La Alianza de Autismo de Puerto Rico reveló cifras alarmantes que reflejan un crecimiento exponencial en los casos de autismo en la isla, con un aumento del 66% en comparación con el año anterior. Según datos del 2020, uno de cada 36 niños es diagnosticado con autismo, lo que señala una crisis de salud pública que requiere atención inmediata.
La directora ejecutiva de la Alianza de Autismo de Puerto Rico, Joyce Dávila, destacó la necesidad de servicios de diagnóstico e intervención temprana, así como la regulación de terapias como la Applied Behavioral Analysis (ABA) o Análisis de Comportamiento Aplicado, recomendada para el tratamiento de este trastorno. Sin embargo, la falta de recursos adecuados para abordar estas necesidades ha generado una crisis en la disponibilidad de servicios.
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“Las familias que cuidan a personas con autismo en Puerto Rico, también se enfrentan a una escasez de servicios para sus hijos al llegar a la etapa de la adultez, lo que agrava la situación. Parte de la problemática es que no existe una transición efectiva entre el pediatra del niño con autismo y cuando éste ya requiere atención de un médico adulto, y las largas esperas que conllevan las citas médicas en Puerto Rico”, añadió Dávila.
El autismo, un trastorno del desarrollo neurológico, ha experimentado un crecimiento en los últimos 11 años escolares en Puerto Rico, convirtiéndose en la cuarta categoría de educación especial más alta que representa un 10.43% de la matrícula servida para el período 2022-2023.
Las leyes locales en Puerto Rico indican que todos los adultos pueden decidir por sí mismos, incluso aquellos con deficiencias en el desarrollo. Sin embargo, la organización asegura que no se ofrecen servicios adecuados para adultos con autismo cuando cumplan 21 años, lo que resalta una brecha en la atención y el apoyo necesarios para esta población vulnerable.
Los servicios interdisciplinarios de salud, programas diurnos y viviendas son vitales para satisfacer las necesidades de esta creciente población, que cada día requiere asistencia terapéutica y médica, especialmente debido a las comorbilidades asociadas con el autismo. En momentos de crisis, estos individuos no suelen ser admitidos en centros psiquiátricos porque el autismo no es una enfermedad psiquiátrica, lo que subraya la necesidad de personal adicional y especializado y cuidadores capacitados.
“Cada estadística representa familias que han tenido un cambio de estilo de vida con el autismo. Este es un llamado que nos compete a todos, desde los ciudadanos, entidades privadas y gobierno”, indicó la directora ejecutiva de la Alianza de Autismo de Puerto Rico..
“Hay familias viviendo una crisis diaria porque no tienen los recursos necesarios para brindar un mejor estilo de vida a su ser querido con autismo. Estamos llamados a comprometernos para cimentar un futuro con accesibilidad y mejores tratamientos, asegurando una mejor calidad de vida para cada niño o adulto con autismo”, concluyó.