Ante un inusual repunte de sismos en las islas Tokara, el gobierno de Japón, el pasado martes, 1 de julio, aprobó una serie de mejoraas sustanciales a su plan de respuesta ante desastres, con el objetivo de reforzar la protección de la población en caso de un gran terremoto en el sur del archipiélago.
Según las autoridades japonesas, decenas de personas fueron evacuadas tras registrarse más de 1,700 temblores en las últimas semanas en la región.
PUBLICIDAD
Decenas de residentes de este remoto archipiélago, situado a medio camino entre Kyushu, la isla principal más meridional de Japón, y la prefectura de Okinawa, han sido evacuados a tierra firme tras sufrir más de 1,700 movimientos sísmicos desde el 21 de junio.
Solo el lunes, las islas sufrieron 60 seísmos, según la Agencia Meteorológica de Japón, y la isla Akusekijima fue sacudida por múltiples temblores de magnitud 5.
Los expertos afirman que se han registrado enjambres telúricos en la zona anteriormente, pero nunca de tal magnitud ni durante un período tan prolongado.
Las autoridades instruyeron a los residentes que decidieron permanecer en las islas a estar preparados para nuevos temblores, aunque han hecho todo lo posible para enfatizar que la actividad sísmica actual en las islas Tokara no es un precursor del temido terremoto de la fosa de Nankai.
Sin embargo, coinciden en que el desastre es inevitable y está cada vez más cerca.
PUBLICIDAD
Amenaza de la fosa de Nankai
Japón es uno de los países con mayor actividad sísmica del mundo. El archipiélago, con una población de aproximadamente 125 millones de personas, se ubica sobre cuatro placas tectónicas principales a lo largo del borde occidental del llamado Anillo de Fuego del Pacífico.
El país suele experimentar alrededor de 1,500 temblores al año y registra aproximadamente el 18 por ciento de los terremotos mundiales de magnitud 6 o superior.
En marzo, el gobierno japonés publicó un informe actualizado sobre la amenaza que representa un terremoto en la fosa de Nankai, una falla de 900 kilómetros que corre paralela a la costa sur de Japón, desde Kyushu, al oeste, hasta Tokio, en su extremo oriental. El estudio estima que la probabilidad de un terremoto de magnitud 9 en la falla es de 80 por ciento en los próximos 30 años.
En 2014, un estudio similar estimó el número potencial de muertos en 332,000 y la destrucción de 2.5 millones de edificios, principalmente debido al tsunami resultante que impactaría las comunidades costeras.
Sin embargo, el último informe revisado redujo el número de posibles víctimas mortales a 298,000, la gran mayoría víctimas de las olas del tsunami, mientras que 2.35 millones de edificios quedarían destruidos.
En respuesta, el Consejo Central de Gestión de Desastres del gobierno elaboró nuevos planes con el objetivo de reducir el número de muertos previsto en 80 por ciento durante la próxima década.
Takeshi Sagiya, profesor del Centro de Investigación de Sismología, Vulcanología y Mitigación de Desastres de la Universidad de Nagoya, afirma que el objetivo de 80 por ciento es loable, pero probablemente inalcanzable en caso de un desastre de magnitud 9.
“La prioridad del gobierno es reducir la pérdida de vidas, pero si bien aprendimos mucho del terremoto de Tohoku de 2011, también nos dimos cuenta de que es imposible proteger a todos y a todo”, declaró a DW.
En algunas zonas se construyeron diques más altos y robustos, y cientos de torres de refugio contra tsunamis se han erigido en comunidades identificadas como de mayor riesgo en caso de un tsunami provocado por un terremoto. Una de las más recientes se encuentra en la ciudad de Kuroshio, en la prefectura de Kochi, donde los expertos sugieren que en el peor de los casos un tsunami de hasta 34 metros podría llegar a la costa.
La educación es clave para salvar vidas
“La infraestructura es importante, pero probablemente más importante sea educar a la población local sobre qué hacer en caso de un terremoto, cómo pueden evacuar rápidamente y qué rutas deben tomar”, dijo Sagiya. “La gente necesita comprender mejor los peligros, ya que se estima que el primer tsunami podría tocar tierra tan solo cinco minutos después de un terremoto”.
En 2011, en Tohoku, en cambio, las primeras olas tardaron unos 30 minutos en llegar a la costa, y se atribuyó al tsunami la prácticamente totalidad de las 20,000 muertes.
Sagiya afirmó que es “claramente impráctico” intentar construir diques de 30 metros alrededor de toda la costa del sur de Japón y que inevitablemente las ciudades costeras de Nagoya y Osaka se verán afectadas por un tsunami.
“Y cuando haya una destrucción generalizada en las ciudades, ¿quién estará disponible para prestar ayuda a las comunidades costeras afectadas?”, preguntó.
Otra lección difícil que Japón aprendió en 2011 fue la relacionada con la central nuclear de Fukushima, según Kazuto Suzuki, profesor de política científica y tecnológica en la Universidad de Tokio y líder de la investigación de 10 años sobre el desastre.
“El fallo de los reactores de Fukushima Daiichi se debió a que los generadores diésel, que constituían la fuente de alimentación de emergencia, estaban ubicados en sótanos inundados”, explicó a DW.
Capacidad de extinción de incendios desbordada
De igual manera, los camiones de bomberos que bombeaban agua a los tres reactores que sufrieron fusiones estaban estacionados en un mismo lugar, que resultó inundado por las olas, lo que los dejó inoperativos.
“En 2011 aprendimos lecciones y existen nuevas regulaciones sobre generadores de emergencia, camiones de bomberos y otras medidas de seguridad”, afirmó. “Sin embargo, existen muchas incógnitas en lo que respecta a un terremoto en la fosa de Nankai, y es importante realizar esfuerzos constantes para mejorar la seguridad, para seguir investigando e identificar las debilidades y luego resolverlas”.
Y mientras varias instalaciones nucleares en la costa sur de Japón podrían sufrir el impacto de un temblor en la fosa de Nankai, Suzuki dice que la que más le preocupa es la planta de Sendai, en la costa de la prefectura de Kagoshima.
“No está directamente frente a la fosa, pero creo que es la más vulnerable y existe la posibilidad de que falle”, concluyó.