Hace unos años he tenido la oportunidad de visitar la ciudad de Nueva York con alguna frecuencia. Y al hacerlo he visto cómo el problema de las personas sin hogar se ha visto magnificado.
Primero te las topabas en determinadas áreas de la ciudad. Pero desde hace unos 5 años era cada vez más común encontrarlos en todas partes. Mi percepción estaba anclada en las cifras. Para que usted tenga una idea, según Coalition for the Homeless, en octubre de 2022 Nueva York alcanzó una cifra récord, al registrar unas 66 mil personas que debían dormir en refugios todas las noches. Un número importante eran personas con algún tipo de adicción. Pero en el grupo se estimaba que había más de 20 mil niños.
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Muchos de sus padres, según el grupo, trabajaban. Pero simplemente no podían costear los altos precios de vivienda de la Gran Manzana. Así que si no podían pagar por un techo, no tenías uno.
Localmente, ya comenzamos a mirarnos en el espejo de Nueva York.
Claro. Las cifras no son las mismas, dirá más de uno. Pero -saltando las distancias y las proporciones- es preciso reconocer que Puerto Rico ya enfrenta un alza en el sinhogarismo y una escasez creciente de casas a buen precio. Y no hablo de vivienda pública. Otra de las variables presentes pero ignoradas que nos advierten que el problema de vivienda local va empeorando sin que desde la oficialidad se discutan alternativas. Esta semana la organización Continuo de Cuidado a personas sin Hogar reveló los detalles del conteo anual de esta población y dejó claro que en solo 24 de los 78 municipios que fueron monitoreados, se ha reportado una cifra de 1,077 personas sin hogar. Un aumento si se compara con la cifra del 2022 en la que fueron identificados 1.026 individuos sin casa. Al igual que en Nueva York, el grueso del grupo tiene problemas de uso y abuso de alcohol o drogas ilícitas. Sin embargo, lo que resulta preocupante es que según el sondeo el 29.2% de esa población afirma haber llegado al sinhogarismo luego de haber quedado sin empleo o confrontar problemas financieros. A eso sume que el 6.2% vive en la calle porque fueron desahuciados de sus viviendas.
Los números del sinhogarismo en la isla (y en Nueva York) parecen ser la punta del iceberg del problema aun mayor de vivienda asequible. La que la clase media/trabajadora puede pagar. E indudablemente no se trata de casas en los bajos $400 o altos $300 mil disponibles en el mercado. Mucho menos las que rondaban esas cifras pero han duplicado sus precios en áreas como San Juan, Dorado o Condado gracias a la especulación producto de la inversión estadounidense en cash y a sobreprecio impulsada por exenciones contributivas. Esas están fuera de las posibilidades de la mayoría de los locales. Ya lo decía un reciente estudio económico que afirmaba que un matrimonio que en conjunto gane $50 mil al año (un matrimonio de servidores públicos, por ejemplo) no podría ni remotamente comprar una casa a los precios del mercado, aun cuando ambos están empleados y con salarios fijos.
Ante ese escenario resulta doloroso ver como el Gobierno solo ha decidido mirar a un lado mientras el problema sigue creciendo. Otras jurisdicciones, como Nueva York, al menos han comenzado a explorar ideas para atender el asunto. Entre otras cosas, la reutilización de espacios para convertirlos en vivienda que los trabajadores puedan pagar. Tome usted el caso del “Proyecto Art Space” en El Barrio. Una antigua escuela que en 2015 fue transformada en un proyecto de vivienda para personas vinculadas al arte. El proyecto proveyó 89 apartamentos de os cuales, un número importante se reservó para personas que probaran tener ingresos anuales de $23, 520. Ese renglón pagaría una mensualidad de $424. Como era de esperarse, el proyecto se llenó de inmediato. ¿LA lista de espera? Más de 50 mil personas con esos ingresos. Evidentemente no era suficiente, pero si un buen paso. Según datos provistos por la Ciudad de Nueva York, en 2022 se dispararon las ejecuciones hipotecarias hasta alcanzar casi 200 mil personas que fueron sacadas de sus casas porque, teniendo trabajo, no podían pagar.
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Añada a esto que la lista de propiedades que podrían ser alquiladas están en inventario de plataformas de alquiler a corto plazo como Air B and B. De hecho, ya se ha aprobado legislación para evitar que
Localmente, más allá de la vivienda pública y cupones para la llamada Sección 8, son pocas las opciones cuando se trata particularmente de la clase trabajadora. Como resultado, se quedan sin opciones.
Mientras otras jurisdicciones, como el propio NY, han comenzado a limitar (no eliminar) los alquileres a corto plazo, reutilizar estructuras, entre otras medidas que buscan ampliar el catalogo de vivienda a precios razonables para la clase media/trabajadora, aquí -como en muchas otros asuntos- no pasa nada.
Nada se hace, nada de propone, nada se aprueba. Nada. Mientras tanto, nada de opciones. ¿Cuándo comenzamos a buscarlas?