Decía Salvador Dalí: “la diferencia entre un loco y yo es que yo no estoy loco.” A mí me tomó ver y escuchar la entrevista varias veces, repetir la parte increíble en reiteradas ocasiones, para darme cuenta de que no estaba loco ni escuchaba voces. En efecto, en entrevista que recién le hiciera al gobernador Pierluisi en su visita a España una periodista de la agencia EFE, éste señaló que actualmente el gobierno de Puerto Rico se encontraba en trámites de licitación para completar el tramo que falta de la PR-10 que conecta a Utuado con Adjuntas, “un tramo que es bien montañoso, en el que tienen que construirse… el número es enorme de puentes que tienen que construirse, creo que son cerca de 100 puentes.”
En el acto, habría que imaginarse cómo quedó la periodista ante semejante revelación. Lo primero que debió poner en duda fueron sus nociones geográficas sobre Puerto Rico, imaginándose ahora un paisaje tipo Nepal y unos despliegues montañosos tipo Afganistán que debieron hacerla sentir muy insegura y pequeñita. ¡Qué de grandes extensiones territoriales tiene Puerto Rico que yo ignoraba! ¿De dónde saqué la loca noción de que era una isla pequeñita? Su mente debió lanzarla en un torbellino de mil conjeturas, porque aceptar que en el minúsculo tramo que va de un pueblo a otro de una isla también minúscula se pretenda hacer semejante destrozo ecológico debió serle imposible. Ninguna mente razonadora, limpia de intereses personales, con algún tipo de entendimiento, en ningún lugar del mundo, es capaz de proponer tal idea. Lo lógico para la periodista es que anduviera equivocada en cuanto a sus nociones espaciales sobre Puerto Rico.
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Nosotros acá, por supuesto, conocemos bien las proporciones, y precisamente por conocerlas bien debemos elevar nuestra preocupación al nivel máximo. ¿100 puentes entre Utuado y Adjuntas? Ciertamente estamos ante un fenómeno monstruoso de desprecio a la naturaleza y a nuestros escasos recursos ecológicos; estamos ante un nuevo megaproyecto faraónico de puro populismo que no se ha dado a la luz pública, cuyo impacto al medioambiente tampoco se ha divulgado. De ser cierto lo que señala el Gobernador, estamos ante un nuevo intento de pasar a los sucusumuco la destrucción masiva del medioambiente, la versión Pierluisi del tubo de la muerte Fortuño.
Pero presumiendo que existe un beneficio que supera el perjuicio ecológico, ¿cuál es? ¿A qué plan de desarrollo económico responde esta obra? ¿100 puentes por medio de la zona más escarpada de la isla para unir qué con qué? ¿Ponce, un puerto que ni exporta ni importa, con Arecibo, una ciudad casi fantasma? Sencillamente, no existe un plan de desarrollo económico sólido, bien pensado, que justifique esta aberración, y no existe porque cualquier plan que justifique esta aberración no puede estar bien pensado, ni ser sólido, ni ser otra cosa que un embeleco politiquero más pensado para la corrupción.
Dice el Gobernador que hay, “fácil, $50 mil millones pendientes para desembolsos en proyectos de reconstrucción para la isla”. A nadie, sin embargo, se le ocurre pensar en el sistema de transportación pública que tanto necesita el país; nadie entrevé la posibilidad de un tren veloz para unir las ciudades costeras de la isla y la zona central con la zona metropolitana; ni nadie habla de completar la red del Tren Urbano. Y nadie piensa ni habla de estos proyectos porque todo ese dinero para reconstruir a Puerto Rico proveniente de los EEUU viene atado a la forma de reconstruir a Puerto Rico que quiere los EEUU, y que siempre está en función del rey carro. El hambre por la ganancia personal a costa del malestar colectivo que prevalece en la mentalidad de nuestros amos benévolos, ha convertido hoy a ese país en el país rico con la peor infraestructura de transportación pública. A los EEUU les tomará décadas alcanzar a China o a Japón en el tema de la transportación masiva, asunto clave para el desarrollo económico moderno, porque le tomará décadas romper con la mentalidad individualista que implica la cultura del carro. Quizás nunca puedan romper este esquema mental y económico, pero al menos tienen terreno de sobra donde seguir sembrando cemento y brea sin consciencia antes de que su ecosistema sucumba a estas presiones.
Aquí, no obstante, quedamos nosotros ensalchichados por nuestros políticos incultos, incapaces de ver más allá de sus narices, que apenas entienden lo que significa gobernar, mucho menos lo que significa cortar el nudo gordiano que implica exigirle al Americano que da el dinero para reparar nuestra infraestructura soluciones acorde con nuestras circunstancias. No lo veremos, sin embargo, y hemos de esperar la obstinación de un gobierno emperrado en construir los 100 puentes entre Utuado y Adjuntas, justificándolos de mil maneras, hablando de las metrópolis que se conectan y el enorme tráfico de mercancías que se genera. Y, mientras tanto, en España, una periodista de EFE soñará de vez en cuando que atraviesa en un zipline los majestuosos Alpes puertorriqueños.