Opinión

¿Y cuándo hablamos del problema de vivienda?

Lea la columna del periodista Julio Rivera Saniel

Metro Puerto Rico
Julio Rivera Saniel Metro Puerto Rico

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Solo hay que abrir bien los ojos cuando se transita por cualquier casco urbano del país. Se han convertido en enormes espacios abandonados, en el mejor de los casos con alguna que otra actividad comercial que ha logrado sobrevivir. Eso y una amplia proliferación de templos que han encontrado allí espacio de alquiler barato donde reunir feligreses. Son espacios muertos, con actividad económica limitadísima y, en contraste, un amplio catálogo de estructuras en desuso gracias a aquella idea del progreso que se nos vendió por años en la que “echar pa’ lante” al pueblo era sinónimo de abrir centros comerciales en la periferia y construir urbanizaciones lejos del centro tradicional. Ahora, sin vecinos que ocupar los cascos antiguos y sin clientela que sustente los negocios tradicionales, pocos han sobrevivido dejando como herencia ciudades fantasma. Verdaderas bocas de lobo cuando cae la noche.

El panorama es similar cuando nos movemos a decenas de urbanizaciones, de esas que nacieron para allá para la década de 1970 y que sirvieron de hogar para las familias que lograron movilidad social y entraron por la puerta ancha de la clase media. De lado a lado hay cientos, sino miles de propiedades vacías. Algunas, porque no tienen herederos. Otras, porque son la manzana de la discordia en disputas por herencias. Otras porque aunque tienen herederos, no están interesados en vivirlas. Sus vidas están o fuera de allí o, incluso, fuera del país.

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Y si a la fórmula añadimos las decenas de escuelas públicas que fueron cerradas en los pasados cuatrienios, redondeamos el asunto. Espacios en concreto con cientos de salones vacíos y áreas comunes. Lugares que muy bien podrían ser reutilizados pero que, en su lugar, hemos decidido que su mejor uso es como potreros improvisados y criaderos de sabandijas. Piénselo con detenimiento. ¿Cómo tiene sentido que tengamos tantas estructuras vacías, en desuso o subutilizadas mientras repetimos hasta el cansancio que hace falta vivienda asequible? En un país donde resulta cada vez más complicado adquirir una propiedad, incluso para personas con salarios fijos y estudios universitarios, el Gobierno y muchos de quienes aspiran a serlo han fallado en producir propuestas para atender este asunto, a pesar de la cercanía con el periodo electoral y a pesar de que es uno de esos temas de futuro en los que se nos va la vida. Seguro que localmente la reutilización de estructuras y espacios ya impactados por la construcción es un tema nuevo o poco discutido. Sin embargo, basta echar una mirada a la experiencia internacional para ver que si hay interés podríamos encontrar ideas para desarrollar nuestro propio modelo de reutilización de estructuras, si es que al hacerlo reducimos tanto costos como la huella de construcción en un territorio como el nuestro que es limitado por su extensión geográfica. Si no queremos mirar muy lejos, en Nueva York se ha trabajado la idea de reutilizar, por ejemplo, escuelas, para convertirlas en vivienda. Un caso que conozco porque lo he visitado en varias ocasiones es “Art Space”, que ubica en el corazón de El Barrio. Una antigua escuela que ha sido reformada para convertirla en un espacio de vivienda a bajo costo en medio de una ciudad con costos altísimos de renta. Solo imagínelo. Lo que eran aulas, fueron repensadas como pequeños estudios. Los auditorios en centros comunales. Y todo sin necesidad de impactar nuevos espacios para construcción y dándole forma a una escuela que ya no era viable. ¿Por qué no estudiar ese modelo localmente?

En otras jurisdicciones, como en España, ya se habla de la “Arquitectura del reciclaje” en donde se reutilizan espacios ya impactados para darle nuevos usos o se reutilizan materiales que antes no eran pensados como herramientas de construcción... Recuerdo que para allá para el 2022 en Barcelona, España, se había experimentado con la utilización de módulos/ contenedores para edificar 77 viviendas de bajo costo y totalmente funcionales. En fin, que los nuevos problemas requieren nuevas soluciones. Pero para encontrarlas es preciso comenzar a buscarlas. ¿Para cuándo lo dejamos?

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