El deporte infantil y juvenil: ética y disciplina

Lea la columna del periodista Rafael Lenín López

Metro Puerto Rico
Rafael Lenín López Metro Puerto Rico

Este es un escrito que tengo pendiente desde hace tiempo y lo había dejado en el tintero para que no se lo adjudicaran a un club o escuela donde han estado o están mis hijos resultando contraproducente para ellos. Pero, el viernes pasado ocurrió algo que me lleva a soltar el teclado sobre este tema y plantearlo porque vi la frustración de mi hijo, que está en las postrimerías de su vida escolar y a punto de comenzar su etapa universitaria. Claro, esa frustración estaba alimentada por la melancolía del momento de vida en el que está, pero no deja de ser un tema importante del que surge el llamado que haré más adelante.

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Ustedes me ven y escuchan a diario entrevistando a políticos, hablando de gobierno, fiscalizando y poniendo sobre la mesa de mis plataformas los asuntos de interés social. Pero quizás no saben que, como papá, he vivido durante la última década, más o menos, de cancha en cancha, durante los fines de semana, en la semana por las noches, participando de las prácticas, juegos y torneos de mis hijos en el baloncesto con Rafael Antonio y ahora en el voleibol con Lena Priscilla. Priscilla, mi esposa, y yo hemos vivido entregados al deporte escolar, infantil y juvenil, muy orgullosamente porque entendemos lo valioso e importante que ello es para la vida de ellos ante el interés que siempre han demostrado en esas disciplinas. En Puerto Rico, como nosotros, somos miles de padres y familiares los que vivimos en ese hermoso “trajín” semanalmente que resulta en un bálsamo -a veces agotador, no lo niego- en medio de nuestras responsabilidades regulares de trabajo. Ese mundo es, para mi decepción, un escenario que el país desconoce y muchas veces no reconoce como importante para nuestra vida colectiva.

En mi caso, no he sido un atleta nunca, pero vengo de una familia donde el deporte era casi parte de nuestras vidas. Mi abuelo Lenín López era maestro de educación física, árbitro de beisbol y boxeo, y fundó en Guayanilla el primer maratón femenino internacional. Mi papá fue maestro de educación física y jugó a nivel profesional baloncesto y voleibol. Y mi hermana, Sayra López, jugó voleibol superior con las Leonas y las Indias en la década de los ‘90. Mis maestros de educación física en Caribbean School de Ponce o en el Colegio Inmaculada Concepción de Guayanilla, Raúl Hernández, nunca pudieron sacar ese atleta en mí. Raúl se dio por vencido y pues, me puso como voz comercial de las transmisiones de radio de los Guayacanes de Guayanilla a los 13 años cuando ya mostraba interés por los medios de comunicación.

Hago todo este preámbulo para contextualizar mi planteamiento, no como deportista, sino como fiel creyente de que el deporte en la sociedad es uno de los elementos vitales para atacar nuestros problemas cotidianos.

He notado que en tiempos recientes se han perdido algunos valores importantes en el deporte infantil y juvenil, en el deporte escolar y a nivel de los clubes privados. No tiene que ver con el desarrollo atlético necesariamente sino en otros aspectos que son intrínsecos al deporte, es decir en la formación del ser humano como individuo de bien en la sociedad.

No logro descifrar el “turning point” y odio adjudicar estas cosas a los cambios en las mentalidades generacionales. Creo que echarle la culpa de los problemas a que “esta generación es así” es una explicación simplona para reaccionar a muchas de las conductas sociales que observamos. Prefiero pensar en que el problema está en la educación escolar y en el hogar, pues los niños nacen siendo pizarras en blanco que nosotros los adultos vamos moldeando.

La disciplina y la ética es crucial en el deporte. Las tardanzas y ausencias sin justificación, la dejadez y conducta antideportiva, de los atletas y sus allegados, es algo que vemos cada vez más. El problema, en muchas ocasiones provocados por los padres o tutores, se agrava cuando esas faltas -que afectan a un grupo en el caso de los deportes colectivos- no tienen consecuencia sobre el atleta tanto en el deporte como en el expediente académico en el caso del deporte escolar. Y eso ocurre porque algunos padres, familiares o tutores, algunas organizaciones, algunos clubes y algunas administraciones escolares no lo toman en serio. Lo ven, algunos, desgraciadamente, como parte de un entretenimiento, cuido para los niños o terriblemente como un negocio.

El viernes pasado al equipo de mi hijo se le confiscó un juego en un torneo escolar por una supuesta violación al reglamento que impedía la participación de jugadores de unas edades. La confiscación ocurrió post juego, luego que el equipo de mi hijo ganara, tras haber acordado que se permitiría tal composición del equipo y habiendo el otro equipo cometido la misma violación. ¿Pero saben por qué lo hicieron? Porque el equipo perdedor era el equipo de la escuela anfitriona cuya derrota implicaba su eliminación y por ende que esos seniors tendrían una vergonzosa culminación en su último torneo local. El “prestigioso” colegio sanjuanero, que tiene monjas y todo, optó por la trampa y no por la honestidad, para que su equipo siguiera presentándose ante sus colegas.

En medio de todo esto existe en el Departamento de Recreación y Deportes (DRD) un reglamento que regula el deporte de los menores de edad. ¿Lo sabía? Pues sí. Quizás no lo sabe porque como tantas cosas en Puerto Rico, donde se legisla sin comprender la capacidad del Estado para ejecutar la ley, el DRD no tiene personal para hacerlo cumplir. Allí se regulan todas estas cosas y más, mientras hay un sector que entiende que el mismo es contraproducente para el desarrollo de nuevos atletas.

Lo que no se dan cuenta los empleados de las monjas católicas o aquellos padres, maestros o clubes que incurren en esto, o no imparten consecuencia a estas fallas, es que derrotan doblemente el objetivo del deporte infantil y juvenil, que es, no solamente desarrollar atletas, sino formar buenos ciudadanos, disciplinados, éticos y con buenos valores.

Hago un llamado a que todos los implicados reflexionemos y corrijamos las fallas. Necesitamos una mejor sociedad, mejores ciudadanos, mejores futuras generaciones, y el deporte es instrumental. Pero el deporte bien llevado, bien hecho, en todas sus dimensiones. Como es.

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