Dennise Y. Pérez
La desolación que desde hace años vive ya la Avenida 65 de Infantería, como producto de la situación económica y el cierre de cientos de comercios en el área, despertó ayer a una nueva tragedia y a pocas probabilidades de revitalización.
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Decenas y decenas de negocios, cerrados, quebrados o a la espera de una salvación milagrosa, amanecieron hoy con negocios volados en cantos. Verjas arrancadas de raíz, letreros hechos pedazos en las vías. Ventanas voladas y equipos que volaron con la fuerza de los vientos del Huracán María.
El caótico tráfico que caracteriza el área no existía esta mañana. La poca gente que debía reportarse a trabajar o que voluntariamente habían conformado brigadas de vecinos para desalojar las vías y ayudar el paso.
La zona, inundada por partes, sólo mostraba algunos curiosos tomando fotos. Numerosos vehículos policiacos trataban de asegurar las áreas donde la mitad de los negocios no tenían ventanas.
Una ciudad desolada
En Torres de Andalucía, a la altura del expreso de Trujillo Alto, llamaba la atención la cantidad de gente que observaba desde la caseta de seguridad. Decenas de ventanas volaron por culpa de los violentos vientos de María.
Las gasolineras estaban cerradas en su mayoría y resguardadas por seguridad privada. Y uno que otro niño jugaba en plena esquina de la Avenida Barbosa con letreros que ya no darían señal alguna.
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En esos momentos, el gobernador Ricardo Rosselló Nevares decretaba el toque de queda hasta el sábado a las 18:00, so pena de ser arrestados. Nadie se enteraba, porque la ausencia de servicio eléctrico y la dificultad en la comunicación por internet aún complicaba todo.
Eran sin duda las primeras horas después del huracán más bravucón que vivía la Isla en años.