalmente, a Zanzíbar.

Zanzíbar se convirtió en el principal productor de clavo de olor en el mundo, pero también esclavizó y empobreció a gran parte de su población en una búsqueda desesperada de mayores ganancias de la preciosa especia.

Así aumentó la competencia en los mercados y se rompió el monopolio holandés. Poco después, la Compañía Holandesa de las Indias Orientales se declaró la bancarrota. Afo mismo fue talado, ya que la leña en el presente se volvió más valiosa que el dinero de las especias en el futuro.

Afo alguna vez tuvo 40 metros de altura y cuatro metros de circunferencia. Tristemente, hoy, todo lo que queda es un pedazo de tronco y algunas ramas desnudas.

Pero sigue siendo un símbolo de la máxima insensatez de un imperio y el obstinado rechazo de la naturaleza a ser controlada.

Respecto al clavo de olor, compartió el destino de varias especias tropicales, que con el tiempo fueron perdiendo su rareza y las nuevas ciencias empezaron a cuestionar sus virtudes medicinales.

Lo cual no quiere decir que su aroma nos haya dejado de cautivar.

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