Desde que Río de Janeiro declaró una emergencia de salud pública tras un brote de dengue el mes pasado, la ciudad ha aumentado la capacidad para realizar pruebas, abrió una decena de centros de salud para dengue y capacitó al personal médico para atender las crecientes necesidades de su población.
Pero en la ciudad hermana de esta urbe de Brasil, Niterói, al otro lado de la Bahía de Guanabara, es una situación completamente diferente. Con una población de medio millón de personas, Niterói ha tenido unos 403 casos de dengue en lo que va del año, y su incidencia per cápita es una de las menores del estado, con 69 casos confirmados por 100,00 habitantes.
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En comparación, la ciudad de Río tiene una incidencia de 700 casos por cada 100,000 personas, con más de 42,000 casos.
El virus del dengue se pasa entre los humanos por mosquitos infectados, pero un tipo de bacteria llamada Wolbachia puede interrumpir la transmisión de la enfermedad.
Funcionarios de salud señalaron que un programa piloto lanzado en Niterói en 2015, en el que los científicos criaron mosquitos portadores de la bacteria Wolbachia, ha ayudado a la ciudad en su lucha contra el dengue.
La estrategia que utiliza la Wolbachia fue promovida en la última década por la organización sin fines de lucro World Mosquito Program. Se probó por primera vez en Australia en 2011 y, desde entonces, el grupo ha realizado ensayos en más de una decena de países, incluido Brasil. La iniciativa ofrece una alternativa atractiva en un momento en que la agencia sanitaria de la ONU advierte de que los casos de dengue registrados en todo el mundo se han multiplicado por diez en la última generación.
En Niterói, el alcalde Axel Grael dijo que buscaba ayudar después de la epidemia de dengue de 2012, cuando funcionarios recibieron miles de notificaciones y una persona murió. La ciudad firmó una colaboración con el instituto estatal Fiocruz, el World Mosquito Program y el Ministerio de Salud, y los casos han ido bajando desde entonces.
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“Fue un momento de gran preocupación en el país y en Río”, recordó Grael en una entrevista el viernes con The Associated Press en Niterói. “Hoy, tras aplicar la técnica de Wolbachia, tenemos unos resultados mucho mejores”.
Los mosquitos transmiten el dengue a los humanos. Muchos infectados nunca desarrollan síntomas, pero otros tienen fiebre alta, dolores de cabeza, dolores corporales, náuseas y erupción cutánea. Aunque la mayoría mejora al cabo de una semana, algunos desarrollan una forma grave que requiere hospitalización y puede ser mortal.
Las frecuentes lluvias y las altas temperaturas, que aceleran la eclosión de los huevos de mosquito y el desarrollo de las larvas, hacen que la famosa y calurosa ciudad de Río sea especialmente susceptible. Cada dos años, los brotes se convierten en epidemias.
A pesar del bajo número de casos, la ciudad de Niterói, al igual que sus vecinas, sigue invirtiendo mucho en prevención. Todos los días, cientos de trabajadores de la salud de la ciudad son enviados a inspeccionar barrios, calles, tejados, zonas boscosas, pequeñas empresas y depósitos de chatarra para promover las mejores prácticas, sobre todo vigilando cualquier agua estancada donde los mosquitos puedan depositar sus huevos.
El viernes, bajo un calor abrasador, Augusto César, de 63 años, subió a la favela de Morro da Penha. Desde hace más de dos décadas, este agente municipal entra en las casas de los vecinos, trepa por los tejados, recoge la basura e inspecciona cada rincón de la favela en busca de agua estancada. Incluso el tapón de una botella de plástico, si se llena de agua de lluvia, puede convertirse en un criadero de larvas, explica.
“El mayor reto es el acceso”, dice César, con perlas de sudor resbalándole por la cara. Las favelas, a menudo construidas de manera informal, pueden ser difíciles de recorrer, como laberintos. Tras divisar un gran depósito de agua de plástico en un techo que le gustaría inspeccionar, César se abre paso por un callejón diminuto, apretujado entre dos muros de hormigón y ladrillos rojos, pero no consigue encontrar un camino hasta la azotea.
Más adelante, descubre otros dos depósitos de agua sin cerrar. Trepa por un muro y empieza a quitar las chapas sueltas que los cubren. Instala mosquiteras y sustituye las chapas. En un callejón a la sombra, levanta la parte superior de dos depósitos de agua, coge una linterna y revisa la superficie en busca de cualquier rastro de larvas de mosquito.
Según Luciano Moreira, investigador de Fiocruz, otro reto es la seguridad, ya que vastas zonas de la ciudad están controladas por narcotraficantes o milicias. Moreira dirige el proyecto Wolbachia en Brasil.
Según César y Moreira, decenas de municipios se han puesto en contacto con las autoridades nacionales y municipales, ansiosos por aplicar el método Wolbachia en su propio territorio. El Ministerio de Salud anunció a finales del año pasado planes para construir una gran fábrica de cría de mosquitos portadores de Wolbachia que, en los próximos 10 años, podrá producir 100 millones de huevos a la semana, diez veces la capacidad actual de Fiocruz.