No se entusiasmen, Pedro Pierluisi no ha renunciado a su puesto de gobernador. Y a menos que no formemos la que le formamos a Ricky Rosselló en julio de 2019, no creo que vaya a hacerlo. A lo que Pierluisi renunció con sus impúdicas declaraciones es al liderato del país.
Decirle a los policías y bomberos en respuesta a sus justos reclamos salariales y de retiro digno que no están obligados a seguir en esos puestos demuestra una insensibilidad e insensatez típica de pequeños tiranos y niños malcriados. Esa no es una respuesta digna de un gobernante en una democracia, donde la autoridad moral, intelectual y ética son condiciones del liderato institucional. Si fuera rey pasaría a la historia como Pedro el minúsculo, porque ni a Pedro el cruel llegaría. Lo suyo no es crueldad, es la soberbia de un impotente. El puesto de gobernador le ha quedado tan grande que nos ha mandado a todos a la parte más lejana del barco. Si no les gustan sus condiciones de trabajo, no fastidien, hagan otra cosa o váyanse del país, parece decirnos sin empacho. Curiosamente no les dijo lo mismo a los alcaldes de Guaynabo y de Cataño, que no protestaron pidiendo mejores salarios sino robaron para aumentárselos.
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Claro, que para este guaynabito, graduado de Marista, Tulane y George Washington University, el sacrificio, la dedicación y la vocación, son cosas de monjas y sacerdotes, que hacen votos de pobreza. Para él, y los de su clase social la vida es una carrera para ver quien acumula más, dinero, puestos y premios fabricados por sus propias claques. Sus acciones revelan que no se postuló a gobernador para servir, sino para pavonearse ante sus congéneres de la apócrifa realeza criolla, quienes siendo estadistas gozaron como puercos en porqueriza con la visita del Rey de España.
A poco más de un año de su elección, Pierluisi ha renunciado a enfrentar los problemas del país con decoro y con aplomo. Su aporofobia (odio a los pobres) es más fuerte que su ambición. Como no hay vocación, ni verticalidad moral, las protestas del populacho de carros destartalados y de maestros, policías, bomberos y enfermeras/os que viven en la frontera de la indigencia revela su apocamiento; se achicopaló. El hombre tiene mucha parsimonia, pero muy poco temple.
Y para colmo de males, sus dioses, los americanos de muchos fondos federales le han fallado. La lluvia de dinero que anticipó con Jennifer González en los anuncios de la campaña electoral llega por cuentagotas. Un día aparecen fondos para un aumento temporero para los maestros, al otro se rebusca en la cartera imperial a ver qué hay para los bomberos. Mientras tanto, sigue creciendo la lista de agravios de los empleados públicos y privados en otros servicios esenciales—enfermeras, paramédicos, peritos en ciencias forenses, etc. Claro, que la obstrucción al flujo de los fondos federales se debe a la corrupción de su partido y su gobierno. Los remilgos de la burocracia federal para que se usen adecuadamente los fondos le llevan al cansancio. La minucia de la buena gobernanza no es su fuerte, él es el que manda, “las decisiones se toman en mi despacho”, dijo a la prensa el reyecito.
Pierluisi, Pedro el minúsculo, ha renunciado por cansancio a ser líder del país, aunque por ahora siga siendo gobernador. Para sus amigos de la realeza criolla ya lo logró, llegó al puesto máximo de la colonia, es el “top dog”. Claro que, como diría Tavín Pumarejo, ha llegado a la cúspide del fracaso. #PierluisiRenuncia