Opinión

Opinión de Juan M. Frontera Suau: Un pueblo a la deriva

Lee aquí la columna del vicepresidente de Proyecto Dignidad.

Observo con detenimiento los retos y oportunidades que enfrenta Puerto Rico en el mundo de hoy. El solo levantarme todos los días e intentar palpar la realidad insular, y la mundial, conlleva un ejercicio que integra múltiples esfuerzos a la vez. Filtrar la verdad de la mentira no es cosa fácil. A más información a nuestro alcance, mayor esfuerzo de discernimiento necesitamos para tomar lo bueno y descartar lo malo. Si esto es difícil, y requiere disciplina, imagínese si le añadimos la motivación de alcanzar el poder político o económico.

El desear alcanzar posiciones de poder político o económico no es malo. Al revés, desear influenciar positivamente nuestras instituciones es algo bueno, que debe fomentarse y valorarse. Hay que rechazar con todas las fuerzas de nuestro ser el cinismo en donde se ve a los que aspiran a ocupar puestos de influencia, o a emprender económicamente, como oportunistas, opresores, buscones y farfulleros. Ese pensamiento, además de ser falaz, demuestra un desconocimiento de la realidad. Siempre va a haber alguien que gobierne, dirija, lidere y tome decisiones que afectan a los demás. No existe sociedad sin estructura, y sin dirección. Lo que es inherentemente malo para cualquier sociedad es que sus lideres quieran alcanzar el poder, por el hecho de tener el poder. El llegar es la meta, y el mantenerse en ese lugar se vuelve un fin en si mismo. Esa visión del poder lleva a los pueblos a ser barcos a la deriva.

Solemos decir que un barco a la deriva va sin dirección. Bueno, eso puede ser cierto, siempre y cuando haya una dirección. En este punto es sumamente ilustrativo Alicia en el País de las Maravillas, en donde Alicia sostiene una conversación con el Gato de Ceshire, frente a una encrucijada en el camino. Alicia le pregunta al Gato: “¿Me podrías indicar, por favor, hacia dónde tengo que ir desde aquí? – “Eso depende de a dónde quieras llegar”, contestó el Gato. – “A mí no me importa demasiado a dónde…”, empezó a explicar Alicia. – “En ese caso, da igual hacia dónde vayas”, interrumpió el Gato. – “…siempre que llegue a alguna parte”, terminó Alicia a modo de explicación. – “¡Oh! Siempre llegarás a alguna parte”, dijo el Gato, “si caminas lo bastante”. Si a donde nos dirigimos no nos importa, no tenemos noción hacia donde vamos. Pero eso no quiere decir que no llegaremos a ninguna parte. Definitivamente, si navegamos lo suficiente, a alguna parte llegaremos, aunque usualmente no es donde más nos conviene.

Puerto Rico ha observado, con honrosas y brevísimas excepciones, un liderato público y privado que abraza el poder sin importarle a donde va el barco. Esa actitud nos ha llevado al puerto de la quiebra y de la falta de planificación. Hoy vivimos en un mundo donde Estados Unidos se tambalea ante una deuda pública astronómica, una guerra en Ucrania que afecta el precio del petróleo y la cadena de suministros, un bloque Ruso-Chino en ciernes que comienza a crear un sistema financiero paralelo al sistema de las naciones de occidente. Sin tomar en consideración las pandemias y desastres naturales. No podemos darnos el lujo de elegir gobernantes que no tengan dirección. Que un día tengan una agenda, y otro día otra. Puerto Rico necesita gobernantes y lideres en el sector privado que puedan definir hacia donde se dirigen en el mundo de hoy. Que sepan discernir el tiempo en que vivimos y exponer ante Puerto Rico la dirección hacia el futuro. Eso es lo menos que nuestras familias se merecen. Hay quienes tenemos una dirección clara, y no la escondemos, ni titubeamos. Adelante, hacia el éxito, con fe!

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