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Sobrevivientes: “Nos despedimos dos veces, porque dos veces estuvimos a punto de morir”

Tres jóvenes relatan cómo tuvieron que salir nadando de su residencia, en medio del embate del huracán María sobre Puerto Rico.

De izquierda a derecha: Joseph Rivera, Hariff Mohammed e Isaac Báez. De izquierda a derecha: Joseph Rivera, Hariff Mohammed e Isaac Báez. Foto: Miguel Dejesús

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Sólo en momentos en los que una persona está entre la vida y la muerte, puede conocer quizás la fortaleza y valentía máxima del ser humano, agarrado al último suspiro en una lucha por la supervivencia.

A Joseph Rivera, Haniff Mohammed e Isaac Báez, el huracán María los sorprendió la madrugada del miércoles en la residencia de los tres en Villa Calma, en el barrio Ingenio en Toa Baja.

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“Nosotros vimos cuando nuestros techos y los techos de otras personas se les fueron. Las casas también volaron”, relató Rivera, de 22 años y natural de Carolina.

Nosotros vimos cuando nuestros techos y los techos de otras personas se les fueron. Las casas también volaron”

Joseph y Haniff, que son pareja, y su amigo Isaac, vivían juntos en la casa hace aproximadamente seis meses. Pese a la amenaza del huracán, habían decidido permanecer en el hogar. Confiaron en que la vivienda soportaría las ráfagas de María. Pero durante la madrugada, cuando el techo comenzó a ceder, los tres salieron de la residencia.

Una vecina de 85 años los refugió en el segundo piso de su hogar, desde donde vieron cómo las fuertes ráfagas de María arrancaron poco a poco el techo de su hogar. Esto sin imaginar que luego los jóvenes tendrían que salvarle la vida a ella y las suyas propias.

Cercano el mediodía del miércoles, las calles del barrio Ingenio se comenzaron a inundar con una rapidez que no permitió a los vecinos de la zona salir de sus residencias y calles. En cuestión de minutos, relataron los tres jóvenes, las calles parecían ríos y el nivel del agua alcanzó niveles sin precedentes.

“El agua comenzó a subir, no nos dio tiempo de sacar carro, ropa, absolutamente nada, parecía un tsunami, tú veías las olas”, dijo Báez, de 27 años y natural de Cataño. “Tuvimos que salvar nuestras vidas brincando hacia otras casas, con una señora de 85 años en brazos, de techo en techo”, añadió Rivera.

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El agua comenzó a subir, no nos dio tiempo de sacar carro, ropa, absolutamente nada, parecía un tsunami, tú veías las olas”

En medio del desastre, las llamadas al 911 fueron infructuosas. De acuerdo a los jóvenes, cuando lograron conectar la llamada, se les informó que los rescatistas no saldrían en medio del huracán a realizar labores de rescate. Unos vecinos del mismo barrio rescataron la anciana utilizando un kayak.

“Ahí logramos nadar hacia otra casa, otro techo”, continuó Rivera con el relato. “Oramos en una de las casas donde logramos brincar porque nosotros pensábamos que íbamos a morir”.

Salvarse nadando

Mientras nadaban, aseguran haber visto caimanes pasar por su lado, también arrastrados por la corriente. Otros animales como caballos, perros y gatos luchaban del mismo modo por su vida. En más de una ocasión, los tres jóvenes pensaron que serían arrastrados por la corriente y morirían.

“Nos despedimos dos veces, porque dos veces estuvimos a punto de morir”, aseguró Mohammed, de 22 años y natural de Corozal, pero afortunadamente la muerte no logró alcanzarlos. Exhaustos y uno de ellos con heridas en un talón y un dedo, lograron llegar hasta la casa de un vecino cuya residencia no había sido alcanzada por los altos niveles de la inundación y allí lograron resguardarse hasta ayer.

“Gracias a él tuvimos para comer. Al otro día tuvimos que nadar nuevamente hacia afuera”, narró Rivera. Sin embargo, aseguran que no todos allí corrieron con la misma suerte.

Vecinos decían que vieron en el primer piso personas pidiendo auxilio. El agua subía tan y tan rápido que nosotros pensamos que murieron”, dijo Báez.

Allí, dijeron, el rescate de las autoridades no llegó hasta el mediodía del jueves, quizás muy tarde para algunos.

“Las personas que lograron salir de Ingenio fue gracias a otras personas que tenían un botecito”, dijo Rivera.

Un pueblo destruido

De acuerdo a los muchachos, de las aproximadamente 80 casas que, a vuelo de pájaro, dijeron hay en la zona, unas 50 son pérdida total. “Hasta el segundo piso llegó agua”, dijo Rivera.

“La mía se fue completa, yo no tengo nada de pertenencia. Ahora mismo tenemos lo que tenemos puesto”, explicó Mohammed. Al tiempo, relató cómo vieron sus pertenencias salir por el techo de la residencia –propiedad de su mamá– y ser arrastradas por las aguas. Hasta el momento, no hay cifras oficiales de los daños en esa zona.

“Nuestros tres carros están hundidos, no tenemos ropa, no tenemos nada”, dijo Báez. Mientras, explicaba que ante los vientos iniciales del huracán, los tres habían guardado parte de su ropa y pertenencia en los vehículos, pensando que dentro de ellos estarían resguardadas.

Nuestros tres carros están hundidos, no tenemos ropa, no tenemos nada”

De acuerdo al alcalde de Toa Baja, Bernardo “Betito” Márquez, ocho personas murieron ahogadas en distintas zonas del municipio. La cifra es distinta a la ofrecida por el secretario de Seguridad Pública, Héctor M. Pesquera, quien indicó que sólo dos muertes fueron reportadas en Toa Baja.

En dicho municipio fueron rescatadas alrededor de cuatro mil personas. Debido a las severas inundaciones que afectaron distintos barrios y urbanizaciones, incluyendo Levittown provocadas al abrirse las compuertas de la represa del lago La Plata. Esto causó el desborde de ríos y lagos conectados a ese cuerpo de agua.

Vivir para contarlo

Al filo de las 8:00 de la noche del jueves, los tres jóvenes habían llegado caminando hasta la zona del hotel Hyatt Place en Bayamón. Hasta ese momento, ninguno había logrado algún tipo de comunicación con su familia. Camino a la residencia de la mamá de Rivera en Carolina, Mohammed logró hacer una llamada a una mamá.

“Estamos bien”. Las palabras que cualquier madre quisiera escuchar de un hijo cuya vida estuvo en peligro, fueron las primeras que pronunció Mohammed vía telefónica.

Al llegar al sector Los Riveras en el barrio Santa Cruz en Carolina, entre lágrimas la mamá de Joseph, Sheila Márquez, recibió a su hijo. Hasta ese momento, Baez no había logrado comunicación con su familia.

“Súper horrible, la peor experiencia”. Así describieron los jóvenes la osadía, agradecidos de estar vivos para contarlo y tener una nueva oportunidad de comenzar. Sin nada material. Pero con vida. “Arriesgamos nuestras vidas, casi moríamos y gracias a Dios estamos vivos”, afirmó Rivera.

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