La anticipación se sentía en el aire ese 4 de diciembre. Los periodistas padecían de las ansias similares a cuando alguien se arroja a lo desconocido, ya que muchos no habían presenciado lo que se llevaría a cabo en esa sala de conferencias.
El olor a café de las 4:49 p.m. es una constante del día a día en la sala de redacción de Metro Puerto Rico, pero este no era un día común. Un miércoles que sería normalmente de cobertura regular se reemplazó por un ambiente de curiosidad para aquellos que conocerían a su editor en jefe temporero.
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“Duro, Farruko”, bromeó alguien cuando se le preguntó qué sentía ante la experiencia peculiar.
Intrigados por los temas que traería el intérprete de “Pepas”, el silencio reinó en la sala al ver el army de cámaras. De momento, con el aroma a colonia fuerte, camisa y gorra en sus colores neutrales favoritos y detalladas con su marca “Carbon Armor”, entró Farruko con la misma calma de la canción que viralizó. Ágilmente recordó los nombres de los periodistas y asumió su rol con la seriedad que amerita.
Al iniciar la conversación de temas de importancia para el exponente urbano, pensativo, rozaba, con su brazo tatuado, su icónica barba. De primera instancia, se mencionaron posibles coberturas relacionadas a vehículos y cannabis. Sin embargo, Farruko mostró interés particular por la seguridad de los jóvenes en términos del consumo de alcohol.
De ahí, con la fluidez del ambiente aún un poco tenso por no conocer a un jefe nuevo, surgió una conversación orgánica que levantó los espíritus de todos en la sala.
“¿Qué comida te gusta más?”, preguntó la periodista Lynet Santiago al bayamonés.
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“La comida criolla… no voy a decir como Anuel que es la milanesa”, respondió el artista. En un instante, las risas aliviaron el aire tras el inesperado chiste. En una nota más seria, contestó que le gusta el mofongo, los bacalaítos, el arroz mamposteao, los sorullitos y la piña colada. “[En la casa] no puede faltar ni los sandwichitos de mezcla ni la ensalada de papa. Si no hay ensalada de papa ni sandwichitos de mezcla, no hay fiesta. No hay party”, dijo.
Al Santiago preguntarle cómo prefiere sus pasteles, el exponente urbano reveló confiadamente que prefiere los pasteles con ketchup, a lo que muchos se escandalizaron.
A lo largo de la reunión, Farruko tomaba café de la taza verde con logo del medio que dirigía durante esa tarde, y las ideas en la mesa fluían sobre situaciones que el editor en jefe invitado encontraba cruciales para cubrir, como guerrillas en las canchas, regulación de armas, agricultura, educación musical, salud alimentaria, uso medicinal de la marihuana, entre otros.
“Se habla como que [es] nada más por fiebre. ‘Voy a sacar la licencia para fumar legal y sentirme chilling’ y no es eso. La salud, depende a qué condición tú tienes… y [el cannabis] se demoniza mucho. Si por mí fuera, yo bastaba una línea de eso, pero concentrada en el uso médico”, señaló mientras mostraba su mano inflamada por la artritis.
El artista compartió su percepción sobre un asomo de crisis en la industria del entretenimiento debido a la recesión económica y el ver a los artistas como un lujo. “Había un miedo porque yo grité mi fe públicamente y la gente dijo ‘esto lo que va es a predicar esto, lo otro’. El mismo chisme de siempre, pero detrás de eso, más allá de eso, está pasando una situación que no tiene que ver nada conmigo”, destacó Farruko con su voz distintivamente ronca.
Al terminar la reunión, el ambiente se sintió más liviano, incluso después de dialogar dichos temas pesados.
Sin embargo, Farruko no podía irse sin antes pasar por un proceso familiar de toma de fotos. Con el reflector debajo de su camisa, la luz amarilla que emanaba iluminó hasta la estrella tatuada en su cuello. “Se parece a un ángel”, expresó el fotógrafo Dennis Jones. Farruko rápidamente rió y aseguró: “falta mucho para eso”.
Al culminar las sesiones de fotos sonriente, se despidió cálidamente con un “Dios los bendiga, gracias”. Así, se marchó Farruko con el mismo flow con el que llegó.