A menos de un año de las elecciones y en medio del proceso de radicación de candidaturas, en el tribunal federal ha comenzado otro juicio por corrupción gubernamental que promete ser uno de los más escandalosos en tiempos recientes. Aunque la exrepresentante María Milagros Charbonier del PNP no era una protagonista en la creación de políticas públicas desde la Asamblea Legislativa, sí era muy vocal por sus posturas ultraconservadoras e irónicamente “puritanas” que le convertían en un personaje taquillero en la discusión pública mientras le duró su presencia en la vida pública.
Ayer comenzó el desfile de prueba y ya los primeros testigos comenzaron a relatar sobre un alegado esquema en el que la exlegisladora le aumentaba los sueldos a sus ayudantes para que estos les devolvieran parte del dinero. La fiscalía adelantó, en la exposición inicial de su teoría ante el jurado, que la prueba demostrará que el dinero fue enterrado en un patio para ocultarlo de los federales en medio de la investigación. Por su parte, la defensa anticipó que presentarán una teoría que descartaría la connotación ilegal que el Gobierno le adjudica a tales acciones.
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Sea cual sea el resultado de este caso, lo cierto es que estamos ante un juicio que contribuye grandemente a la imagen lacerada que enfrentan nuestros políticos y de cara a las elecciones afecta al PNP. Otros juicios en progreso, como los de los alcaldes de Ponce y Mayagüez, afectarán por su parte al PPD. Es decir, el gran perdedor de esto es el bipartidismo y el ganador es de quienes promueven su derrocamiento, la alianza encabezada por Juan Dalmau. Si eso se traducirá en las urnas, está por verse. La historia nos dice que ello no ha ocurrido en circunstancias parecidas o peores.
Lo que me preocupa de este caso y el esquema planteado es la recurrencia con la que ocurren los mismos actos de una manera burda. Reconociendo que a “Tata” Charbonier se le presume inocente hasta que el jurado determine lo contrario, el modus operandi de la corrupción alegada es el mismo de otros políticos que en las pasadas dos décadas han sido convictos.
El más notorio es el del fenecido ex presidente de la Cámara de Representantes Edison Misla Aldarondo a principios de la década del 2000. “Tata” Charbonier, por su edad, tiene que conocer muy bien ese caso. Misla fue acusado por los federales de lo mismo, inflar algunos salarios de sus ayudantes para que estos le devolvieran parte del dinero para su beneficio personal. En aquel caso los ayudantes iban al banco, cambiaban los cheques y le entregaban el dinero en efectivo. Aquí la alegación es que parte del dinero se transfería electrónicamente por ATH Móvil, cosa que, si es cierto como parte de un esquema ilegal, es una gran desfachatez por el poco o ningún temor a ser capturado. Eso solo se hace desde la prepotencia y una embriaguez de poder.
Como el caso de Misla hay tantos otros que ocurrieron antes y después. Entonces, ¿Por qué no se aprende la lección? El sistema está fallando en algún punto. De la misma forma que las sentencias a los asesinos y narcotraficantes no persuade a otros para dejar de delinquir, aquí vemos lo mismo, pero en la llamada corrupción de cuello blanco.
Ante esta falla evidente en el sistema (y no me refiero solo a tribunales, policías o departamentos de justicia estatal o federal), nos toca a los ciudadanos tomar el control del sistema. La próxima oportunidad que tenemos es en el proceso electoral. A mi juicio, no se trata de tumbar a un partido para subir al otro porque así hemos estado en Puerto Rico por los pasados setenta años. Se trata de, como dije en un escrito anterior, escoger a los candidatos que entendamos sean los más capacitados, que puedan ejecutar soluciones viables y reales ante nuestros problemas actuales.,
Mientras tanto, veamos cómo le va a “Tata” en los próximos días.