Opinión

La Alianza, ¿va?

Lea la columna del periodista Julio Rivera-Saniel.

Metro Puerto Rico
Julio Rivera Saniel Metro Puerto Rico

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El anuncio de La Alianza entre el Partido Independentista Puertorriqueño y el Movimiento Victoria Ciudadana sigue acaparando titulares una semana más. Por supuesto que el tiempo dirá cuál será el alcance del proyecto político que proponen ambas colectividades, pero dos cosas quedan claras. La primera, que no ha dejado a nadie indiferente y, la segunda, que su aparición llega con una larga lista de retos. Tanto para el junte y su ejecución, como para el resto de la clase política.

Del lado de La Alianza varios retos parecen obvios, a juzgar por las reacciones de ciudadanos que no son militantes de los dos partidos políticos proponentes. Precisamente los mismos que deberán ser conquistados si el proyecto político busca posibilidades reales de triunfo. El primero de esos retos a la hora de pescar votantes desafectos de otros movimentos políticos es el límite entre la percepción y la realidad.

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Es evidente que para un importante número de electores militantes de los partidos históricos “La Alianza” puede ser percibida como un junte de fuerzas independentistas. Y es así en gran medida porque el grueso de sus rostros han sido vocales a favor de la independencia.  Ese asunto ha sido precisamente la primera piedra que ha comenzado a empujar del camino el liderato del junte y, no es casualidad, que sea la primera línea de ataque de militantes del PNP, La Pava e incluso Proyecto Dignidad a la hora de disparar en dirección de La Alianza. Para anclar sus argumentos, se hacen valer precisamente del papel protagónico que tienen en el junte figuras abiertamente independentistas y han cuestionado la afiliación política del único líder del junte que se ha asociado formalmente con la estadidad, el representante José Bernardo “Betito”Márquez.  Incluso el alcalde de San Sebastián, Javier Jiménez, acusó a Márquez de tener “problemas mentales” al identificarse a sí mismo con estadoista, en una especie de “dime con quien andas”. Claro que Proyecto Dignidad también apuesta a convocar a los electores fuera de líneas ideológicas de estatus (Javier Jiménez es estadista y su principal voz legislativa, Joanne Rodríguez Veve, es independentista) pero para Dignidad el tema de la independencia no ha sido un flanco de ataques, probablemente porque la mayoría de su liderato se identifica con la anexión.

Es un hecho que los partidos históricos han provocado la molestia y el desapego de un importante grupo de electores al punto de que los últimos gobernantes han sido electos por el 44% (Rosselló) o el 33% (Pierluisi) de los votos. Sin embargo, está por verse cuántos de ese 67% de los electores que votaron por “älguien más” serán convencidos por La Alianza de que el junte es la alternativa correcta para confiar su voto y de que un voto por ellos no es el equivalente a un endoso a la independnecia. Es importante recordar que en las más recientes consultas de estatus claramente han dominado las fórmulas que proponen alguna forma de unión a los Estados Unidos, particularmente la estadidad. A lo anterior, añada al reto convencer a los votantes que la organización política alejada de las fórmulas de estatus es posible. Ya otros movimientos lo han intentado en el pasado (Puertorriquenos por Puerto Rico, por ejemplo). Se verá si los electores están listos a dejarse convencer por ese tipo de  propuesta o no.

Por otra parte, aunque los partidos históricos se nieguen a aceptarlo, el desgaste de sus propuestas ha mostrado una tendencia a ganar terreno en los pasados procesos electorales. Las acusaciones por corrupción tuvieron un alza histórica en este cuatrienio, sobre todo las de alcaldes y legisladores. El cansancio y la desilución podrían girar en contra de los “partidos históricos” si la idea de la “limpieza” no percola entre los votantes. Y esa podría ser la criptonita que, junto a los procesos primaristas que se plantean como inminentes, podría darle un buen zarpazo a los partidos históricos. Claro que es muy pronto para poder poner respuestas a todaa estas preguntas y, por lo mismo, para saber si La Alianza será una verdadera revolución electoral u otro “buen intento”, pero todo apunta a que el escenario electoral está por experimenta cambios que definirán al elector de futuro.

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