El impacto del calor extremo en el proceso lectivo del país fue primera plana constante durante semanas en los medios de comunicación del país. Un asunto que inició como un reclamo a través de las redes sociales. Diariamente, estudiantes y personal escolar acudían a las distintas plataformas para denunciar que tomar e impartir clases bajo condiciones de temperaturas extremas era un reto monumental. Y los reclamos llegaron a los medios de comunicación. Y las historias reseñadas provocaron el interés del Estado (que no podía darse por enterado del calor porque por la pasada década el asunto ha estado advertido por la comunidad científica), y cumbres para discutir y re-discutir el asunto. Y reuniones para dar seguimiento a reuniones en las que, reunidos, reunían ideas sobre cómo atender el asunto. ¿Qué ideas? Pues comprar acondicionadores de aire, poner a funcionar fuentes de agua(que se supone funcionen en condiciones normales). Pero también establecer “puntos de hidratación” que estarían “ubicados en lugares estratégicos”, alimentación saludable (faltaba menos) y hasta “entrenar a las enfermeras” para que supieran identificar y manejar síntomas de calor extremo. Vamos, como si por su educación en la enfermería no eran ya capaces (¿cierto?) de identificar personas que experimentaban consecuencias del calor extremo. Toda una lista de medidas que, juntas, se supone que conformaban un “plan integral” y “exhaustivo” para atender el asunto. A todo lo anterior se añadió una parte fundamental: las mejoras a la infraestructura. Un asunto que requeriría de un estudio de necesidad para establecer qué habría que hacer en cada plantel escolar. Desde la potencial colocación de acondicionadores de aire, la instalación de subestaciones eléctricas que permitieran conectar esos acondicionadores y/o abanicos, entre otras cosas.
Pero seis meses después de las reuniones, las vistas, las cumbres e incontables primeras planas, aún no hay un plan. No lo hay a punto de comenzar una nueva ola de calor que según todo pronóstico superará la del año pasado. Y, con toda probabilidad, no lo habrá cuando comience el calor en todo su apogeo. Ya me los sospechaba. Por eso arranqué esta semana mi programa “Pega’os en la mañana” por Radio Isla 1320 solicitando una entrevista con la secretaria del Departamento de Educación, Yanira Raíces y con la presidenta de la Comisión de Educación de la Cámara de Representantes, Deborah Soto. Esta última me concedió la entrevista y en ella me confirmó que las recomendaciones producto de las vistas públicas que sobre el tema se llevaron a cabo el pasado año en la comisión no fueron implementadas. Aunque se aprobó un proyecto que ordenaba un estudio de viabilidad y se estableciera un plan para determinar cuáles salones requerían acondicionadores de aire o cambios en la infraestructura para atender este problema que llegó para quedarse, el proyecto fue vetado por el Gobernador por entender que resultaría muy costoso.
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También el lunes en Radio Isla 1320 el director de Infraestructura del Departamento de Educación, José Basora Fagundo, le confirmó a Milly Méndez que este año no se hará nada distinto a lo que se hizo el pasado año para atender el problema del calor extremo. ¿La razón? A estas alturas aún no han comenzado los estudios necesarios para determinar la viabilidad de medidas como la instalación de acondicionadores de aire. O lo que es lo mismo, todavía el Departamento no ha comenzado el proceso que le permitiría decidir qué es lo que tiene que hacer. En concreto, el comité evaluador de Educación se encuentra evaluando “as we speak” diferentes propuestas de estudios de viabilidad para la instalación de acondicionadores de aire en algunas escuelas. El análisis debe terminar este viernes.
Es decir, que seis meses después que se dijo que comenzarían los estudios para elaborar un plan, el análisis continúa y la ausencia de plan también. Que cuando comience la ola de calor de 2024 (que será más intensa que la del año anterior) estaremos en la misma posición que con la ola de calor de 2023. Que parecería que la acción para atender los problemas y promover planificación para atenderlos está supeditada al nivel de atención pública que esos problemas reciben. Una fórmula en la que a más interés público, más atención del estado. Y viceversa.
Pues eso. Que no ha pasado nada. Que seguimos caminando en círculos. Que arrastramos la misma calentura. Que hay que tener paciencia.