En Puerto Rico no hay una agenda conservadora. Los sectores políticos y religiosos que en nuestra tierra se quieren presentar como representantes de esta realmente promueven otros intereses, pero no un proyecto conservador.
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Mientras que los verdaderos conservadores creen en la protección y conservación del ambiente, este sector ha anunciado, por voz de su gobernadora, que van a adoptar la política energética de Donald Trump.
Es decir van a invertir en combustibles fósiles, eliminar protecciones ambientales y promover el enriquecimiento ilimitado de ciertas corporaciones a costa del bienestar del pueblo. Los conservadores creen en la protección de la vida, la protección de las familias, el bienestar general, la paz y la solidaridad. Los sectores que se presentan como conservadores no apuestan por el bienestar común, sino por el egoísmo encarnado en un proyecto neoliberal cuyo único dios es el dinero en contra de lo que Jesús dijo: “No se puede servir a Dios y al dinero”.
Los conservadores actuales son siervos de un presidente que viola la ley, es un agresor, infiel, corrupto y delincuente convicto. Esto contrasta con los principios que los conservadores dicen promover: la honestidad, el trabajo, el amor a la familia. Los ministros de este sector han dedicado más de una década en promover proyectos como la Ley de Libertad Religiosa que legaliza el discrimen y promueve la división social.
Los conservadores creen en la moral bíblica que dice que el “Señor protege al extranjero y sostiene al huérfano y a la viuda, pero frustra los planes de los impíos”. Estos supuestos conservadores no creen en la protección del huérfano y la viuda, no creen en amar al extranjero. Persiguen a los extranjeros, eliminan programas para dar asistencia a los más pobres y desmantelan las instituciones cuya única función es la protección de los más vulnerables en la sociedad.
Es evidente que estamos frente al fracaso del proyecto conservador, que ha sido cooptado por iglesias de la prosperidad que predican el amor al dinero; movimientos políticos que atentan contra el ambiente, la vida, la paz social y el bienestar general; y unas élites que han perdido todo pudor moral. La moralidad de estos supuestos conservadores es más bien una sola: hacer dinero, mucho dinero, lo más rápido posible y sin preocuparse por los efectos colectivos de estas acciones. Esto es así porque estos mal llamados conservadores no creen en el bienestar colectivo, ni en la protección del huérfano, de la viuda o del extranjero. Para estos conservadores, las palabras de Jesús de Nazaret —“Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, fui forastero y me acogiste”— no son palabras serias, ni importantes, ni creíbles. Para ellos, estas palabras son meramente un exabrupto de un personaje que no tiene nada que ver con el dios que ellos predican.
La buena noticia es que, frente a la debacle social que representan estos supuestos sectores conservadores, se levantan voces de cristianos coherentes, comprometidos y serios, como la de la Mesa de Diálogo Martin Luther King y otros cristianos que predican, anuncian y viven un evangelio que se centra en la protección de la vida, en el bienestar colectivo, en la paz, la igualdad, la diversidad y la equidad. Estos cristianos representan el mejor legado del evangelio y, contrario a los sectores que se llaman conservadores, no traicionan el legado de Jesús de Nazaret. Para estos cristianos, los pobres son el centro del trabajo del Estado, la protección del ambiente es la única forma de promover seriamente la vida, y la promoción de políticas de acogida de los inmigrantes es la única manera de demostrar que el amor a Dios es verdadero. Estos cristianos promueven una agenda de equidad donde las personas no son discriminadas ni rechazadas por su identidad de género, donde el racismo y la xenofobia no tienen cabida, y donde se promueven políticas en favor de los más débiles, viviendo, de esta manera, de acuerdo con la ética de la Biblia Hebrea: amar al huérfano, a la viuda y al extranjero.
Frente a políticas basadas en la mentira, nosotros promovemos la verdad; frente a las políticas de odio, promovemos la paz; y frente a las políticas de discrimen, promovemos la inclusión, la diversidad y la equidad. Frente a esos supuestos conservadores, nosotros nos dedicamos a preservar el legado de Jesús de Nazaret recordando las palabras de Juan: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?”.