El retiro del nombramiento de Verónica Ferraiuoli como secretaria de Estado dejó ver mucho más que una designación fallida. Fue, en esencia, una prueba política significativa para los tres poderes involucrados. Y aunque todos salieron con alguna marca, no todos salieron igual.
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El manejo del Ejecutivo fue, en una palabra, deficiente. Se esperó demasiado para atender una controversia que crecía día a día. No se articuló nunca una defensa creíble del nombramiento y, en cada comparecencia pública, la designada dejó más dudas que certezas. Su imagen pública se fue debilitando con cada nueva entrevista, y el silencio o la demora del Ejecutivo agravaron el desgaste. Quedó en evidencia la falta de portavoces efectivos con que cuenta la actual administración, pues ese rol no puede recaer solo en la gobernadora Jenniffer González. Esa es una necesidad urgente del nuevo gobierno.
La Cámara de Representantes tampoco quedó bien parada. La rapidez con la que confirmaron a Ferraiuoli contrastó con la gravedad de los señalamientos que surgieron luego. Su proceso lució más como un trámite que como un ejercicio riguroso de evaluación. La búsqueda de la verdad pasó a segundo plano y se perdió una oportunidad de fortalecer el rol fiscalizador del cuerpo legislativo.
En contraste, el gran ganador de este episodio fue el Senado, y particularmente su presidente, Thomas Rivera Schatz. Con astucia política, supo manejar el reto con paciencia y estrategia. Convocó una Comisión Total que permitió la participación de todos los senadores, dirigió con firmeza los interrogatorios, y su comunicación pública fue precisa y certera. Supo cuándo hablar y qué enfatizar, ganándose el control narrativo del proceso.
Este primer gran encontronazo entre ramas de gobierno bajo la nueva administración dejó lecciones claras. Una de ellas es que los procesos de confirmación no pueden tomarse a la ligera, y que la comunicación política es tan determinante como los méritos de una persona designada.
En resumen: el Ejecutivo falló, la Cámara se apresuró y el Senado capitalizó. Veremos qué pasa ahora, pero en este episodio, el saldo político ya está claro.