Por alguna razón, en estas latitudes el activismo ambiental es para muchos sinónimos de anarquía. O de comunismo. Vaya usted a saber por qué, pero ante el criterio de muchos el tratar de seguir recomendaciones científicas o, en su defecto, las leyes vigentes y adecuadamente aprobadas, es “terrorismo”. Aun recuerdo cuando las comunidades de Fajardo y Luquillo luchaban para conseguir que se preservaran los terrenos del Corredor Ecológico del Noreste. O Cuando activistas han protestado por el acceso libre a las playas ante la construcción de estructuras ilegales que impiden el acceso.
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En todos esos casos, invariablemente, alguien ha levantado esas banderas desgastadas y contradictorias en donde se tacha de anarquía el reclamo de un orden lógico. Pero, a fin de cuentas, el tiempo -y la propia naturaleza- siempre se encargan de probar su punto. Si no, observe lo ocurrido en Villas de Parkvile 2 en Guaynabo.
Allí toda la zona recreativa del complejo de viviendas colapsó en medio de las lluvias. Pero aunque la percepción general apuntaba al efecto de las lluvias, lo cierto es que a esa hora no se había producido precipitación importante en la zona. Un asunto que el propio Servicio Nacional de Meteorología confirmaba. La destrucción de esa zona y la incertidumbre de las familias que parecen haber perdido no solo su hogar sino el dinero invertido parece haber estado relacionado al desarrollo del proyecto y la posible canalización de una quebrada utilizando un tubo que se rompió y, como consecuencia, saturó el suelo bajo los cimientos del edificio.
¿El segundo ejemplo? El condominio Sol y Playa de Rincón. El mismo en el que se pretendía reconstruir una estructura en una zona vulnerable a la marejada y donde la junta de dueños insistió en apelar los mandatos del Gobierno para derribar lo construido. La Junta de condomines de aferraba, pero no pudo hacer mucho para evitar lo inevitable. Los vecinos no derivaron la estructura, pero la marejada sí lo hizo. Algo que no debe ser sorpresa porque justo eso había anticipado la ciencia a pesar de la terquedad de los dueños del lugar.
¿Más ejemplos? Las inundaciones recurrentes en sectores de Toa Baja que han sido víctimas de una pésima planificación urbana. Como la zona cercana al parque industrial. O las inundaciones en zonas como Ocean Park u otros que ubican por debajo del nivel del mar y que no sobreviven lluvias copiosas sin la ayuda de bombas que extraigan el agua.
Aún así, a pesar de estos recordatorios, no tienen éxito los llamados a la acción de la comunidad científica que solicita una veda a construcciones en línea de playa o rigor en el cumplimiento de leyes ambientales.
Supongo que preferimos seguir chocando mil veces con la misma piedra y luego, a pesar de lo advertido, reaccionar con sorpresa. ¿Quien nos entiende?