Cada año, cuando llegan las festividades, Puerto Rico se transforma. Las luces, la música, las parrandas y la comida tradicional llenan la isla de energía. Sin embargo, para miles de puertorriqueños que viven con diabetes, este periodo festivo puede convertirse en una temporada de tensión emocional más que de celebración.
La diabetes es una de las condiciones crónicas más comunes en Puerto Rico y afecta a familias enteras. Según el Departamento de Salud de Puerto Rico (2024), alrededor de 2 de cada 10 adultos (equivalente a 480,952 personas) viven con esta condición, lo que demuestra su alto impacto en la población. Pero pocas veces hablamos de cómo la época navideña, con sus mesas repletas y su ritmo social intenso, puede disparar niveles de estrés, culpa y agotamiento emocional. No es solo un asunto de glucosa; es un asunto de bienestar integral.
Por un lado, las festividades giran en torno a la comida: pasteles, lechón, arroz con gandules, coquito. Para muchos, participar en estos rituales culinarios es parte esencial de la identidad puertorriqueña. Pero para una persona con diabetes, cada plato puede sentirse como una prueba. Surge la presión social y los comentarios de familiares al respecto de su alimentación, coloca a la persona en un conflicto entre su salud y el deseo de compartir plenamente con los suyos.
A esto se suma la carga emocional. El miedo a perder el control de los niveles de azúcar, la sensación de “ser la persona complicada del grupo” o la frustración de tener que estar siempre vigilante a balancear los niveles de glucosa puede empujar a muchos hacia la ansiedad. Para otros, especialmente quienes han experimentado pérdidas familiares o dificultades económicas, las fiestas intensifican la tristeza o la soledad. Y la depresión, en silencio, agrava aún más el manejo de la diabetes.
Vivimos en una cultura donde se espera que todo el mundo celebre, sonría y se mantenga “positivo”. Pero la realidad es mucho más compleja. Un artículo titulado “Mental Health During the Holidays” señala que la temporada de fiestas puede ser particularmente difícil, ya que muchas personas experimentan un aumento del estrés, la ansiedad y la depresión durante este periodo (National Institute for Health Care Management [NIHCM], 2023). En la comunidad diabética esto se puede observar aún más marcado, no porque la gente no quiera disfrutar, sino porque la temporada trae consigo una presión emocional que rara vez reconocemos.
El sistema de salud en Puerto Rico tampoco integra adecuadamente la atención mental dentro del manejo de condiciones crónicas. El enfoque sigue siendo biométrico: A1C, medicamentos, dieta. Pero ¿dónde queda la salud emocional del paciente? ¿Quién atiende el estrés, la vergüenza y el sentimiento de fracaso que muchas personas experimentan cuando su condición se descontrola en esta época?
Por eso, es urgente que como país cambiemos la conversación. La diabetes no se maneja solo con educación nutricional; también se maneja con apoyo emocional, comprensión familiar y un sistema de salud que reconozca al ser humano completo. Y durante las festividades, este apoyo debe ser aún más fuerte.
A las familias, les toca algo sencillo pero poderoso: respetar los límites de quienes viven con diabetes, y entender que la vida diabetes se representa y afecta de manera diferente a cada individuo. A los profesionales de la salud, les invito a preguntar sobre el estado emocional de sus pacientes, no solo sobre su dieta. Y como sociedad, debemos normalizar la idea de que no todo el mundo vive esta temporada con la misma ligereza.
Las fiestas deben ser un tiempo de conexión, no de angustia. Si realmente queremos una Navidad puertorriqueña para todos, tenemos que incluir en la conversación a quienes viven con condiciones crónicas y con desafíos de salud mental. Porque celebrar también significa cuidar.

