El viernes parecía como si el cielo se hubiera abierto. La lluvia fue interminable y, aunque los meteorólogos nos advirtieron que se trataría del “episodio de lluvias más importante del año” creo que lo subestimamos.
En efecto, llovió sin parar durante horas y eso se tradujo en caos. Carros flotando en avenidas principales, un tapón descomunal que detuvo por tres horas a los conductores en el Túnel de Minillas, derrumbes, deslizamientos y propiedad perdida principalmente en San Juan, Guaynabo y Cataño. Al mismo tiempo, la marejada destruía el tramo de una carretera en Loiza, derrumbaba una enorme verja y amenazaba los cimientos de las casas ubicadas en la costa. Esa misma costa que hace 40 años era mucho más ámplia. El cambio climático en todo su esplendor.
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Puerto Rico no está solo. Si usted sigue la actualidad noticiosa fuera de nuestras fronteras, se habrá dado cuenta. Pero si no es el caso, le cuento. Tome el caso de Grecia que este septiembre vivió inundaciones sin precedentes gracias a los efectos de la tormenta Daniel. Allí se creó un efecto que fue descrito por los medios locales como “medicane”. Un fenómeno poco común que comparte características con los tifones y que liberó más lluvia de la que se siente en ese territorio en un año. Unas 15 personas murieron. Poco después, un contraste inusual. De la lluvia extrema, Grecia pasó a experimentar fuegos que paralizaron por completo el turismo en la isla de Rodas.
Ese mismo sistema devastó Libia en donde se reportaron lluvias que arrasaron pueblos enteros. En algún momento habían sido reportados casi 4 mil muertos y 9 mil personas estaban desaparecidas. Y si sigue buscando encontrará situaciones brutalmente atípicas en Asia y cerca de nosotros en Brasil, donde se registraron más de 30 muertes, también en septiembre, tras las inundaciones en el estado de Rio Grande do Sul, que fueron como el peor desastre natural para esa zona en 40 años. La Tierra nos ha hablado claro.
Pero aunque lo ha hecho y las advertencias de los científicos han sido claras, la acción para prepararnos ha sido limitada. Localmente ni siquiera el tema del calentamiento global es asunto de discusión frecuente. En países de Europa, por ejemplo, la prensa dedica desde hace años espacios semanales o diarios a la discusión del cambio climático. De igual manera, hay países que ya promueven legislación que limita las emisiones de contaminantes, reconoce la existencia de un problema de temperaturas que llegó para quedarse, promueven adaptaciones a la vida urbana y las construcciones; al tiempo que intentan aumentar la siemnpre de árboles y reducir las emisiones de contaminantes.
Pero Puerto Rico no. Para que usted tenga una idea, según revelaba este mes un artículo de la periodista Hilary Guzmán, el Gobierno ha fallado en cumplir con su propia Ley 33 de 2019 que establece que todos los vehículos que adquiera el Estado desde entonces deben ser híbridos. La sugerencia de establecer una moratoria en la construcción en la zona costera ha sido ignorada abiertamente a pesar de la recomendación científica y a eso añada que el gobierno ha creado un Comité Asesor de cambio Climático que emitió un documento con más de 500 páginas que todavía no se ha discutido en sus méritos. Se trata de una suerte de guía para adaptarnos a los cambios que llegaron para quedarse. Al calor que seguirá en aumento. A la lluvia que incrementará de manera sustancial. Pero desde la oficialidad no se ve sentido de urgencia. ¿Para cuándo lo dejamos? Ya estamos advertidos. Después no se vale hacerse el sorprendido cuando los pronósticos se cumplan. Entonces, como siempre pasa, podría ser demasiado tarde.