Opinión

La milla extra: lo que trajo el Día de Acción de Gracias a casa

Lee aquí la columna del vicepresidente de Proyecto Dignidad

Luis Yordán + columnista
Luis Yordán + columnista

Acaba de pasar el Día de Acción de Gracias, y, para un veterano observador del caos político como yo, fue un recordatorio bienvenido de que, a veces, la noticia más importante no está en los tribunales ni en la Legislatura, sino en el silencio momentáneo de esos temas que se crea alrededor de una mesa familiar.

Mi esposa y yo tuvimos la bendición de tener a nuestro hijo y su esposa de visita desde los Estados Unidos por una semana. Ya saben: ese fenómeno de la diáspora que ha vaciado nuestros pueblos —un tema que he analizado con números no esperanzadores en esta misma columna. Pero por unos días, ese espacio se llenó con risas, el aroma del pavo con postres de calabaza, y esa calidez que solo el hogar puede proveer.

En medio de la habitual avalancha de noticias sobre la insolvencia municipal, la crisis energética y la eterna contienda del bipartidismo, fue necesario hacer un alto total. Un alto para apreciar que el verdadero capital social de esta isla no son los millones que entran en fondos federales, sino la calidad de las conexiones humanas que tenemos.

Usted, al igual que yo, ha visto el deterioro de las estructuras gubernamentales: la memoria corta ante la debacle de la Autoridad de Energía Eléctrica, el abuso de poder en los municipios como el de Isabela, la lucha por la supervivencia de la empresa privada, pero al ver la isla a través de los ojos de quienes se fueron —nuestros hijos— uno se obliga a recordar lo que todavía vale la pena salvar.

Esa semana es una cura de humildad y una lección de perspectiva. Nos permite dejar de ver a Puerto Rico como un mapa de problemas sin fin y, en su lugar, verlo como un hogar lleno de bendiciones que se dan por sentadas: una puesta de sol en la costa, el sabor de la fruta fresca, el privilegio de la compañía.

La gratitud, en su forma más pura, es la habilidad de contar las bendiciones y no solo las carencias. Es agradecer por la familia que nos formó, por el cónyuge que nos acompaña y por los hijos que, aunque lejos, regresan al nido. Esta gratitud personal debe ser el punto de partida para nuestra visión cívica. Si la mayor bendición que tenemos es la familia, entonces nuestro mayor deber cívico debe ser crear una sociedad donde esa familia pueda prosperar. Es aquí donde el agradecimiento se vincula directamente con la razón de ser de la política seria. ¿Por qué debemos exigir un debate con sustancia y rechazar el “colorido” trivial? ¿Por qué debemos combatir la memoria corta y demandar soluciones estructurales, como ya hemos argumentado?

Porque la defensa de la familia, la vida, la comunidad, la honestidad y el trabajo duro —esos principios esenciales— no pueden ser negociables. Y si el sistema político, controlado por la inacción y el egoísmo partidista, amenaza la estabilidad económica y social de la familia puertorriqueña (forzando, irónicamente, a nuestros hijos a hacer las maletas), entonces ese sistema debe ser retado.

Esto nos trae, ineludiblemente, al propósito de Proyecto Dignidad. El partido no es relevante por una persona o por un resultado electoral temporal, sino que su relevancia, como he escrito antes, reside en su misión continua: ser un instrumento de cambio centrado en principios y valores.

Proyecto Dignidad existe para que la gratitud que sentimos por nuestras familias se traduzca en acción política. Es una herramienta para forzar que el gobierno y el sistema dejen de estar enfocados en “ganar” y empiecen a enfocarse en crear las estructuras (económicas, legales, educativas) para que seamos nosotros, el pueblo y nuestras familias, los que ganemos.

El Día de Acción de Gracias es un alto en el camino. Al agradecer las bendiciones que tenemos, reafirmamos nuestro compromiso de defender y construir un Puerto Rico donde más familias puedan quedarse y prosperar. La defensa de la familia es, al final, la última línea de defensa de nuestra sociedad.

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