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Desafíos en la protección del planeta

En el marco del Día de La Tierra, Metro explora iniciativas para luchar contra el creciente consumo de recursos que ponen en peligro el futuro de nuestro planeta.

Ingmar Rentzhog, CEO y fundador de We Don’t Have Time.
Ingmar Rentzhog, CEO y fundador de We Don’t Have Time.

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Cada vez se sienten más los efectos del calentamiento global con cambios muy perceptibles en los climas de varias regiones del mundo, tormentas más poderosas, el deshielos de icebergs, entre otras situaciones, pero también existen organizaciones que destinan su tiempo y esfuerzo para defender al planeta.

De acuerdo con cifras del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), desde 1900, el nivel medio del mar ha subido entre 15 y 20 centímetros. La subida del nivel del mar pone en peligro las ciudades costeras y las pequeñas naciones insulares. Los cambios en la temperatura del agua están provocando que las algas abandonen los arrecifes de coral. Esto blanquea los arrecifes y los hace vulnerables a las enfermedades y la muerte.

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En los últimos 30 años, el hielo más antiguo y grueso del Ártico ha disminuido un impresionante 95 %. Las inundaciones mundiales y las precipitaciones extremas han aumentado más de un 50 % esta década. Ahora se producen a un ritmo cuatro veces mayor que en 1980.

Ante esta crisis climática han surgido decenas de organizaciones ciudadanas en las que se agrupan personas que destinan su tiempo, esfuerzo e incluso recursos para ayudar a salvar al planeta promoviendo pequeñas acciones personales, que en conjunto pueden hacer una diferencia.

Las personas son la clave del cambio medioambiental, pero un equipo de personas trabajando juntas, ya sea para concientizar a la opinión pública sobre un problema, presionar a las empresas para que sean más sostenibles o exigir responsabilidades a los gobiernos, puede tener un mayor alcance y lograr más avances que una sola persona trabajando sola.

“Juntos somos fuertes, ruidosos y poderosos. Juntos podemos resolver la crisis climática”, dijo a Metro Ingmar Rentzhog CEO y fundador de We Don’t Have Time, una red social y una plataforma de opinión para todos aquellos que quieran formar parte de la solución a la crisis climática.

Sin embargo, pese a su entusiasmo y sus ganas inquebrantables de defender al planeta, esas organizaciones enfrentan un sinnúmero de retos para realizar su loable labor y que van desde la salta de capital para costear sus operaciones hasta incluso la presión de grupos de poder que buscan proteger sus intereses a pesar del costo para el planeta.

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“Un gran obstáculo es reunir el capital necesario para ampliar los enfoques y soluciones regenerativos basados en la naturaleza”, dijo a Metro Brian von Herzen, Director Ejecutivo de Climate Foundation.

Otro de los grandes retos y quizá uno de los más importantes es el cambio de perspectiva de la gente hacia el cambio mental necesario para salvar al planeta, pues muchas personas no están dispuestas a cambiar sus ideas o acciones que afectan al planeta para lograr salvarlo de la manos de este tipo de organizaciones.

4 preguntas para Rentzhog:

¿En qué consiste el trabajo que realiza en We Don’t Have Time?

—We Don’t Have Time es la mayor plataforma mediática del mundo para la acción por el clima. Nuestro objetivo es inspirar y movilizar la acción global hacia un futuro próspero y libre de fósiles. Democratizamos el conocimiento sobre soluciones climáticas compartiéndolo y difundiéndolo gratuitamente a una audiencia global. También utilizamos nuestra gran red de empresas, organizaciones, científicos, responsables políticos, jóvenes y activistas para impulsar políticas climáticas más sólidas y basadas en la ciencia en todo el mundo.

¿Qué le llevó a fundar esta organización?

—Cuando tuve a mi primer hijo, empecé a pensar más en el mundo del mañana, el mundo que iban a heredar mis hijos, así que empecé a leer sobre la crisis climática. Al principio pensé: No puede ser tan grave. Si lo fuera, todo el mundo hablaría de ello y nuestros dirigentes concentrarían toda su energía en intentar resolver esta crisis. Pero a medida que profundizaba en el tema, me di cuenta de que era mucho peor de lo que pensaba y que seguía sin tomarse en serio. Me dejó perplejo. Y lo sigue estando.

Mi momento de claridad fue cuando Donald Trump fue elegido presidente de Estados Unidos. Fue entonces cuando me di cuenta de que nuestros líderes no iban a arreglar esto por nosotros. Así que vendí mi empresa del sector financiero y fundé We Don’t Have Time con mi colega David Olsson.

¿Cuáles son los principales retos de la lucha por salvar el planeta?

—Diría que el principal reto es el ingenioso y a menudo muy eficaz cabildeo de las empresas petroleras, del carbón y del gas y otros intereses de los combustibles fósiles. Tienen un largo historial de compra de políticos y de tergiversación de la agenda y la narrativa para adaptarlas a sus propósitos. Recientemente, sus métodos de presión se han vuelto aún más agresivos, y esto se debe a que saben que están librando su última batalla. Aunque estas empresas están obteniendo actualmente beneficios récord, sus días han terminado, y lo saben. Así que ahora están desesperadas por exprimir hasta el último dólar, sin importar el coste para todos los seres vivos.

Otra tendencia muy preocupante es el avance del movimiento político de extrema derecha que niega el clima en tantos países del mundo. Este tipo de fuerzas suelen cobrar impulso en tiempos de crisis e incertidumbre, y podemos verlo en todos los continentes, sobre todo en Europa. Hace apenas unos días, We Don’t Have Time publicó un borrador filtrado de la agenda estratégica de la UE para 2024-2029, que revelaba que la UE planea reducir drásticamente sus ambiciones climáticas en los próximos cinco años. Varios medios de comunicación se hicieron eco de la noticia, que era lo que esperábamos. Para nosotros es importante difundir este proceso y abrir un debate público antes de que se apruebe el borrador.

¿Cuáles son algunos de sus principales proyectos?

—Acabamos de lanzar nuestra campaña Move the Money, en colaboración con nuestro socio, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. El objetivo es cambiar las inversiones de combustibles fósiles a soluciones ecológicas. Hay quien sigue diciendo que no podemos permitirnos la transición ecológica, pero lo cierto es que ya tenemos todo el dinero que necesitamos.

La AIE calcula que necesitaremos invertir 4.5 billones de dólares anuales en energías limpias de aquí a 2030. Aunque pueda parecer una suma enorme, todos deberíamos tener en cuenta que los gobiernos del mundo subvencionan actualmente los combustibles fósiles con siete billones de dólares al año. Por no hablar de que las empresas de pensiones y otras instituciones financieras ya han invertido tres billones en combustibles fósiles.

Hasta ahora, empresas y particulares de 57 países se han adherido a nuestra campaña, comprometiéndose a mover 375 millones de dólares en inversiones. Es un buen comienzo.

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