La figura de Javier Milei se ha convertido en bandera de movimientos y políticos de derecha que se posicionan fuera de estructuras tradicionalmente dominantes en política partidista de distintas partes del mundo. El discurso anti partido no es propietario ni original de la izquierda, y así lo evidencian figuras como Donald Trump, Nayib Buckele y el propio Milei.
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Una cobertura sobre un evento en el mundo del entretenimiento me llevó a Buenos Aires poco después de los 100 días en el poder de Javier Milei. Me rondó la idea de trabajar durante los tiempos libre un reportaje sobre cómo viven los argentinos bajo el nuevo gobierno, pero cual planteamiento y diseño de proyecto de feria científica, la tarea superaba las posibilidades. La complejidad sociopolítica de una nación que ha estado crisis fiscal por décadas no se aborda de forma justa con dos o tres entrevistas, ni con un sondeo informal.
Aun así, me tomo el atrevimiento de escribir una columna de opinión con las observaciones de una caribeña ajena a elementos esenciales de la vida en el país del Cono Sur. La curiosidad periodística me venció. Con esa advertencia al lector, aquí van algunas pinceladas basadas en observación.
“Es un loco”, “Es otro Donald Trump”, “Va contra los pobres” y “Atenta contra los derechos de las minorías” eran algunas expresiones que había escuchado y leído desde afuera sobre Milei. Estas tenían sentido para mí al leer sobre sus discursos y políticas en el arranque de su gobierno.
Fue así como llegué a Buenos Aires con la expectativa de que me toparía con un ambiente de incertidumbre y preocupación por el rumbo en manos del nuevo jefe de gobierno. Había estado en Argentina solo una vez, en el año 2019. En aquel viaje percibí la crisis del país en temas económicos y de seguridad. Esta vez, aunque con precios más altos, se sintió diferente. Se percibe un halo de algo de esperanza entre los argentinos, incluso quienes no votaron por Milei. Al menos con quienes interactuamos en la capital, así lo decían.
Me reservaré los nombres, pues más bien estuve en plan de observación etnográfica y no en entrevistas periodísticas formales.
“Yo no creía en este señor. No voté por él. Pero, es un tipo capaz. Es economista”, nos comentó un conocido. Al agregar que en efecto la inflación ha comenzado a ceder, aunque todavía no llega a la economía doméstica de las familias e individuos, como por ejemplo en los precios de los alimentos de la canasta básica.
El argentino promedio la ha pasado muy duro económicamente durante las pasadas décadas. Tal vez así llegó al punto de “no más”, que los movió a votar por una figura ajena a los círculos políticos y con una propuesta extrema.
“Estamos tratando de salir adelante [...] La mitad del país es pobre, con mucha indigencia, y bueno hay esperanza”, nos dijo un conductor de Uber. El hombre, de algunos 60 años, no titubea en decir que “todo esto debió hacerse 30 años atrás”, en referencia a medidas extremas para tratar de estabilizar la agónica economía.
Un profesor, de algunos 50 años, compartía que el gobierno previo había abierto el grifo del dinero público sin controles para subsidios, organizaciones sin fines de lucro y programas de asistencia. Planteó cierta dependencia de la política partidista en este tipo de enfoque al clientelismo.
“No hay un Estado que aguante. La presión fiscal es increíble sobre el que trabaja”, decía.
Las medidas económicas adoptadas por Milei son duras. Por ejemplo: la devaluación a la mitad de la moneda nacional, el recorte a financiamientos de provincias y a los subsidios de transportación y energía, entre otros. Una encuesta en febrero de la firma D’Alessio Irol/Berensztein arrojaba que el 80 % de las personas describían su situación económica como peor que hace un año atrás.
Este pasado domingo, miles de argentinos protestaron en el Día de la Memoria, que se observa por el golpe de Estado de 1976, conmemoración que el gobierno de Milei también polarizó al publicar un mensaje oficial que niega el número de 30,000 desaparecidos.
Pudimos experimentar cómo la ciudad se paralizó por las masivas manifestaciones que planteaban reclamos en la fecha que recuerda la última dictadura militar en el país y las heridas que aún están abiertas.
Este mes, una encuesta de Moiguer arrojó que el 56 % de las personas califican como adecuadas las medidas económicas de Milei.
En nuestro recorrido por Buenos Aires, otro conductor —de unos 25 años— no titubeó al decir “yo lo apoyo” cuando le preguntamos sobre la figura del nuevo presidente. Este joven afirma que los políticos que estuvieron en el poder fueron ladrones que robaron las riquezas de su país, por lo que ve en la figura de Milei a alguien que puede generar cambios.
“Acá se han robado todo. Lo que había y lo que no había. (Ahora) Lograron estabilizar un poco la economía. El dólar está quieto”, dijo por separado el conductor de mayor edad.
Los datos sostienen la observación del conductor. La inflación en Argentina pasó del 20.6 % en enero a 13.2 % en febrero.
Pero, es innegable que la figura de Javier Milei polariza y genera debates. Además, ser un advenedizo en la política le pasa factura, pues no domina el arte de la negociación. La oposición política —que hasta hace unos meses eran gobierno ejecutivo— mantiene el poder en la rama legislativa y para bien o para mal les tienen el freno puesto a sus propuestas más radicales.
Ya pasaron los primeros 100 días del gobierno de Milei. Muchos ojos están sobre su gestión. “100 días es poco tiempo”, nos comentó el conductor mayor. Nuestros interlocutores coincidieron en señalarnos que estábamos en la capital y que salir de allí nos brindaría una imagen de la compleja situación del país. “Esta es la Argentina mentirosa”, nos advertía uno de ellos sobre lo que veíamos en sectores de lujo como Puerto Madero.
Para el profesor con quien dialogamos, un año es la ventana que los argentinos le darán al nuevo presidente para implementar cambios con la esperanza de que estabilice la economía, pero para que se refleje en la calidad de vida de la gente y las oportunidades de progreso.
Lo cierto es que todavía está en luna de miel. Pero cuánto puede durar ese encantamiento, sobre todo cuando la novia ya sufrió el síndrome de la esposa maltratada.
No tengo los elementos de juicio para hacer una proyección y mucho menos cuando al inicio de la columna planteaba que mi imaginario a la distancia sobre el ambiente político en Argentina chocó con lo que percibí estando allí. Ya dice el refrán en Puerto Rico que nadie sabe lo que está en la olla, más quien lo menea.