RAFAH, Franja de Gaza (AP) — En las estrechas ranuras entre las tiendas de campaña que abarrotan casi cada centímetro de la ciudad de Rafah, en el sur de la Franja de Gaza, los palestinos se aferran a la vida en medio de la cruenta guerra con Israel.
Un niño descalzo lleva una cacerola en la cabeza y esboza una sonrisa. Otro carga con un bidón la mitad de grande que él lleno de agua. Varios hombres se sientan en mesas semivacías para vender productos enlatados. Un tapiz de ropas cuelga de cada tendedero.
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La vista de todo el mundo está puesta en Rafah, que en su día fue una ciudad tranquila junto a la frontera con Egipto y que ahora podría ser el próximo objetivo de Israel en su lucha contra Hamás.
Rafah ha crecido en tamaño en las últimas semanas. Cientos de miles de palestinos desplazados se han desplegado por la ciudad en tiendas de campaña o en las viviendas de amigos o familiares. Se estima que los 1,5 millones de personas que se refugian allí — más de la mitad de la población de Gaza — no tienen a dónde huir ante una ofensiva que ha arrasado grandes zonas del paisaje urbano en el resto del territorio.
Los funcionarios de Naciones Unidas advierten que un ataque contra Rafah sería catastrófico, con más de 600.000 menores en el terreno. Una ofensiva sobre la ciudad y sus inmediaciones podría causar también el colapso del sistema de ayuda humanitaria que trata de mantener vivos a los gazatíes. Los aliados occidentales de Israel también han expresado su preocupación.
Israel sostiene que debe tomar Rafah para garantizar la destrucción de Hamás y la liberación de los rehenes retenidos por los insurgentes.
La comida, como en toda la Franja, escasea. Una multitud se agolpa en torno a una panadería con la esperanza de conseguir unas cuantas pitas con las que alimentar a sus familias. Otros hornean las suyas en cocinas de barro con la harina que han podido conseguir. Un niño, sentado sobre los hombros de uno mayor, se deleita con el primer bocado del esponjoso pan.
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Las calles en las que no hay tiendas de campaña están atestadas de palestinos que luchan por mantener a sus familias.
El curso mundano de la vida continúa en algunos lugares. Un niño se corta el pelo. Una niña se pone un vestido rosa de flores que le queda grande. Una mujer y un niño evitan un enorme charco cerca de un grupo de tiendas.
Y en un instante surrealista de alegría, unos niños dan vueltas en una noria improvisada, que funciona manualmente, girando y girando mientras la guerra — que está ya en su quinto mes — sigue adelante.