"No tengo ninguna duda de que también hay grandes capos viviendo en los países consumidores de drogas", dice Bo Mathiasen, jefe de la sede Colombia de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés), en conversación con BBC Mundo.
Sin embargo, hay muy pocos de ellos capturados y no se suelen escuchar casos en los que hayan sido sometidos a la justicia.
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En esta entrevista, Mathiasen da algunas ideas de por qué puede estar ocurriendo esto.
Siempre da la sensación de que los grandes capos están en los países de origen o tránsito, como Colombia y México, ¿pero no existen en EE.UU. y los otros mercados de destino, por qué nunca escuchamos de grandes jefes narco apresados en esos países?
No tengo ninguna duda de que también hay grandes capos viviendo en los países consumidores de drogas. Por supuesto se necesita complicidad a ambos lados de la frontera para hacer que ese negocio funcione.
Es debido a la riqueza a su disposición pero también porque se aseguran de mantenerse a distancia de las drogas, usando toda una serie de socios que hacen el trabajo sucio. Es muy difícil y requiere servicios de fiscalía y de investigación muy especializados, e incluso jueces altamente calificados para realmente poder desenmarañar esas redes.
Ese es uno de los desafíos que enfrentamos hoy en día, no sólo en países en desarrollo como Colombia u otros sino también en el mundo desarrollado.
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¿Están estos países desarrollados, que son los principales consumidores, en deuda con países como Colombia por esto?
Hay una responsabilidad compartida y no hay duda de que esa responsabilidad compartida debería tomarse más en serio. A veces me sorprende ver a algunos países sin disposición de ayudar a países como Colombia con recursos económicos, cuando tanto lo necesitan.
Colombia merece más ayuda internacional para poder superar el desafío que enfrenta con las drogas ilícitas hoy, con la producción y con el crimen organizado.
No hay ninguna duda de que los países consumidores deberían hacerse cargo de esa responsabilidad compartida y respaldar a Colombia.
En Colombia hubo una gran incautación de cocaína recientemente, ¿cuánto realmente ayudan estas incautaciones en el combate de la producción de coca y cocaína?
Esto es algo que hemos estado analizando por años. No hay duda de que tiene un impacto, por supuesto que lo tiene: el crimen organizado pierde dinero, menos drogas llegan al mercado de consumidores.
Y cuando hay una incautación del tamaño de la del otro día, que según la información que recibí fue de 13,4 toneladas de cocaína, sale una enorme cantidad de drogas ilícitas de circulación.
Pero también da cuenta de la magnitud de lo que ocurre. Eso es lo preocupante: si tienen un stock de ese tamaño listo para ser exportado a mercados de consumo alrededor del mundo, entonces estamos hablando de un enorme cartel o grupo dedicado a las drogas ilícitas.
Es un golpe al grupo, a la distribución, y a la cantidad de drogas que llega a los consumidores, ¿pero cuánto realmente afecta la producción?
Podría afectar la producción, pero no tiene por qué. Es algo que veremos en los próximos meses. Han hecho muchas incautaciones en esa misma región (Urabá, en el norte del país) a lo largo de este año y del año pasado.
Han estado enfocados en el Clan del Golfo, que también ha sido golpeado por muchos arrestos de sus miembros y grandes incautaciones de cocaína, que es su principal fuente de financiación.
Es un grupo de crimen organizado que ha sido golpeado una y otra vez en los últimos años.
¿Por qué cree que EE.UU. ha salido a criticar la acción del gobierno colombiano cuando, como usted dijo, es exitosa? ¿No es riesgoso?
Hay una frustración internacional, especialmente con el muy significativo incremento en cultivos de coca en los últimos tres o cuatro años. Literalmente la vimos triplicarse. Pasó de 48.000 a 146.000 hectáreas en el país a fin del año pasado (entre 2012 y 2016).
La comunidad internacional ve esto con preocupación. Porque detrás de esto está toda la economía ilícita, que prospera gracias a la producción de cocaína y, por lo tanto, refuerza las estructuras del crimen organizado.
Esa es una preocupación real y legítima.
Estoy seguro de que la preocupación que ha expresado EE.UU. es compartida por otros países en el mundo.
Creo que la preocupación es real, y que no hay duda de que mucho de lo que se había conseguido en los últimos 15 años se vio perdido en cierto modo en los últimos pocos años, cuando se mira la cantidad de coca cultivada.
Pero por otro lado también hay que entender que este es un momento único para que Colombia aproveche la oportunidad de intervenir en estas zonas a las que no tenía acceso antes (gracias al acuerdo de paz con las FARC).
Es complejo determinar qué está bien y qué está mal. Creo que debemos ser muy claros respecto a una cosa: es una oportunidad de sumar nuevos territorios a la economía colombiana, para acercarse a las comunidades que solían vivir bajo control de las FARC e integrarlas a la economía legal.
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Van unos 40 años de guerra contra el narcotráfico, ¿honestamente se puede ganar en algún momento o es mejor, como sugieren algunos, cambiar la estrategia?
Los estados miembro lo discutieron el año pasado en la sesión especial de Naciones Unidas en Nueva York sobre el problema mundial de las drogas. Claramente los estados miembro estaban representando diferentes puntos de vista; hay bastante distancia entre las posiciones más extremas.
Pero creo que hay dos preocupaciones clave: una es el crimen organizado trasnacional y el impacto negativo que tiene sobre el desarrollo y la protección de los derechos individuales y los derechos humanos; la otra tiene que ver con los problemas de salud, la protección de los más vulnerables de la sociedad.
Con todo, no hay duda de que ha habido también muchas consecuencias negativas no intencionadas por las acciones represivas que usan la fuerza en muchos países en el mundo.
Así que encontrar el equilibrio correcto entre proteger a las comunidades de la influencia negativa y muy destructiva de las drogas ilícitas y asegurarse de que están protegidos del crimen organizado sin las consecuencias negativas del accionar de la fuerza pública.
Es un equilibrio muy difícil de conseguir.
Otra cosa en la que se deben enfocar más los países es la corrupción. Muchos de los esfuerzos (para combatir el narcotráfico) han sido frustrados por la corrupción en los diferentes niveles de la estructura del Estado: desde servicios aduaneros hasta la policía, pasando por el poder judicial, los jueces, los fiscales. Eso debilita el esfuerzo para intentar llegar al corazón, para llevar a la justicia a aquellos que son los eslabones más fuertes de la cadena del narcotráfico.
En muchos países esos grandes jefes logran mantenerse en libertad, por la debilidad institucional.