Me tiro. Ya sé que el llamado de la pastora Iris Nanette Torres no fue lanzado en mi dirección pero tengo que confesar que escuchar lo dicho por la religiosa me resultó doloroso. Y no me refiero a sus procupaciones por el contenido de piezas legislativas. Después de todo, tiene todo el derecho de expresar su opinión sobre ellas y dejarla consignada para el récord público. Me refiero a las expresiones altamente discutidas en el foro público en las que recurrió a la humillación y la burla como herramienta de evangelización y sustituta de las ideas. Una estampa que provocó no solo dolor sino rabia. ¿Cómo alguien podía hablar así, desde el púlpito, y en nombre de Dios?
Pero si doloroso fue escuchar las declaraciones inicialmente emitidas, más lo ha sido ver cómo algunos de sus seguidores valida y respaldan esas declaraciones, y como la pastora se ha reiterado en lo dicho. En el comentario hiriente. En la humillación y la carcajada. En el juicio sobre el físico de una mujer como sustituto al argumento bien documentado. La soberbia en pleno despliegue. Esa misma soberbia que no es un valor cristiano e intuye falta de humildad y de esa disposición que debemos tener todos de reconocer el error y enmendarlo.
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Sí. La pastora fue racista. Le explico por qué. Como paso previo dejo claro que el que pensemos que no lo somos no es suficiente. Para no ser racista es necesario, precisamente, no serlo. Y eso se demuestra en los hechos. Fíjese cómo en una misma oración la religiosa menciona dos mujeres. Por un lado, la senadora María de Lourdes Santiago y por el otro la también senadora Ana Irma Rivera Lassén. A la primera la llama por su nombre. Con la segunda entiende necesario primar el destaque de su color de piel, colocarlo en diminutivo e insistir en repetirlo una y otra vez para luego lanzarle un reto a tirarse, porque “está llanito”. La pastora no solo fue racista sino que también fue arrogante.En lugar de aprovechar la ocasión para centrarse en la explicación de sus argumentos en contra de las posturas públicas de la senadora decidió tratar de humillarle.
Con Vargas Vidot la historia fue similar. Sin haber cruzado palabra con el senador decidió que el púlpito y frente a la cruz de Cristo era el lugar adecuado para soltar una carcajada llena de desprecio para luego concluir que el senador necesitaba un baño. ¿De qué dios aprendió que la burla y el desprecio son valores anclados en la Fe? No conozco ninguno, ni en nuestro mundo cristiano ni en cualquier otra corriente religiosa. El escenario nunca debe ser herramienta de evangelización.
A todo lo anterior añada su falta de conocimiento histórico y el uso de la mentira como argumento. No. Los negros no buscamos privilegios. Decirlo es asumir en “copy y paste” los argumentos de los sectores racistas estadounidenses que atacan los movimientos que combaten el racismo. No busca superioridad sino equidad quien pretende que se le vea como igual en el trato, oportunidades y validación de derechos fundamentales. Su comentario fue ignorante. Y el reiterarse en él fue otra muestra de soberbia y prepotencia que no son saludables ni compatibles con la palabra de Jesús. Lo adecuado habría sido, al menos, educarse sobre el tema. Aún está a tiempo. Es perfectamente comprensible que tales nociones sigan vivas en nuestro país. Es uno de los vestigios que nos ha heredado el sistema esclavista que fue abolido hace 150 años y que requiere que todos estemos dispuestos a desaprender. Todos hemos sido ignorantes sobre un tema tan complejo. La ignorancia, si se tiene la intención, se combate con conocimiento.
El viernes, al referirse a la controversia, la pastora argumentó que sus expresiones no eran ni ofensivas ni racistas. Que “la mayoría no entiende”; que solo era una mujer apasionada. Pero no se equivoque. La humillación y el racismo nada tienen que ver con la pasión como característica del carácter. Ni con ovarios o testículos bien puestos. La burla no es fortaleza sino cobardía.
Comprendo que la pastora tenga diferencias con las visiones expresadas por los legisladores sobre piezas legislativas. De hecho, estoy seguro que muchos puertorriqueños comparten su opinión sobre muchos de esos proyectos. Las diferencias son parte de la dinámica de la creación de políticas públicas. Pero las ideas se combaten con ideas. La ausencia de ellas y su sustitución con las burlas y el desdén dice mucho de lo que falta en oposición a lo que se tiene. Nos toca a todos armarnos de buenas ideas; de argumentos. No de burlas o desprecio.
Esos es preciso descartarlos. Echarlos a la basura. Que de la altanería y el desprecio vemos lo suficiente a diario como para que también con ellas manchemos el púlpito, en nombre de Dios.