La tragedia ocurrió en Cherkessk el 23 de marzo. Sasha estaba jugando al fútbol en el patio de su casa. El balón rodó accidentalmente hasta la perrera. Cuando el niño fue a recuperarla, el perro se abalanzó de repente sobre el niño y le arrancó literalmente la cara.
Al oír los gritos, los padres corrieron a socorrerlo. Mientras la ambulancia estaba de camino, recogieron los pedazos arrancados en un tarro de cristal. Sasha fue trasladado a la unidad de cuidados intensivos de la clínica principal de Karachay-Cherkessia. Pero los especialistas locales no pudieron ayudarle. En Rusia nunca se habían realizado operaciones de este tipo. Los médicos recurrieron a colegas de las regiones vecinas. Solo Alexei Dikarev, un conocido especialista en cirugía reconstructiva de Krasnodar, accedió. Tiene su propia clínica y las instituciones médicas estatales suelen contratarle para tratar casos complicados.
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“Era sábado por la noche. Habíamos realizado dos pequeñas operaciones y estábamos de camino a casa cuando recibimos una llamada de Cherkessk”, cuenta Alexei Dikarev a Metro. “El personal de guardia dijo que el niño estaba listo para ser ingresado el lunes. Tras comprender la situación, me di cuenta de que era imposible retrasarlo: durante ese tiempo todos los tejidos blandos simplemente morirían. Así que di una orden a mis colegas: ‘¡Listos en una hora!’”.
Al principio se barajaron dos opciones: ir a Cherkessk o llevar al niño a Krasnodar. Cherkessk no tenía el equipo necesario, pero los médicos estaban dispuestos a llevar el suyo.
“Incluso empezaron a empaquetar el microscopio quirúrgico, que cuesta varios millones de rublos y pesa cien kilos”, explica Dikarev. Pero la administración de Cherkessk decidió trasladar al niño a Krasnodar. Los médicos colocaron el tejido desgarrado en un recipiente refrigerante estéril y lo enviaron junto con el niño.
Los cirujanos de Krasnodar decidieron arriesgarse y realizar una reimplantación: volver a colocar en su sitio la parte arrancada de la cara. La dificultad radicaba en que no solo había que coser el pedazo, sino también conectar los vasos que proporcionarían el riego sanguíneo.
“Para que lo entienda: un cirujano vascular, por ejemplo, cose arterias de 4-4.5 mm de diámetro. Un microcirujano que trasplanta tejidos trabaja con estructuras de 1o5-2 mm de diámetro. No se trata sólo de microcirugía, sino de supermicrocirugía: coser vasos con un diámetro inferior a 0.4 mm, un poco más grueso que un cabello humano. La operación se realiza al microscopio y consiste no solo en una conexión mecánica, sino en preservar el flujo interno para que el vaso sea transitable”.
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Dikarev admitió que optó por ella porque en cualquier otro caso el niño se habría enfrentado a un trasplante. Esto es, cuando el tejido para el trasplante se toma de otras partes del cuerpo.
“Este tipo de cirugía reconstructiva se realiza en varias fases. Teniendo en cuenta la edad del niño y los periodos de recuperación, se necesitarían al menos 20 años para obtener un resultado aceptable para el resto de la vida. Por ejemplo, la capacidad de comer a través de un orificio en la garganta para que el contenido no se derrame sobre la camisa. Con toda probabilidad, no habría podido hablar correctamente. El tratamiento habría truncado por completo su futuro social: la escuela, el instituto. Entre otras cosas, el chico habría tenido que tomar medicamentos inmunosupresores de por vida para evitar el rechazo de los tejidos”.
Dikarev cuenta que empezó a interesarse por la transplantología hace unos 10 años. Por aquel entonces, las operaciones de trasplante de cara acababan de empezar a realizarse en el mundo.
“En aquella época se realizaron unos 40 trasplantes con éxito, y yo viajé por todos los países donde se llevaron a cabo: Francia, España, Estados Unidos, China. Aprendí de forma teórica y práctica: trabajé los matices en morgues con material de cadáver. Después, bajo la dirección del destacado cirujano soviético y ruso Vladimir Porjanov, profesor y académico del Instituto de Investigación ‘Hospital Clínico Regional nº 1 de Krasnodar’, mi equipo y yo transplantamos dos veces hocicos a monos. Pero me gustaría señalar que la operación de trasplante de cara es técnicamente más sencilla que la que realizamos al niño. El tejido fue arrancado por el animal, en lugar de ser extraído cuidadosamente por el cirujano, que suele planificar cómo se alimentará de sangre en el futuro”.
El resultado fue bueno para los médicos. La cara ya está injertada en un 95 %. El niño está bien. Ya camina, come, bebe e incluso habla solo.
A la pregunta de si los médicos estaban seguros de que el resultado sería positivo, Dikarev respondió:
“No me gusta que la gente especule con el tema de la suerte o la buena fortuna. Sí, no teníamos nada que perder, el niño estaba gravemente mutilado, pero como médico estaba preparado para la situación. La administración de Cherkessk hizo un gran trabajo porque, al darse cuenta de que hay cierta burocracia que ata de pies y manos a la gente en las instituciones estatales, asumieron su responsabilidad y recurrieron a mí. Como resultado, no solo beneficiamos al chico, sino también a toda la comunidad médica”.