No solo la precaria situación económica que vive la isla debe ser objeto de preocupación. Otro asunto asociado subyace como una suerte de elefante en la sala. Todos le vemos pero preferimos ignorar los problemas que trae consigo. Puerto Rico se está poniendo viejo.
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Según los demógrafos, si fuéramos a definir al puertorriqueño promedio, estaríamos hablando de un adulto de unos 45 años de edad. En efecto, un adulto aun en edad productiva pero a punto de tomar la curva que le aleja de ese perfil demográfico. Aun joven pero en algunos años ya dejara de serlo. Y eso tiene consecuencias sociales y económicas que nuestros gobiernos han preferido ignorar. Una vez más. Porque en ausencia de planificación centrada en datos científicos, la única política pública parece ser la ausencia de ella. Una ecuación peligrosa porque eso de envejecer en el contexto de un territorio nacional no es cosa pequeña.
Desde esta esquina ya hemos hablado de la baja natalidad. Uno de los ingredientes de ese envejecimiento poblacional que ya es una carga. A eso añada la migración masiva que ha experimentado la isla en la última década. En ambos casos nuestros gobiernos no hicieron nada. Nunca lo hacen cuando se trata de las advertencias de los expertos. No lo hicieron con la deuda (los economistas advertían la quiebra; los políticos les llamaban mentirosos) y tampoco con el envejecimiento poblacional. Ahora ha pasado como con todas las demás advertencias. Llegó “El Cuco” y nosotros, como de costumbre, lo recibimos “calzones abajo”. Al desnudo. Sin plan e irremediablemente indefensos.
Las alertas estaban por todas partes para quien estaba dispuesto a escuchar. Se nos dijo que con una baja poblacional e incrementos en las ventanas de retiro, las jubilaciones de muchos empleados públicos estarían en peligro entre otras cosas porque no habría quien continuara aportando a los fondos de pensiones. Antes se nos advertía que si reducía la población y continuaba el envejecimiento teníamos que prepararnos con una mayor red de cuidadores. Ahora no hay suficientes amas de llaves o cuidadores a domicilio. Se nos advertía que con la alta tasa de migración llegaría el momento en el que aumentaría la cantidad de personas que quedarían en la isla, sin familiares y abandonados a su suerte, sobrecargando al gobierno. Ahora el Departamento de la Familia batalla con el número cada vez más creciente de adultos mayores abandonados, incluso en hospitales. Una crisis que requiere además un aumento exponencial en el presupuesto para pagar hogares de cuidado prolongado. Pero en tiempos de crisis y de la Junta de Control Fiscal, no siempre hay dinero suficiente para todo lo que hace falta atender. En consecuencia, mientras sube el número de viejos desatendidos que requieren cuidado en estos centros contratados por el Departamento de la Familia, incrementa el número de estos centros que rehúsan recibir personas enviadas por esa agencia ante el temor de no recibir su paga a tiempo. A todo esto añada la falta de planificación urbana para adaptar el país que hemos tenido al que comenzamos a tener. Calles y viviendas adecuadas a las necesidades de una población envejecida no solo no existen sino que ni siquiera se contemplan en momentos en que se aguarda por la utilización de miles de millones de dólares en fondos de recuperación. No hemos aprendido nada de nuestros errores recurrentes e insistimos en querer actuar desde la reacción en lugar desde la prevención y planificación.
Encima, con escasez de voces de alerta. Tome usted, por ejemplo, la Procuraduría de Personas de Edad Avanzada que, en la práctica, no existe. Como pasa con otras tantas procuradurías, aun cuando quienes ocupan las sillas son amables y contestan llamadas, dejan mucho que desear a la hora de abrazar las funciones de su puesto. De la procuraduría no se escuchan expresiones para validar los derechos y denunciar las carencias de nuestros viejos a menos que se le llame. Y así no funciona. La procuraduría evalúa, fiscaliza y, de ser necesario denuncia. El silencio no es una opción.
En fin que la isla envejece y a nadie parece importarle. Seguro será relevante cuando ya sea demasiado tarde para actuar