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"Las mujeres apestan": el desafío machista que desató la batalla de los sexos entre Billie Jean King y Bobby Riggs

Lejos de sus años de gloria como número uno del mundo, Riggs decidió demostrar aquello de lo que estaba convencido, que los hombres eran superiores, ante el movimiento por la igualdad de género impulsado por las mejores tenistas del naciente circuito femenino. Y esto fue lo que pasó.

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"De niña me di cuenta que las chicas no tenían el poder, que las gente no nos escuchaba de la misma manera que a los chicos".

Billie Jean King asegura que no tuvo opción, que llegar a ser número uno del tenis y haber ganado 10 títulos de Grand Slam sólo fue una plataforma para el que ha sido el principal motor de su vida: "la lucha por la igualdad de derechos y de oportunidades entre niños y niñas, mujeres y hombres".

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Por eso es que la legendaria tenista estadounidense reconoce que tampoco tuvo alternativa cuando en 1973 fue desafiada por su compatriota Bobby Riggs a un partido con el que pretendía demostrar la superioridad del hombre sobre la mujer.

Dada su trascendencia, el duelo fue inmortalizado en un documental con motivo de su 40 aniversario en 2013, y lo es de nuevo este año, con la película protagonizada por Emma Stone y Steve Carell.

"Las mujeres no juegan ni la mitad de bien que los hombres", aseguró Riggs.

"De hecho, no creo que me puedan ganar y soy alguien de 55 años que casi no puede caminar, correr, saltar o aguantar una raqueta en la mano".

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"Y creo que le puedo ganar a la mejor tenista del mundo", enfatizó sin dudarlo.

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Ese honor lo tenía la británica Margaret Court, quien fue la primera en aceptar el reto.

Pero la número uno del mundo en la época perdió de manera contundente, con un 6-2 y un 6-1, en un partido que terminó siendo bautizado como la "Masacre del Día de la Madre".

No fue suficiente para él.

Dinero vs. ideales

Riggs fue uno de los primeros tenistas en aprovechar la profesionalización del deporte en los años 40.

Una vez retirado supo utilizar eficientemente su popularidad para seguir promocionando su figura como un referente en el mundo de la raqueta, lo que aprovechó para hacer frente al movimiento impulsado por las mejores tenistas del naciente circuito femenino por la igualdad de género.

Y no tuvo reparos en expresar lo que pensaba, consciente de la repercusión que tendrían sus palabras, directamente proporcional al dinero que generaban.

"Las mujeres estadounidenses son las más privilegiadas de toda la historia y todavía no están satisfechas, quieren más", expresó.

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"Dentro de poco los hombres que se casen no van a poder salir a jugar póker una vez por semana, no van a poder irse en viajes de fin de semana o vacaciones, sino que tendrán que jugar bridge o ir a conciertos con sus esposas y ser esclavos".

"Hay que parar a estas mujeres ahora mismo", dijo, haciendo un llamado a los hombres a unir filas.

Y King, quien se había negado en un primer momento a formar parte del circo orquestado por Riggs, no tuvo opción.

La batalla de los sexos

El partido se convirtió en uno de los eventos deportivos con más atención mediática en la historia de Estados Unidos.

Todo lo relacionado al duelo, programado para el 20 de septiembre de 1973 en el Astrodome de Houston, se convirtió en un espectáculo de promoción, en el que Riggs asumió sin tapujos su papel de defensor de los hombres.

"Quiero probar que las mujeres son malas. Ellas apestan y no pertenecen a la misma cancha que los hombres", dijo en una oportunidad.

King, por su parte, supo que ese era el momento ideal para expresar sus ideas, que pocas veces iba a tener tanta exposición para promover el movimiento que ella había iniciado al poner las bases del circuito profesional de tenis femenino tres años años antes.

"La verdad es que no tenía mucha confianza, pero no tenía otra opción. Estábamos en el tercer año de jugar como profesionales, así que estábamos en una posición bastante débil", le contó King a la BBC.

"Parte de los medios nos etiquetaron como mujeres liberales y hubo tanto calificativos que fue impresionante. Nunca les hubieran hecho a los chicos".

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Para la tenista no se trataba de ser mejores que los hombres, sino de mostrar el aporte de las mujeres al tenis, de valorar su presencia.

"El mejor tenista hombre es mejor que la mejor tenista mujer, no hay dudas. Pero nunca dijimos que éramos mejores", afirmó.

"Todo el mundo trata de distorsionarlo. Siempre supimos que éramos parte del entretenimiento y que a veces ofrecíamos más entretenimiento y otras veces menos".

"Nunca nos vendimos o nos etiquetamos como mejores, hay genes que no tenemos y eso es un hecho científico. Pero creemos que cada persona, cada ser humano, tiene el derecho a ser lo mejor que puede ser, sea él o ella", resaltó durante su entrevista con la BBC.

6-4, 6-3, 6-3

King aprovechó su juventud, 29 años, para trazar un plan de juego que le funcionó a la perfección, cansando a su rival con largos peloteos y moviéndolo a través de toda la cancha.

De poco importó que el partido estuviera estipulado para el mejor de cinco sets, ya que King ganó fácilmente en tres mangas.

"Vencerlo físicamente no me generaba ningún desafío, pero se trataba más de un cambio social, de una justicia social", habló la tenista estadounidense sobre su fuente de motivación.

"Cuando jugué contra él sabía que iba a ser algo muy grande, ver las emociones de la gente, con los hombres pensando en sí mismos, pensando en el otro género, las mujeres igual".

King siempre ha reconocido que ese partido, visto en el estadio por más de 30.000 personas y que atrajo una audiencia mundial de 90 millones de telespectadores, ha sido crucial en la lucha por la igualdad de género.

Y nunca ha ocultado la importancia que tuvo el propio Riggs, con quien compartió amistad hasta el día de su muerte en 1995.

"Cuando jugué contra Bobby yo lo admiraba por haber sido el número uno del mundo. Los dos venimos de California, así que lo conocía mucho, y la razón por la que le gané es porque lo respetaba", confesó King.

"Siempre me mantuve en contacto, y la noche anterior a su muerte tuvimos una conversación en la que finalmente entendió la trascendencia del partido".

"Yo le decía que se trataba de hacer historia, y él, ’no, es dinero’, pero esa noche me dijo ’¿en realidad hicimos diferencia, verdad?’, y yo le dije sí, la hicimos".

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