En la era digital, las redes sociales han transformado la forma en que nos comunicamos, nos relacionamos y percibimos el mundo que nos rodea. Tanto es así que, en muchas ocasiones, llegamos a ver nuestros entornos de una manera distinta. Este cambio ha sido especialmente notable entre adolescentes, quienes han adoptado estas plataformas como parte integral de sus vidas. Sin embargo, su creciente influencia plantea importantes interrogantes sobre su impacto en la salud mental y el bienestar de esta población. En este artículo, deseo exponer los desafíos a los que se enfrenta la adolescencia, proponer algunas estrategias y destacar, también, el lado positivo del uso de redes.
Las redes sociales han creado un nuevo escenario en el que los adolescentes están expuestos a una constante comparación con los demás, especialmente en términos de aspecto físico, estilos de vida y logros personales. Esta situación puede tener efectos negativos en su salud mental. En un estudio reciente publicado en la revista Journal of Adolescent Health, se discute la presión que sienten las jóvenes para cumplir con los estándares de belleza idealizados en los entornos digitales, lo cual puede contribuir a una baja autoestima e insatisfacción corporal (Smith et al., 2020). También, puede derivar en trastornos alimenticios, como la anorexia y la bulimia. Además, el acoso cibernético (cyberbullying) y la exposición a contenido perjudicial, como imágenes de autolesiones o incitación al odio, pueden aumentar el riesgo de depresión, ansiedad y otras dificultades relacionadas con su salud mental.
Algunos de los principales desafíos en la era de las redes sociales son la falta de regulación, supervisión efectiva y educación. A menudo, estas plataformas carecen de políticas claras para abordar el acoso en línea y el contenido perjudicial. Esto deja a las adolescencias vulnerables a experiencias negativas. Según un informe de la organización Common Sense Media, solo el 29% de los jóvenes cree que estos medios hacen un buen trabajo al atender estos asuntos (Common Sense Media, 2021). Además, la propia adicción a las redes sociales y el miedo a perderse algo (fear of missing out o FOMO, por sus siglas en inglés) pueden llevar a un uso excesivo y poco saludable, lo cual afecta negativamente la calidad del sueño, la concentración y las habilidades sociales fuera de la pantalla.
Para abordar estos desafíos, es crucial implementar estrategias efectivas y educativas que promuevan un uso saludable de las redes sociales entre las adolescencias (recogidas y consultadas con ellas y ellos). Estas incluyen: promover la alfabetización digital y la conciencia sobre los riesgos asociados con el uso de estos medios; proporcionar recursos y apoyo adecuados para ayudarles a desarrollar una imagen corporal positiva y enfrentar el acoso en línea de manera efectiva; fomentar un equilibrio entre el mundo digital y la vida cotidiana, incentivando actividades sociales y recreativas fuera del entorno virtual; involucrar a padres, educadores y profesionales de la salud en conversaciones abiertas y formativas sobre el uso responsable de las redes sociales y la importancia del bienestar emocional. Si se toman en consideración estas estrategias, es posible lograr un uso sano y libre de problemas de las redes sociales.
Dicho esto, ahora veamos lo positivo de estas plataformas y lo mucho que pueden aportar a la educación del estudiantado. Para comenzar, estos obtienen un sinnúmero de aprendizajes que contribuyen al desarrollo de habilidades y competencias, tales como fluidez en la lectura; adquisición de vocabulario; fortalecimiento del dominio de alguna lengua; intercambio de culturas, creencias y opiniones; desarrollo del liderazgo y de la ciudadanía digital, entre otras. Estas los hacen más competentes en la sociedad y apoyan su desempeño académico. Así, estos espacios virtuales se convierten en entornos valiosos para la adquisición de conocimientos y aprendizajes significativos.
Cabe destacar, en primer lugar, que la tecnología ofrece acceso ilimitado a información y conocimiento. Los adolescentes pueden explorar diversos temas, desarrollar habilidades de pensamiento crítico y compartir diversidad de opiniones. Esto no solo fomenta el aprendizaje autodidacta, sino que también les permite estar al tanto de los acontecimientos mundiales tanto actuales como históricos, y participar de discusiones enriquecedoras que aportan a su aprendizaje profundo.
Luego, la tecnología facilita la comunicación y la conexión social. A través de las redes sociales y aplicaciones de mensajería, los adolescentes pueden mantenerse en contacto con amigos y familiares desde cualquier lugar. Esto promueve relaciones saludables y les brinda un sentido de pertenencia, así como apoyo emocional.
Otro beneficio importante es el desarrollo de habilidades técnicas y creativas. La participación en actividades como la programación, el diseño gráfico o la creación de contenido digital estimula el pensamiento innovador y la resolución de problemas. Estas competencias son esenciales en un mundo cada vez más impulsado por la tecnología, y forman ciudadanos y ciudadanas digitales con pensamiento creativo.
En conclusión, las redes sociales han modificado radicalmente la forma en que las adolescencias se relacionan con el mundo, proporcionándoles medios para conectarse, aprender y expresarse de manera única y significativa (Smith, 2020). Aunque, como hemos señalado, brindan una serie de beneficios, también plantean desafíos considerables para la salud mental y el bienestar de esta población. Por lo tanto, es esencial abordar estos retos de manera proactiva, colaborativa y educativa, que involucre a todas las partes interesadas: las propias redes sociales, padres y madres, educadores y profesionales de la salud mental. Al fomentar un entorno en línea más seguro y saludable, podemos ayudarles a aprovechar al máximo los beneficios de estas herramientas, mientras protegemos su salud y bienestar a largo plazo.
Esta es la segunda columna de la serie Adolescentiens: identidades sentipensantes.
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