Opinión

Lisha, la influencer

Lea la columna del periodista Julio-Rivera Saniel

Columna de Opinión
Julio Rivera Saniel Columna de Opinión

En medio de la proliferación de violencia contra la mujer que vive la isla, el fin de semana nos ha heredado la noticia de una denuncia de agresión sexual. El hecho, que fue divulgado por la Policía, habría ocurrido en una fiesta en Carolina y ha llevado a la uniformada a realizar entrevistas e incautar videos de seguridad. Pero el caso tiene un elemento que ha afectado el tono de la discusión: la anfitriona de la fiesta es Lisha Ramón Mejías.

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Muchos le conocen por el famoso caso en el que el Departamento de la Familia consideró removerle permanentemente la custodia de su hija. Antes y después, sin embargo, la joven ha amasado una amplia lista de seguidores en sus redes sociales. Personas que se conectan diariamente a ver en vivo detalles de su vida, su negocio, la crianza de su hija y más, como si se tratara de un reality show. Así que al hablar sobre la mujer y ante la ausencia de términos que ayudaran a describirle al margen de su sombrero de comerciante, me referí a Lisha como influencer. Porque la mujer, nos guste o no, es una.

“La qué?” cuestionaba algún usuario de Twitter incómodo con la utilización de la palabra para describirla. Otro usuario de esa misma red me sugería que no utilizara el término “ya que no creemos que ejerza algún tipo de influencia sobre alguien”. Otros acusaban a los medios tradicionales de convertir a la mujer en influencer. Sin embargo, Lisha es influencer le guste y a mi, o no. Y lo que es no depende de los medios tradicionales. Ser o no ser influencer no depende de la televisión, la radio o lo que se escriba en los periódicos. Se trata precisamente de un fenómeno en el que figuras de diverso tipo (le caigan bien o no, compartan o no su marco de valores o intereses) logran alcanzar a miles e influenciar su toma de decisiones.

A veces logran esa conexión inicial con la gente gracias a acceso a medios tradicionales. Pero ese no es un elemento definitorio. Si miramos una definición aceptada sobre eso que llamamos influencer se le define como una persona que destaca en una red social, expresa opiniones y ejerce influencia incluso en su hábitos de consumo. Lisha encaja con esa descripción.

Si no, mire usted su enorme lista de seguidores. Hasta ayer acumulaba más de 300 mil . Sus vídeos se vuelven virales casi a diario  y no lo hacen gracias a la prensa o los medios tradicionales, sino a los miles de seguidores que comparten su contenido. Las marcas comerciales y proveedores de productos o servicios ya se han percatado de su alcance. Basta con mirar sus videos en los que es cada vez más común ver integraciones evidentemente comerciales, lo que valida que su plataforma no solo alcanza a muchos sino que esos muchos escuchan lo que tiene que decir. Estarán de acuerdo o en su contra; se reirán con ella o de lo que hace, pero le siguen.

Algunos cuestionan la utilización del termino influencer para referirse a la mujer porque no coinciden con su escala de valores. Pero para ser influencer, una figura no depende de quienes no le siguen. A esos no les influencia pero a quienes le siguen, con todo probabilidad sí.

Lisha es influencer. Tal como lo han sido figuras que no tienen espacio en los medios tradicionales pero que, con toda franqueza, tampoco lo necesitan. Influencer como Pinky Curvy, Chris Agront o Michael Flores, el mismo que resultó herido de bala en un intercambio de disparos con la policía y al que le siguen mas de 22 mil personas en Facebook y 144,000 en TikTok con un alcance de más de 2 millones de personas. Figuras que son validadas no por los medios tradicionales a los que en ocasiones llegan como consecuencia de su influencia en ese otro mundo de las redes sociales. Figuras que pocas veces son conocidas por el consumidor de medios tradicionales, pero que no dependen ni de esos medios ni de esos públicos para ejercer su influencia.

A usted tal vez no le gusta que lo sea. Pero ello no cambia los hechos en este basto mundo al que aplica aquello de que para los gustos, los colores.

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