Opinión

El presupuesto colonial: lo mismo de siempre

Lee aquí la columna del representante por el Partido Independentista Puertorriqueño

Cada año, entre los meses de marzo y junio, la Legislatura se embarca en un ejercicio de análisis de las propuestas presupuestarias que presenta cada agencia del gobierno de Puerto Rico. El caso de nuestro país es muy singular: por un lado, en cada agencia se realiza un esfuerzo para calcular con cuántos recursos financieros deberán contar durante el año fiscal que comienza en julio. Por otro lado, desde hace ocho años, una Junta de Control Fiscal le imparte instrucciones precisas a Hacienda, la Oficina de Gerencia y Presupuesto y la Autoridad de Asesoría Financiera y Agencia Fiscal de Puerto Rico, para que ejerzan sus “buenos oficios” para recortar el presupuesto solicitado. Es decir, una entidad colonial determina las prioridades presupuestarias del también gobierno colonial.

En términos sencillos, aquí se hace lo que dispone la Ley PROMESA; por eso, el ejercicio legislativo de cada año está obligado a cumplir con lo que dispone la referida ley colonial. Por tal razón, el presupuesto impuesto por la Junta establece unas condiciones a las agencias llamadas “metas” para poder utilizar el dinero. Incluso, la Asamblea Legislativa no podrá hacer ningún cambio al presupuesto sin el aval de la Junta de Control Fiscal.

Para el año fiscal que comienza en menos de dos semanas, hay malas noticias: las proyecciones de ingresos, por más optimismo que le imparta la Junta, van a depender de lo que se determine como parte de la política fiscal del presidente Donald Trump y, por consiguiente, de lo que el Congreso republicano decida. Esa realidad se une a otros factores de incertidumbre, como la inflación y la guerra arancelaria que ha provocado Trump. Sin embargo, estos son aspectos sobre los cuales las autoridades de Puerto Rico tienen muy poco que decir. En otras palabras, en el tema de los aranceles, somos meros espectadores en la economía internacional, y en el tema de la inflación, los países que nos venden desde nuestra ropa hasta nuestros alimentos, nos imponen los precios. Así las cosas, que no quepa la menor duda de que debemos prepararnos para tiempos complejos.

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