Algunas endocrinólogas pediátricas han notado, en sus prácticas, un incremento en casos de menores que alcanzan la pubertad antes de tiempo, mayormente desde la pandemia.
Las doctoras Marina Ruiz Montilla y Sheila Pérez Colón coincidieron en que ven más casos de desarrollo acelerado de características sexuales secundarias —acné, vellos axilares o púbicos y olor corporal— en niñas que varones; algunas tan temprano desde los 5 o 6 años.
Típicamente, la pubertad en niñas comienza entre los 8 y 13 años, mientras que los varones inician la transición entre los 9 y los 14 años. En estos casos precoces, inicia desde antes de ese período estándar, y puede ser atribuido a obesidad, exposición a químicos en maquillajes, envases plásticos o hasta aceites esenciales que actúan como disruptores endocrinos, factores ambientales o genética.
Pérez Colón planteó que, desde la pandemia, que impulsó el nivel de sedentarismo, ha aumentado el sobrepeso y la obesidad en menores y, como consecuencia, los casos de pubertad precoz. “Se ve más en niñas, pero la obesidad también afecta a varones”, expuso.
Estos cambios tempranos de características secundarias surgen por la activación de las glándulas adrenales, colocadas sobre los riñones y que regulan hormonas como adrenalina y cortisol. Este proceso se conoce como adrenarquia prematura benigna y, según Ruiz Montilla, usualmente no requiere intervención médica inmediata, aunque cada caso es particular.
“Si uno entra en pubertad, no hay que pararlo, pero si entra antes, hay que ver si entra [con] hormonas altas”, explicó, al mencionar estrategias para conocer si un menor entró en pubertad antes de tiempo, como placas de mano para determinar la edad ósea.
Por otra parte, la pubertad central idiopática, otro tipo de desarrollo acelerado, responde a que la pituitaria, localizada en el cerebro, activa hormonas que inician el desarrollo sexual temprano y puede conllevar tratamientos hormonales que detengan el progreso. Este es más evidente en niñas por el crecimiento del busto, mientras que en varones, se caracteriza por un estirón de crecimiento, como 10 centímetros al año, además de agrandamiento testicular.
Ambas coincidieron en que las intervenciones para detener la maduración, usualmente con leuprolide, se implementan por cuán rápido acelera el crecimiento, pues una de las complicaciones comunes es que la menor no alcance la estatura adulta, así como la maduración rápida del hueso.
“Cada caso es individual”, ilustró Pérez Colón.
Las dos endocrinólogas también resaltaron que, antes de diagnosticar a los menores con condiciones benignas, se deben descartar otras posibilidades como una masa en el cerebro que active las glándulas o el desarrollo de hiperplasia adrenal congénita, que podría causar un fallecimiento si no se trata a tiempo.

