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Fideicomiso de la Tierra del Caño Martín Peña inspira a comunidad en El Salvador

Líderes y lideresas de la organización visitaron una comunidad salvadoreña para asesorar en el desarrollo de su propio fideicomiso de la tierra.

El Fideicomiso de la Tierra del Caño Martín Peña, reconocido en 2016 con el Premio Mundial del Hábitat por la Organización de las Naciones Unidas, inspiró a una comunidad del municipio de Concepción de Ataco, en El Salvador, a fundar su propio fideicomiso con el fin de proteger un terreno recientemente adquirido y garantizar la tenencia colectiva de las tierras.

Concepción de Ataco, que cuenta con unos 18,000 habitantes, está ubicado en el Departamento de Ahuachapán, a dos horas de la capital de El Salvador, San Salvador. Allí, entre 250 y 300 familias de todo el municipio juntaron capital y compraron un terreno de ocho manzanas (19 acres), y fundaron el nuevo asentamiento Rutilio Grande.

“Son personas pobres. Muchos viven en casas de cartón y paneles de aluminio”, describió Lucy Cruz Rivera, presidenta del Grupo de las Ocho Comunidades Aledañas al Caño Martín Peña (G-8), quien ha visitado el lugar en varias ocasiones para ofrecer asesoría.

El terreno de Rutilio Grande, es un espacio deseable para desarrolladores privados. Se encuentra en un área rodeada por comunidades de clase alta y cuenta con una vista panorámica del municipio. Por esto, ante el riesgo de ser desplazados de sus nuevas tierras, los vecinos han mirado a las comunidades del Caño Martín Peña, y a su Fideicomiso de la Tierra, como un ejemplo a seguir. Aunque, según Cruz Rivera, la burocracia del gobierno municipal ha hecho el recibir apoyo aún más complicado.

En mayo del 2024, Cruz Rivera y Lyvia Rodríguez del Valle, fundadora de El Enjambre, un colectivo puertorriqueño que acompaña y ayuda a organizaciones a fortalecer su trabajo comunitario, viajaron a Concepción de Ataco por primera vez. Su misión era presentar el concepto de un fideicomiso a la Unidad de Desarrollo Colectivo Rutilio Grande (UDC), órgano representativo de la comunidad, como una posibilidad. Tras meses de consideración, en enero de 2025, un 90% del colectivo avaló en asamblea la idea de fundar un fideicomiso de tierras, dando comienzo a la fase de desarrollo.

Más tarde, entre el 13 y el 17 de marzo, Cruz Rivera y Rodríguez del Valle regresaron a Concepción de Ataco, junto a Mario Núñez, presidente del Proyecto ENLACE del Caño Martin Peña, y otros asociados. Allí fueron testigos de la elección de doce miembros comunitarios que, en colaboración con los siete integrantes de la junta directiva de la UDC, atenderán las prioridades para el establecimiento de un fideicomiso. Expertos legales también estuvieron presentes para asegurar que el nuevo fideicomiso trabaje dentro del marco jurídico salvadoreño.

“Tenemos que ser creativos, innovar, buscarle la vuelta al marco jurídico. Si Concepción de Ataco logra establecer un fideicomiso de tierra, el primero en su país, será un gran precedente y un referente para que otras comunidades lo puedan hacer también, como lo hicimos nosotros aquí en el Caño”, comentó Núñez.

Dentro del marco jurídico de El Salvador existen varias modalidades de tenencia sobre tierra, como el título individual y las cooperativas, pero nunca se ha creado un fideicomiso.

No es la primera vez que el G-8 entra en el plano internacional. En mayo del 2024, tanto el Fideicomiso de la Tierra como El Enjambre visitaron la ciudad de Medellín, Colombia. En esa ocasión, se encontraron varias organizaciones de Latinoamérica con la tarea de presentar el concepto de un fideicomiso de tierras como una alternativa de vivienda comunitaria. Junto a ellos, estuvieron presentes miembros de la comunidad de Concepción de Ataco, al igual que dos colectivos de México, dos de Argentina, tres de Chile, y uno del mismo Medellín, entre otros, demostrando así la influencia que han tenido los logros de la comunidades aledañas al Caño en el extranjero.

Diego A. Vega Martínez es estudiante de Periodismo en la Universidad del Sagrado Corazón. Esta publicación es producto de una colaboración con el programa EntreMedios, de la Escuela de Comunicación Ferré Rangel. La historia fue publicada originalmente en La Península.

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