Locales

Informe retrata: la emergencia eléctrica que se volvió permanente en Puerto Rico

Un informe independiente de la Junta de Supervisión Fiscal concluye que el sistema eléctrico opera de forma cotidiana bajo condiciones que, en cualquier otra jurisdicción de Estados Unidos, serían tratadas como una crisis excepcional.

Apagón
Apagón ARCHIVO (@nepvr)

Aunque Puerto Rico cuenta con una declaración formal de emergencia energética, el estado actual de su sistema eléctrico es tan precario que, en cualquier otra jurisdicción de Estados Unidos, sería considerado una crisis extraordinaria y no una condición operativa cotidiana, concluye un informe independiente que evaluó el Plan Fiscal 2025 de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE).

El estudio, preparado por la firma de ingeniería EnerNex para la Junta de Supervisión Fiscal (JSF) como revisión externa de los gastos proyectados por LUMA Energy y Genera PR, describe un sistema cuya fragilidad estructural ha convertido la emergencia en una condición permanente. “En cualquier otro lugar de Estados Unidos, el estado ‘normal’ de la red eléctrica de Puerto Rico provocaría una declaración de emergencia”, señala el informe en su resumen ejecutivo.

El informe —con fecha de noviembre pasado— se incluyó en el boletín más reciente de la JSF.

Lejos de responder a eventos aislados, el documento plantea que el sistema eléctrico de Puerto Rico opera de manera continua en niveles de deterioro que exceden ampliamente los parámetros aceptables para redes modernas. Apagones frecuentes, falta de reservas y una infraestructura envejecida forman parte del funcionamiento regular del sistema.

Indicadores fuera de los parámetros aceptables

Según el informe, los indicadores de confiabilidad eléctrica de Puerto Rico se encuentran muy por encima de los promedios observados en Estados Unidos y en economías comparables. En términos de duración de los apagones, el cliente promedio en Puerto Rico experimenta más de 1,500 minutos sin servicio eléctrico al año, frente a poco más de 100 minutos en el promedio estadounidense.

En cuanto a la frecuencia de interrupciones, el número de apagones anuales por cliente también multiplica varias veces los valores considerados normales en otras jurisdicciones. El informe subraya que “Puerto Rico presenta métricas de confiabilidad comparables a las de economías en desarrollo, pese a contar con un nivel de ingreso per cápita propio de países desarrollados”.

Una crisis estructural, no coyuntural

EnerNex advierte que el problema central no es únicamente la existencia de una emergencia energética declarada, sino que esas condiciones se han vuelto estructurales. Apagones generales, racionamientos eléctricos y medidas extraordinarias han dejado de ser respuestas excepcionales para convertirse en parte del día a día.

El informe recuerda que, tras apagones masivos ocurridos en 2024 y 2025, el gobierno federal tuvo que intervenir mediante órdenes de emergencia para exigir la activación de unidades de generación fuera de servicio y la limpieza urgente de corredores de transmisión, ante el riesgo de interrupciones prolongadas a gran escala.

“Sin acciones correctivas inmediatas y sostenidas, estos eventos dejarán de ser excepcionales y pasarán a formar parte del funcionamiento normal del sistema”, advierte el documento.

Infraestructura agotada y sin margen de error

El diagnóstico identifica décadas de subinversión como una de las principales causas de esta emergencia crónica. Más de la mitad de los transformadores de distribución han superado su vida útil, mientras gran parte del parque de generación térmica continúa operando pese a encontrarse en condiciones de deterioro avanzado.

“El sistema eléctrico de Puerto Rico opera al límite de lo que razonablemente puede esperarse de una red confiable”, señala el informe, al advertir que la falta de redundancia y reservas deja al sistema sin capacidad para absorber fallas inesperadas.

De no producirse cambios estructurales en los niveles de inversión y mantenimiento, EnerNex proyecta que la confiabilidad del sistema continuará deteriorándose a un ritmo anual de entre 4% y 5%, lo que se traducirá en apagones más frecuentes, más largos y con mayor impacto económico y social.

Lo Último