Opinión

Acción de Gracias en Puerto Rico y en “PR”

Lea la columna de opinión de Emilio Pantojas García, Sociólogo

Metro Puerto Rico
Emilio Pantojas Metro Puerto Rico

Pensando en retrospectiva recuerdo con nostalgia agradecida las celebraciones del día de Acción de Gracias de mi niñez. Me formé en la Iglesia y el Colegio Metodista de Villa Palmeras y luego de la urbanización Los Ángeles.

Para los evangélicos Acción de Gracias nunca fue “el día del pavo”. Era un día especial, que se apartaba para agradecer públicamente a Dios—el Dios Cristiano—por todo lo recibido, por la gracia—el favor inmerecido de una vida plena. Recuerdo que en la Iglesia de Los Ángeles un grupo de “hermanas” y “hermanos” en la fe iba a las casas de los feligreses a cantar matutinos para despertarnos. Los matutinos eran cortos himnos o “coritos” cantados a capela a lado de las ventanas de nuestros hogares para llamarnos al culto de Acción de Gracias, que se celebraba a las seis de la mañana, rayando el alba y con las brisas de la navidad que se avecinaba. “Demos gracias al Señor… por su amor. Por las mañanas las aves cantan sus alabanzas a Cristo el salvador”, cantaban voces angelicales.

El culto consistía principalmente de testimonios de agradecimiento por peticiones cumplidas, sanaciones y otros sucesos en los que mediante las oraciones de intercesión de la iglesia el favor de Dios se había manifestado. Luego se compartía un sencillo desayuno, café o chocolate, mallorcas, pan con queso y mantequilla y alguna fruta, típicamente guineo. Siempre nos dábamos la mano después de cada culto, pero en este día predominaban los abrazos y las lágrimas de gozo y agradecimiento.

Una parte importante de este día era la recolección de alimentos para los necesitados. Desde temprano en el mes, en el Colegio Metodista Obispo Fred P. Corson, se recolectaban alimentos no perecederos para ser repartidos entre la comunidad. Villa Palmeras era una comunidad donde abundaba la pobreza y las compras repartidas eran otra manera de compartir en agradecimiento por lo recibido.

Ciertamente el día de Acción de Gracias fue una fiesta traída a Puerto Rico por los estadounidenses, particularmente los misioneros de las iglesias protestantes históricas. Probablemente se popularizó luego de la segunda guerra mundial con el surgimiento de una clase media con acceso a bienes de consumo, que incluían comidas no tradicionales como el pavo, los “TV Dinners”, las hamburguesas y el pollo frito servido en cajas (Tastee Freeze, el Caporal). Los supermercados comenzaron a traer masivamente pavos congelados en el mes de noviembre, fuera de esa temporada no era común la venta de pavos congelados.

El pavo no fue un éxito culinario desde sus inicios. La gente se quejaba de que quedaba muy seco y era desabrido. Por supuesto, en su origen anglosajón el pavo se sazonaba con salsas preparadas a base de sus jugos (gravy), salsa de arándanos (cranberry) y se rellenaba de pan, cebolla y apio. Los acompañantes típicos eran papas majadas, purés o pasteles de batata mamella, coles de Bruselas con tocineta, cazuelas de calabaza y calabacines y ensaladas de habichuelas tiernas.

Pero la ingeniosidad y adaptabilidad boricua transformaron la feria culinaria de Acción de Gracias. El primer cambio fue condimentar el pavo como lechón (sal, ajo, orégano, pimienta y achiote) y dorarlo al punto del lechón asado. Esta nueva sazón daría vida al “pavochón”, que a su vez se convertiría en plato para todo el año, como el lechón asado. Los acompañantes también se puertorriqueñizaron. Comenzaron con el arroz con gandules, la ensalada de papas, siguieron la ensalada de coditos, arroz con cebolla y tocineta y culminaron con innovadores rellenos de carne con almendras y pasas o ciruelas, mofongo, majados de viandas y otras delicias criollas.

En nuestro “PR” del siglo veintiuno, no importa cómo usted haga el pavo, tampoco si el culto de acción de gracias es más tarde o más temprano y que en esta era de rejas y accesos controlados no nos despierten con matutinos de voces angelicales cantando alabanzas. Tampoco importa si usted es creyente o ateo, Cristiano, Musulmán, Judío o espiritista, dé gracias por la vida y comparta sus alimentos con su prójimo, especialmente la comunidad de inmigrantes perseguidos, la gente sin hogar y las personas que viven solas.

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