Hoy, jueves, la gobernadora se dirige al país en un mensaje que, más allá del contenido, debe tener un objetivo político claro: entusiasmar a su base. En un inicio de mandato cargado de escepticismo, desmoralización de sus huestes, poca acción gubernamental y desafíos administrativos, su reto no es solo comunicar, sino conectar. Para lograrlo, su mensaje debe proyectar tres cosas esenciales: humildad, organización y claridad.
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Primero, debe aceptar los tropiezos. Rehuir a la autocrítica enviará un mensaje de desconexión. Reconocer lo que no ha salido bien, asumirlo con responsabilidad y explicar cómo se corregirá es, en sí mismo, un acto de liderazgo. No se trata de vender perfección, se trata de honestidad. Y eso puede marcar la diferencia entre un mensaje vacío y uno creíble.
Segundo, necesita proyectar organización. No basta con repetir lo que ha hecho en cinco meses. Tiene que demostrar que hay un plan concreto, articulado y medible hacia adelante. El país, y en particular su base política, necesita ver que hay dirección, que no se improvisa y que los próximos pasos del gobierno son parte de una estrategia mayor para atender las prioridades de la ciudadanía.
Finalmente, tiene que dejar clara su agenda. ¿Cuál es su norte? ¿Qué quiere lograr en los próximos meses y cómo lo hará? La claridad en sus prioridades no solo refuerza su liderazgo, también ofrece, a su base, razones para volver a confiar, movilizarse y defender su proyecto político en la calle.
El país observa con atención, pero su base política escucha con esperanza. Este mensaje no es uno más. Es una oportunidad para reconectar, reorganizar y retomar impulso. Si logra asumir con madurez, entusiasmar con visión y liderar con propósito, habrá dado un paso crucial para el futuro de su gobierno.
Porque más que negar lo innegable o explicar el pasado, el mensaje que necesita la gobernadora es uno que inspire confianza en su capacidad de liderar hacia el futuro.