El Vaticano vive uno de sus momentos más transcendentales: la elección del sucesor del papa Francisco, quien falleció el pasado 21 de abril, un día después del día de Pascua de Resurrección.
El proceso comenzó formalmente este miércoles, con una misa solemne, marcando el inicio del cónclave en la Capilla Sixtina, donde 133 cardenales se encuentran reunidos para decidir quién liderará la Iglesia Católica a nivel mundial.
El sistema actual, regido por la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, estableció un método de votación secreta que permite hasta cuatro rondas diarias.
Para que un candidato sea elegido, debe obtener dos tercios más uno de los votos. Sin embargo, si tras aproximadamente 30 votaciones no se alcanza, se puede optar por una mayoría para destrabar la elección.
El cónclave no tiene un tiempo estimado ni límite de duración.
En base a la historia, el proceso tiende a resolverse con relativa rapidez, como la elección de Francisco en 2013 que tomó apenas dos días, igualando el cónclave de 2005, que concluyó con la elección de Benedicto XVI.
Más atrás, en 1978, Juan Pablo II fue electo al tercer día tras ocho votaciones.
Sin embargo, no siempre ha sido así.
El caso más notable ocurrió entre 1268 y 1271, cuando el Vaticano estuvo vacante durante casi tres años en Viterbo debido a divisiones políticas entre cardenales.
Las tensiones llevaron a las autoridades locales a encerrar a los votantes, restringir su alimentación y hasta remover el techo del lugar donde deliberaban.
Esa presión culminó con la elección de Gregorio X, quien después reformó el sistema para evitar demoras similares en el futuro.
Mientras, el cónclave más corto se dio en 1503. En apenas diez horas, Giuliano della Rovere fue elegido como papa Julio II, tras la muerte de Pío III.
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