La primera reunión oficial de la gobernadora Jenniffer González fue con los líderes religiosos que la apoyaron. En una entrevista posterior a la reunión la gobernadora afirmó: “Yo gané no por mí, yo gané por Dios y yo me debo a Dios. Y yo voy a gobernar con Dios”.
PUBLICIDAD
Cinco meses después de esa entrevista, la senadora y pastora evangélica Karen Román nos recordó que este gobierno es de Dios y que ella, en nombre de Dios nos ordenaba callar, escuchar y no criticar porque Dios nos manda a honrar nuestros gobernantes y orar por ellos. Dios va a guiar a nuestra gobernadora y va a hacer grandes cosas.
Curiosamente, en sus acciones hacia la comunidad dominicana de Puerto Rico este “gobierno de Dios” ha ignorado varios principios fundamentales del cristianismo: (1) amarás a tu prójimo como a ti mismo (Marcos 12:31); (2) fui forastero y me recogiste (Mateo 25:35); (3) Dios no hace acepción de persona, sino se agrada de toda nación que le teme (Hechos 10:34-35).
Recientemente descubrimos que el gobierno federal pidió la lista de los/as ciudadanos/as dominicanos/as a quienes se le expidieron licencias sin tener estatus migratorio legal. Petición a la cual el “gobierno de dios” respondió sin que mediara una orden de un tribunal. Se debate si la gobernante cristiana tuvo conocimiento o no, el secretario de asuntos públicos dice que sí, mientras que la gobernadora lo desmiente. En medio de este “dime y direte”—usual de esta administración iluminada por la Divina Providencia—descubrimos que el gobierno le entregó una lista de 6,000 nombres de dominicanos y dominicanas con licencia pero sin estatus migratorio regular (¡!).
La devota de la virgen que reside en Fortaleza nos ofrece tres argumentos rotundos para entregar las listas: (1) Las calles de Puerto Rico son construidas con FONDOS FEDERALES y, por tanto, este gobierno tiene derecho a la información de los ciudadanos que transitan por ella (¡!); (2) perderíamos $178 millones de dólares en FONDOS FEDERALES si no se cumple; (3) esta acción no tiene consecuencias políticas porque este grupo no vota (¡!). Nada, que al César lo que es del César y a Dios, pues que reparta suertes.
Para mí la gran lección de esto es que ahora conozco cuánto vale una vida dominicana, para los “gobernantes de dios” boricuas: $30 mil dólares ($178 millones entre 6,000). Me estuvo curioso que el resultado redondeado sumara $30 dólares, como las monedas de plata por las que Judas Iscariote vendió al Jesús que dice la gobernadora es su jefe máximo. Gemini, el chatbot de Google me dice que las 30 monedas de plata que le dieron a Judas equivalían al precio de un esclavo, entre otras cosas. En el Puerto Rico de hoy esta cantidad de dinero se aproxima al salario base de un policía o un maestro. Para un trabajador indocumentado que cobre $100 dólares diarios por trabajar de sol a sol equivaldrían a 300 días de trabajo (para ellos y ellas no hay días feriados ni vacaciones).
Soy evangélico y crecí escuchando profecías desde que tenía ocho años. Me consta que la diferencia entre los falsos profetas y los legítimos es que los verdaderos no son adivinadores ni apologetas de gobernantes sino portadores de mensajes para preparar al pueblo de Dios sobre acontecimientos, eventos y comportamientos. Las profecías sobre el nacimiento de Jesús que anunciaron Isaías y Miqueas tardaron 700 años en cumplirse (Isaías 9:6, Miqueas 5:2). No hay mención de Herodes, ni de los magos de oriente, ni tampoco que el mesías se llamaría Jesús y sería hijo de María y José. Ah, y la palabra Jícaba, no parece lengua angelical. Según Gemini, podría provenir del náhuatl, jícama que es una planta leguminosa originaria de México y Centroamérica, específicamente de la palabra “xīcama” o “xīcamatl”, que significa “ombligo de papel” o “raíz de agua”. Recuerdo, entonces, las palabras de Jesús a sus discípulos: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis.” (Mateo 7:15-16)
Como Cristiano y como puertorriqueño, la vida de un dominicano o dominicana, sin importar su género, apariencia o estatus socioeconómico y migratorio, tiene un valor incalculable. Sus contribuciones al desarrollo económico, cultural y social de Puerto Rico son palpables. Esas trabajadoras y trabajadores perseguidos por la política migratoria Trump-González son quienes cuidan de nuestros ancianos y niños, construyen nuestras viviendas y edificios, arreglan nuestros jardines y nos alegran la vida con su música, su cocina y su hospitalidad cuando visitamos su país. Como caribeños tienen derecho por nacimiento a transitar por este Caribe nuestro aunque las leyes de un imperio racista y la teocracia del PNP los persigan.