Imagina que un actor extranjero accede a comunicaciones sensibles de una agencia clave del Congreso de EE. UU., exponiendo correos electrónicos y chats internos, que podrían usarse para phishing dirigido. Esto no es ficción: es lo que acaba de suceder al Congressional Budget Office (CBO), la oficina que asesora al Congreso en presupuestos federales por billones de dólares.
Hace unos días, el CBO confirmó públicamente el incidente, según medios de comunicación. Los atacantes, posiblemente un actor extranjero, explotaron una vulnerabilidad de un dispositivo desactualizado por más de un año, pese a alertas previas de expertos en seguridad. Esto permitió el acceso a metadatos y contenidos de correos electrónicos entre el CBO y oficinas congresionales, además de posibles chats internos, abriendo la puerta a campañas de ingeniería social sofisticadas.
Este no es un caso aislado. Los ciberataques masivos ya no son eventos raros que afectan solo a “grandes corporaciones” o “agencias gubernamentales de alto perfil”. Ocurren con frecuencia creciente y pueden golpear a cualquier organización, sin importar su tamaño, sector o ubicación. Según el Informe Anual 2024 del Negociado Federal de Investigaciones (FBI, en inglés) sobre el Centro de Denuncias de Delitos en Internet, se recibieron 859,532 quejas de crímenes cibernéticos, un aumento del 33 % en pérdidas reportadas que superaron los $16.6 mil millones en comparación con 2023. De estas, las estafas de phishing y spoofing lideraron con más de 300,000 quejas, mientras que las brechas de datos personales sumaron 55,000 reportes.
En los últimos años, hemos visto brechas que comprometen millones de datos en empresas tecnológicas, cadenas de suministro globales, hospitales, ayuntamientos y hasta pequeñas y medianas empresas. Ninguna entidad está exenta. Los atacantes no discriminan: buscan vulnerabilidades técnicas, pero sobre todo, aprovechan el factor humano, como en el caso del CBO, donde la falta de medidas oportunas facilitó la entrada inicial, y donde el phishing dirigido podría escalar gracias a datos robados.
Y es aquí donde radica el mensaje clave: la ciberseguridad no se resuelve solo con firewalls, antivirus o actualizaciones.
Esas medidas técnicas son esenciales, pero insuficientes si el personal no está capacitado.
Un solo clic en un enlace malicioso, una contraseña débil, un dispositivo sin actualizar o una conversación imprudente en redes sociales puede ser la puerta de entrada a un ataque devastador. En el incidente del CBO, las autoridades del Senado ya advirtieron a su personal sobre phishing potencial: verificar siempre la autenticidad de los correos que parezcan provenir de la agencia. Las cifras del FBI muestran que el 83 % de las pérdidas totales provienen de fraudes que se basan en errores humanos evitables.
Educar al personal no es un complemento; es una prioridad estratégica.
Formación continua, simulacros de phishing, políticas claras de uso de dispositivos y una cultura de reporte sin miedo a represalias son tan críticas como cualquier solución tecnológica.
Prevenir es responsabilidad de todos; porque en ciberseguridad, el eslabón más débil no es el sistema… es la falta de conciencia.
¿Tu organización está preparada? Actúa ahora: integra la educación en tu estrategia de ciberseguridad y reduce el riesgo de ser el próximo titular.

