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Opinión Alejandro Figueroa: Biden a la carga contra Trump

Lea la columna del abogado estadista Alejandro Figueroa

Alejandro Figueroa | Columnista

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Durante el último año, el presidente Biden ha carecido de una idea central que enmarque su administración. En las elecciones del 2020, Biden prometió derrotar dos plagas: el coronavirus y el entonces presidente Trump. Cumplió la última de esas promesas al ganar las elecciones. La primera se volvió gradualmente menos importante para la nación a medida que las vacunas y la exposición repetida cambiaron el COVID-19 de una amenaza existencial a una enfermedad manejable.

Eso dejó a la Casa Blanca de Biden en gran medida a la deriva, respondiendo a las batallas legislativas, las decisiones del Tribunal Supremo y las crisis fuera del territorio americano con una serie de políticas, algunas exitosas, otras no, pero sin un mensaje claro al cual los votantes puedan aferrarse para defender a al líder que eligieron.

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Ahora, gracias en gran parte a su antiguo némesis, Trump, Biden vuelve a tener un tema sobre el cual reavivar el ánimo de sus tropas. “Donald Trump y los republicanos del MAGA representan un extremismo que amenaza los cimientos mismos de nuestra república”, declaró en su discurso en horario de máxima audiencia desde Filadelfia el jueves por la noche.

“Esta noche”, dijo, “le pido a nuestra nación que se una detrás de ese único propósito principalísimo de defender nuestra democracia, independientemente de su ideología”.

Biden claramente cree en ese mensaje. También es cierto que los demócratas lo ven políticamente útil: la mayoría de los votantes ya ven a los republicanos como demasiado extremistas en algunos temas, en particular el aborto. El discurso de Biden buscó presentar esas posiciones extremas como parte de una ideología más amplia y amenazante: un impulso hacia el autoritarismo.

Trump ha ayudado mucho en ese esfuerzo. El último ejemplo se produjo el jueves, pocas horas antes del discurso de Biden, cuando el expresidente dijo en un programa de radio conservador que perdonaría a los acusados de los disturbios del 6 de enero en el Capitolio de Estados Unidos si recuperaba la presidencia.

De hecho, Trump aludió a indultos presidenciales acompañados con una disculpa para muchos a la vez que denunciaba el proceder de los fiscales y jueces federales. Según Trump, “Es una vergüenza lo que les han hecho. Lo que le han hecho a esta gente es vergonzoso”.

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El énfasis en el extremismo motiva a los votantes demócratas, ya movilizados por el fallo del Tribunal Supremo que anuló Roe v. Wade. Los demócratas esperan que el extremismo de Trump también pueda ampliar la brecha entre las los bandos pro y anti Trump del Partido Republicano, dando a los demócratas una oportunidad para atraer a algunos votantes republicanos más de centro.

“No todos los republicanos abrazan... la ideología extrema”, dijo Biden, y pidió a los “republicanos de centro” que se unan a él en su oposición a Trump.

Los líderes republicanos, por supuesto, reconocen esa amenaza y en respuesta han intentado presentar el discurso de Biden como un insulto a los votantes republicanos.

Biden debería ofrecer una disculpa por “calumniar a decenas de millones de estadounidenses como fascistas”, dijo el líder republicano de la Cámara, Kevin McCarthy, de Bakersfield, antes del discurso.

En Pensilvania, donde habló Biden, brinda un excelente ejemplo de las esperanzas de los demócratas de ganar al pintar a los candidatos republicanos como extremistas: múltiples encuestas muestran que los candidatos demócratas tanto para gobernador como para el Senado lideran el estado, en gran parte porque sus oponentes respaldados por Trump no logran atraer el voto de los votantes que no están afiliados a partido alguno.

Al posicionarse como un defensor de la democracia, Biden puede afirmar legítimamente que ha logrado algún progreso en su promesa de campaña de una mayor unidad nacional.

En los últimos dos años, el Congreso ha aprobado una importante legislación bipartidista, que incluye una medida de $1 billón para mejorar la infraestructura del país, incluidas carreteras, puentes, sistemas de agua y conexiones de banda ancha, y un proyecto de ley para inyectar $280 mil millones en la financiación de la investigación y la construcción de la industria nacional de semiconductores. En ambos casos, las medidas lograron objetivos que habían sido bloqueados por estancamientos en el Congreso durante años.

Y según al menos algunas medidas, las divisiones de la nación han comenzado a disminuir desde que Biden asumió el cargo.

Trump no inventó la ideología que ahora lleva su nombre. Pero él le dio voz y rompió el poder del establecimiento republicano que había tratado de mantener bajo control al ala derecha del partido, incluso cuando buscaba el beneficio de sus votos. Trump sigue siendo una figura singularmente polarizante y, para beneficio de Biden, uno que se niega a abandonar el escenario. La perspectiva de derrotarlo atrajo a los demócratas en el 2018 y nuevamente en el 2020. Al enfrentarse a una elección intermedia con sus índices de aprobación aún peligrosamente bajos, no se puede culpar a Biden por ir al ataque de Trump en busca de la trifecta.

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