Generó indignación y cosechó titulares en medios de comunicación de todo el mundo. La decisión del presidente Donald Trump de dar vía libre al traslado de la embajada de Estados Unidos en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, anunciada el miércoles pasado, hará de esta la única representación diplomática de máximo nivel en la llamada Ciudad Santa.
Sin embargo, hubo una época en la que tener una embajada en Jerusalén no era tan raro. De hecho, hasta inicios de la década de 1970 había allí 16, de las cuales 12 pertenecían a países latinoamericanos: Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Panamá, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.
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Las otras cuatro se correspondían con tres países africanos -Costa de Marfil, Zaire (la actual República Democrática del Congo) y Kenia- y uno europeo: Países Bajos, considerado entonces como el principal aliado de Israel en el Viejo Continente.
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Para entonces, ya se habían producido tres conflictos armados entre los países árabes e Israel, en el más reciente de los cuales -la Guerra de los Seis Días, de 1967- las Fuerzas de Defensa Israelíes lograron tomar el control de toda la Ciudad Santa que estaba dividida desde 1948.
Pero, ¿cómo y por qué se fueron de Jerusalén estas embajadas?
Solidaridad No Alineada
Las primeras embajadas en ser retiradas de Jerusalén fueron las de los tres países africanos, que cerraron después de una reunión del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) realizada en Argelia en septiembre de 1973.
Entre abril de 1972 y noviembre de 1973, 26 estados de África rompieron las relaciones diplomáticas con Israel en solidaridad con los países árabes que denunciaban la ocupación de sus territorios.
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En septiembre de 1973, la conferencia del MNOAL exigió una "retirada inmediata e incondicional de Israel de todos los territorios ocupados", manifestó su solidaridad con el pueblo palestino y se comprometió a "ayudar a Egipto, Siria y Jordania a liberar sus territorios ocupados, por cualquier medio".
Además llamaron a "cortar, suspender o congelar" las relaciones con Israel y pedían boicotear a este país en el ámbito diplomático, económico, militar y cultural.
Cuatro semanas más tarde, los ejércitos de Siria y Egipto atacaron en dos frentes a Israel en Yom Kippur, el día más sagrado para los judíos. El inicio de hostilidades tomó desprevenido al gobierno de la primera ministra Golda Meir, aunque al cabo de tres semanas, Israel había logrado dar la vuelta a la situación evitando una derrota militar.
No ocurrió lo mismo en el campo diplomático. Para el 6 de noviembre de 1973, un mes después del inicio de la guerra, 18 estados africanos habían roto relaciones con Israel.
Así, las embajadas en Jerusalén de Costa de Marfil, Zaire y Kenia terminaron siendo cerradas, aunque luego fueron reabiertas durante la década de 1980 pero en nuevas sedes ubicadas en Tel Aviv.
Una ley controvertida
La salida de las restantes embajadas presentes en Jerusalén se produjo en 1980, tras la aprobación por parte de la Knesset (parlamento) israelí de una ley con rango constitucional, mediante la cual se declaraba que "Jerusalén, completa y unida, es la capital de Israel".
La legislación generó una fuerte respuesta por parte de la comunidad internacional e, incluso, fue motivo de disputa entre los gobiernos de Israel y de Estados Unidos.
El 20 de agosto de 1980, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la resolución 478 mediante la cual acordó "no reconocer" la controvertida ley sobre Jerusalén, así como tampoco otras acciones que -como resultado de esa norma- "busquen alterar el carácter y estatus de Jerusalén".
Además, el texto llamaba a "aquellos estados que han establecido misiones diplomáticas en Jerusalén a retirar esas misiones de la Ciudad Santa".
Esta cláusula era el resultado de una negociación diplomática, pues originalmente los países árabes querían que el Consejo de Seguridad impusiera un embargo comercial global contra Israel, una demanda que abandonaron al comprobar que no contaban con los votos requeridos.
"Jerusalén D.C."
La resolución del Consejo de Seguridad fue aprobada por 14 votos a favor y una abstención, de Estados Unidos. Lo que creó un conflicto diplomático entre Israel y la superpotencia.
El primer ministro israelí, Menájem Beguín, reclamó a Washington por no haber vetado una decisión a la que calificó como "odiosa y vergonzosa".
El mandatario israelí cuestionó duramente al secretario de Estado estadounidense, Edmund S. Muskie, quien había criticado que Israel alterara de forma "unilateral" el estatus de Jerusalén.
"Me gustaría preguntar, ¿dónde hay un país en el mundo que no escoge su capital de forma unilateral?", dijo Beguín.
"Yo podría decir Washington D.C., Washington, Distrito de Columbia. Prefiero decir Jerusalén D.C., Jerusalén, la capital de David (David’s capital, en inglés)", agregó en referencia al rey David, quien según los relatos bíblicos gobernó Jerusalén en un periodo que los historiadores ubican en torno al año 1.000 A.C.
En un discurso ante la Knesset, Beguín incluso reveló que él había amenazado con retirarse de las conversaciones de paz en Camp David con Egipto cuando el presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, propuso incluir como parte del acuerdo una declaración en la que señalaba que Estados Unidos consideraba a Jerusalén oriental como "territorio árabe ocupado".
Retroceso diplomático
Pero la argumentación de Beguín no hizo mella en el rechazo internacional hacia las medidas legales y de hecho que Israel estaba aplicando en relación con Jerusalén.
El 30 de junio de 1980, exactamente un mes antes de que la Knesset aprobara la Ley básica sobre Jerusalén, el Consejo de Seguridad emitió una resolución en la que expresaba su "seria preocupación" sobre los pasos que estaba tomando el Parlamento israelí en relación con Jerusalén y le urgía a "desistir de seguir adelante" con la política y las medidas que afecten "el carácter y el estatus" de la Ciudad Santa.
El malestar internacional no se limitaba a la Ley sobre Jerusalén.
El 23 de junio de 1980, el secretario general de la ONU, Kurt Waldheim, expresó "gran preocupación" por el anuncio de que Beguín pensaba trasladar su oficina y la sala del gabinete de gobierno a Jerusalén oriental. Waldheim temía que esa medida aumentara la tensión en Medio Oriente e hiciera más difícil la búsqueda de la paz.
Sin embargo, ante estas críticas, Israel respondía que la ONU y otras organizaciones internacionales no expresaban ninguna o muy poca preocupación por Jerusalén oriental cuando durante más de 20 años estuvo bajo control de Jordania y aseguraba que ahora -por primera vez- los sitios sagrados estaban realmente abiertos a todos los credos.
En cualquier caso, cuando finalmente la Knesset aprobó la Ley básica sobre Jerusalén ya la mayor parte de la comunidad internacional tenía una posición contraria a esa norma y las reacciones no se hicieron esperar.
El 26 de agosto de 1980, menos de una semana después de la aprobación de la resolución 478 del Consejo de Seguridad, los Países Bajos informaron sobre el cierre de su embajada en Jerusalén.
El anuncio había sido precedido por decisiones similares de Venezuela, Uruguay, Chile y Ecuador, países que ya estaban a la búsqueda de nuevas sedes en Tel Aviv.
En los días siguientes mudarían sus sedes diplomáticas Haití, Costa Rica, Panamá, El Salvador, Colombia y Guatemala. Luego lo harían Bolivia y República Dominicana.
En la década de 1980, Costa Rica y El Salvador reabrieron sus embajadas en Jerusalén pero las volvieron a trasladar en 2006.
El entonces presidente costarricense Oscar Arias alegó que tener su sede diplomática en la Ciudad Santa había sido un error histórico que impedía a su país tener casi cualquier tipo de relación con los países árabes.
Está por ver qué ocurrirá en ese sentido con Estados Unidos. La decisión de Donald Trump ya ha sido recibida con mucho malestar en el mundo árabe-musulmán.