En la reciente entrevista que Aníbal Acevedo Vilá hiciera al embajador Peter Rosenblatt, arquitecto de los acuerdos de libre asociación de EEUU con las tres repúblicas del Pacífico, surge la importancia de comprender la diferencia entre mercado común y acuerdo de libre comercio, diferencia fundamental para entender a cabalidad la importancia de la soberanía para crear una economía productiva, es decir, crear empleos.
En un mercado común, los países incluidos, sean dos o más, acuerdan, en bloque, y de forma exclusiva, los mismos aranceles, cuotas, regulaciones fitosanitarias y leyes comerciales entre sí, y también los requisitos comunes en estas categorías para terceros países. Los países que entran en este tipo de arreglos son por lo común economías similares en tamaño, con industrias y sectores económicos compatibles, a quienes les conviene más competir en bloque en la economía mundial que competir por separado. Este tipo de arreglo ofrece grandes retos, dado que resulta cuesta arriba mantener un crecimiento económico parejo entre países con sus propios intereses, necesidades y circunstancias. Un ejemplo de este tipo de arreglo es la Unión Europea.
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Un acuerdo de libre comercio se establece entre países que desean complementar sus economías, supliéndose libremente, fuera de barreras comerciales, productos y servicios en los que uno y otro no compiten entre sí, y llegando a arreglos comerciales mutuamente beneficiosos en aquellos productos y servicios que sí compiten. Existen acuerdos de libre comercio que tocan meramente asuntos comerciales, y existen otro más amplios que tocan asuntos de servicios, propiedad intelectual, compras del Estado, inversión extranjera, etc. Quizás el acuerdo de libre comercio más conocido es el TLC de Norteamérica (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), que incluye a los Estados Unidos, México y Canadá. Por tomar un ejemplo, dentro de dicho tratado, Canadá le impuso aranceles de 200% a la leche fresca de los Estados Unidos para proteger su industria lechera de una industria lechera fuertemente subsidiada por el Estado contra la cual no podría competir.
Es importante señalar que la parte libre de un acuerdo de libre comercio sólo aplica aquellos productos o servicios que una de las partes no produce u ofrece. Cuando se trata de productos que ambos producen, y servicios que ambos ofrecen, entonces se negocia según las circunstancias de cada cual. Aquí entran en cuenta aranceles, cuotas, reglamentos fitosanitarios y demás artilugios. En estas negociaciones, cuando un país protege un sector económico nacional porque el sector económico del otro país es más fuerte y crearía un desbalance competitivo, lo hace imponiéndole tarifas arancelarias para obligar que ese producto importado, cuando llegue al consumidor nacional, sea siempre un poco más caro que el mismo producto nacional. En este sentido, debe subrayarse que proteger un mercado no significa prohibir importaciones que compiten, como tampoco lo libre de un acuerdo de libre comercio significa que los productos entran y salen entre los países sin restricciones.
En la actualidad, Puerto Rico no tiene capacidad alguna para proteger sus sectores económicos productivos, sobre todo de la competencia desleal que imponen los productos estadounidenses sobre los nuestros. Sin embargo, pese a que Puerto Rico no puede imponerle ningún tipo de arancel o cuota a ningún producto estadounidense, Estados Unidos le imponen barreras arancelarias a nuestro casi único producto competitivo, el famoso impuesto al ron, encareciendo nuestro producto en el mercado estadounidense, impidiendo que nuestra industria del ron sea mucho mayor de lo que es ahora. Igualmente ocurre con la carne de cerdo de Puerto Rico, que no puede entrar a los EEUU por impedirlo sus reglas fitosanitarias relacionadas a la fiebre porcina. En Puerto Rico no existe una industria porcina por la imposibilidad de competir con la industria estadounidense altamente subvencionada. Si eso no es competencia desleal, que baje Dios y lo declare en persona. Si eso no es imposibilitar el desarrollo de una economía, entonces yo no sé qué pueda ser.
De nuevo, cabe recalcar que tal vez la importancia principal de la soberanía en un tratado de libre asociación sea precisamente la capacidad de Puerto Rico para crear, por primera vez en su historia, sectores económicos nacionales fuertes, con la capacidad para crear los empleos que necesita el país, protegidos mediante barreras arancelarias y no arancelarias. Puesto que Puerto Rico apenas produce nada actualmente, esto aplicará en un principio a sectores de la agroindustria, y se expandirá en la medida que el capital puertorriqueño entiende la nueva realidad y confía en ella. La soberanía es sobre todo para crear una economía, la economía que el colonialismo le ha negado a Puerto Rico y que todavía le niega.