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¿Piensa visitar Venecia? Esta es la nueva cuota de entrada que aplica solo a turistas

El gobierno local busca lograr un equilibrio entre los visitantes y los residentes de la ciudad.

Asistentes comprueban códigos de acceso de los turistas ante la principal estación de tren de Venecia, el jueves 25 de abril de 2024. Ante la mirada de los medios del mundo, la frágil ciudad ribereña de Venecia inició un programa piloto el jueves par AP (Luca Bruno/AP)

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VENECIA, Italia (AP) — Ante la mirada de los medios del mundo, la frágil ciudad ribereña de Venecia inició un programa piloto el jueves para cobrar una cuota de entrada de 5 euros (unos 5.35 dólares) a los que visiten el lugar sólo por un día. Las autoridades esperan que disuada a los visitantes de acudir en fechas más demandadas y haga la ciudad más habitable para su menguante población.

Los visitantes que llevaban a la principal estación de tren de Venecia eran recibidos con grandes carteles que enumeraban las 29 fechas de julio incluidas en la fase de pruebas del plan, así como nuevas filas de acceso que separaban a los turistas de residentes, estudiantes y trabajadores.

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Había asistentes disponibles para orientar educadamente a cualquiera que no estuviera al tanto de los nuevos requisitos sobre el proceso de descargar el código QR para pagar la cuota.

“Debemos encontrar un equilibrio entre los turistas y los residentes”, dijo el responsable de turismo de la ciudad, Simone Venturini. “Debemos salvaguardar los espacios para los residentes, por supuesto, y debemos desalentar la llegada de visitantes de un día en algunos días concretos”.

Arianna Cecilia, que vive en Roma y visitaba Venecia por primera vez con su novio, dijo que era una sensación “extraña” tener que comprar un pasaje para entrar en una ciudad en su país, Italia, y después pasar por una entrada de turistas.

La pareja se alojaba en la cercana Treviso y había pagado la cuota y descargado el QR necesario antes de llegar.

Trabajadores con chalecos amarillos hacían comprobaciones aleatorias en la estación de tren, y cualquiera al que se descubriera incumpliendo la norma se enfrentaba a multas de entre 50 y 300 euros, aunque las autoridades dijeron que se emplearía el “sentido común” en el lanzamiento del plan.

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El requisito sólo afectaba a las personas que llegaran entre las 8:30 de la mañana y las 4 de la tarde. Fuera de ese periodo, el acceso es libre y no está controlado.

Venecia ha sufrido desde hace mucho la presión de un turismo excesivo, y las autoridades esperan que el proyecto piloto pueda ayudar a dar cifras más concretas para manejar mejor el fenómeno.

La ciudad puede llevar un control del número de huéspedes en hoteles, que el año pasado fueron 4,6 millones, un 16% menos que los máximos previos a la pandemia. Pero hasta hace poco, el número de visitantes de un día, que suponen la mayor parte de las multitudes en Venecia, sólo podía estimarse.

Una Sala de Control Inteligente habilitada durante la pandemia ha ido registrando las llegadas a partir de datos de celulares, lo que confirmó aproximadamente las estimaciones previas a la pandemia de entre 25 millones y 30 millones de personas al año, indicó Michele Zuin, responsable de economía de la ciudad. Eso incluye tanto a los que se alojan allí como a los que sólo pasan el día.

Pero Zuin señaló que los datos son incompletos. “Está claro que conseguiremos datos más fiables con la contribución” que pagan los visitantes de una jornada, señaló.

Venturini indicó que la ciudad se ve presionada cuando el número de visitantes de un día alcanza entre 30.000 y 40.000 personas. Sus estrechos callejones están atascados de gente y los taxis acuáticos están llenos, lo que complica las tareas cotidianas de los vecinos.

Sin embargo, no todos los residentes estaban convencidos de la eficacia del nuevo sistema a la hora de disuadir el turismo masivo. Algunos creían que debía prestarse más atención a impulsar el número de residentes y mejorar los servicios que necesitan.

Venecia marcó un revelador hito el año pasado, cuando el número de camas para turistas superó por primera vez al número oficial de residentes, que ahora está por debajo de las 50.000 personas en el centro histórico, con sus pintorescos canales.

“Poner un boleto para entrar en la ciudad no reduce ni en uno solo el número de visitantes que vienen”, dijo Tommaso Cacciari, un activista que organizó una protesta contra la medida el jueves.

“Uno paga un boleto para tomar el metro, para ir a un museo, un parque de diversiones. No se paga un boleto para entrar en la ciudad. Esta es una nueva medida simbólica de un proyecto de una idea de este gobierno municipal para echar a los residentes de Venecia”, dijo.

Venturini señaló que unas 6.000 personas habían pagado ya por descargarse el código QR, y los expertos esperan que las llegadas con entrada de pago rondaran las 10.000 el jueves.

Más de 70.000 personas más se habían descargado un código de QR que alegaba una exención a la tarifa, y que incluye a personas que trabajan en Venecia o son residentes de la región de Veneto. Los que se alojan en hoteles en Venecia, incluidos los distritos en el territorio continental, como Marghera o Mestre, deben descargar un código que certifique su estancia, que incluye un impuesto por hotel.

El responsable de turismo dijo que había mucho interés en el programa veneciano de otros lugares afectados por un turismo masivo, como otras ciudades monumentales italianas y urbes extranjeras como Barcelona y Ámsterdam.

Marina Rodino, que vive en Venecia desde hace 30 años, se oponía al nuevo plan. Ella repartía papeles que simulaban un pasaporte de la UE para “Venecia, ciudad abierta”, que aludían a la ironía del nuevo sistema e impugnaban su legalidad citando el derecho constitucional de los italianos a “moverse o residir libremente en cualquier parte del territorio nacional”.

Rodino dijo que ha visto cómo el carnicero local cerraba y varias familias abandonaban su vecindario cerca del famoso puente Rialto, mientras proliferaban los apartamentos de alquiler turístico. Pero dijo que el nuevo requisito seguiría permitiendo que grupos de jóvenes inundaran la ciudad por la noche en aglomeraciones a menudo ruidosas.

“Esto no es un oasis natural. No es un museo. No es Pompeya”, dijo. “Es una ciudad, donde debemos pelear para que las casas estén habitadas por familias y las tiendas reabran. Eso es lo que debería hacer frente a este turismo salvaje”.

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