Opinión

Opinión de Julio Rivera Saniel: Washington solo nos miente…Y caemos en la trampa

Lea la opinión del periodista Julio Rivera Saniel

Julio Rivera Saniel

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Está clarísimo. Lo único claro sobre las posturas oficiales de los gobiernos de Estados Unidos sobre Puerto Rico es que nada queda claro a pesar del largo historial de promesas de campaña.

Hablo del desdén con el que Washington insiste en tratar a la isla. De las promesas lanzadas una y otra vez para pescar votos en los procesos primaristas o para lograr seducir a los votantes hispanos a propósito de las campañas de turno. Washington y sus candidatos nos marean con promesas. “Haré esto”, “aprobaré aquello”, ``acabaré”con lo otro. Pero al final del día las promesas tienen una duración limitada. Mientras, la clase política local, en lugar de reclamar por el incumplimiento, cae en la trampa histórica y se ataca a sí misma.Para muestra, la más reciente decisión de los tribunales sobre el Seguro Social Suplementario.

El actual presidente John Biden prometió en su pasada campaña electoral en 2020 que extendería el beneficio a los puertorriqueños residentes en la isla. Eso, claro está, fue antes de su victoria electoral. Una vez en la Casa Blanca Biden movió su política pública en dirección contraria a sus promesas. El Departamento de Justicia de su administración decidió defender la postura de no extender ese beneficio a los puertorriqueños en la isla. Una movida que no hizo otra cosa sino confirmar que sobre Puerto Rico,una cosa es con violín y otra con guitarra.

Algo similar pasó con Donald Trump.

Durante su campaña, el expresidente dijo que habilitaría un proceso “donde los puertorriqueños puedan resolver su estatus”. Pero una vez en el Despacho Oval el proceso jamás se habilitó.

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Con Barack Obama la historia no fue muy distinta “Voy a habilitar un proceso en el que todos los grupos puedan participar y vamos a dilucidar cuál es el estatus que la mayor parte de los puertorriqueños prefiere” me dijo Obama en una entrevista previa a su elección. “¿En cuánto tiempo resolverá el problema del estatus?”, le pregunté entonces. “Me gustaría trabajar este asunto en mi primer término”, me contestó. Esa promesa tampoco llegó a buen puerto.

Y si seguimos buscando en el baúl de los recuerdos, de seguro nos toparemos con una larga lista de promesas incumplidas por todos aquellos que han ocupado la presidencia de Estados Unidos.

En más de una ocasión Washington ha excusado su falta de palabra para atender los asuntos locales en la “falta de tiempo” en medio de una agenda internacional en la que la isla falla en ocupar un espacio relevante, o en la incapacidad de los políticos locales de ponerse de acuerdo. Pero esas excusas solo sirven para marear a los partidos locales que, de inmediato, comienzan sus afanes para lograr reinterpretar la indiferencia de Washington y convertirla en una victoria propia o una derrota del rival.

Y mientras localmente nos quedamos empantanados en la guerra de las culpas dentro de la clase política, Washington siempre emerge impoluto. En la isla se sacan los huesos y en la capital federal los temas locales sólo regresan a la caja de las promesas que se sacan a pasear solo cuando conviene.

Por eso quizá convendría un cambio de estrategia. En lugar de creernos el cuento recurrente de que el problema “somos nosotros” tal vez toca poner a Washington contra la pared. Pedirle cuentas sobre lo que promete y no cumple, usar nuestro capital político en Estados Unidos y llevar la crisis a su puerta. Porque la historia nos ha demostrado que solo desde la crisis Estados Unidos mantiene su mirada postrada sobre nosotros el tiempo suficiente para mirar con detenimiento y atender nuestros asuntos pendientes. Sí. Provocar la crisis. A ver si la canción que nos tocan sigue el ritmo con violín y con guitarra.

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