Mexico quiere tener un almacén “con todas las medinas del mundo”, una especie de banco de medicamentos desde el que se pueda atender cualquier necesidad de forma rápida en cualquier punto de un país extenso (de casi 2 millones de km2) de complicada geografía, muy heterogéneo y donde existen problemas de abastecimiento de medicinas.
El presidente Andrés Manuel López Obrador se prepara para inaugurar el viernes la llamada “megafarmacia” que estará dirigido por un general, aunque no se sabe cómo.
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Para los expertos es un proyecto que se ha echado a andar sin planeación ni presupuesto y que plantea más dudas que soluciones.
De momento, tendrá una bodega de 40.000 metros cuadros que operará en el estado central de México, vecino a la capital mexicana, y será manejada por una empresa estatal al mando del proyecto Birmex, dirigida por un militar. La intención, según adelantó López Obrador, es que pueda abastecer a todos los hospitales y centros de salud del país en un plazo entre 24 a 48 horas con el fármaco que se necesite.
El mandatario indicó que Birmex contará con el apoyo de las fuerzas armadas para el transporte terrestre y aéreo de los medicamentos, pero no ofreció detalles.
México tiene un sistema de salud público muy fragmentado y desarticulado —varias entidades nacionales que dan servicio a poblaciones distintas más los servicios estatales— y en medio siempre ha habido un sistema de compra y distribución de medicamentos marcado por la corrupción, coinciden los expertos.
En 2019 el modelo de compra cambió. La Secretaría de Hacienda lo centralizó y se separó el proceso de distribución, antes coordinado por las farmacéuticas, y que quedó en manos del Estado.
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El objetivo: luchar contra la corrupción que muy pocos niegan. El resultado: el desabasto.
Según “Cero Desabasto”, conformado por distintos colectivos sociales mexicanos, las cifras de la falta de medicinas pasaron del millón y medio de recetas no surtidas de forma efectiva en 2019, a los 22 millones de 2021, aunque obviamente la pandemia fue un factor determinante, según expertos.
El acuerdo entre México y la ONU firmado en 2020 para que su oficina de servicios centralizara las compras, pagos y entrega de medicamentos en la capital fue muy elogiado. En 2022 hubo mejoras, pero el desabasto continuó: 12,5 millones de recetas no surtidas.
El mismo colectivo registró un aumento de 142% entre 2021 y 2022 en el número de alertas emitidas por autoridades federales relativas a la falsificación y adulteración de medicamentos.
Las razones de la falta de medicamentos varían según a quien se pregunte.
Según el presidente, las farmacéuticas que vieron cancelados sus contratos se vengaron boicoteando la entrega de medicinas muy específicas, como las oncológicas. Según el sector, hubo mala gestión pública que creó un “cuello de botella” en la distribución, en palabras de Rafael Gual, director de Cámara Nacional de la Industria Farmacéutica.
En medio, la población afectada, como los padres de niños con cáncer que, en varias ocasiones en los últimos años han salido a las calles para exigir soluciones a las autoridades.
El 2 de agosto el presidente informó por primera vez de su idea “para darle una salida definitiva al desabasto”: la farmacia “con todas, todas, todas las medicinas del mundo”.
Los expertos no se atreven a valorar una iniciativa cuyo detalle nadie conoce.
Mauricio Rodríguez, profesor de la facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México, enumera un sinfín de preguntas sin respuesta: ¿A quién va a surtir? ¿Tendrá insumos o solo medicamentos y ¿todos? ¿los de uso general? ¿Cómo se hará la distribución? ¿Camiones? ¿Avionetas? ¿En vehículos militares? ¿O se va a consolidar la entrega a los estados?”
“Es una locura”, resume Rodríguez. A su juicio, se corre el riesgo de duplicar la capacidad de almacenamiento de los sistemas de salud actuales, o de situar en un solo lugar demasiados insumos, con los peligros que puede suponer eso. Y, en su opinión, nada garantiza que con esta estrategia se acabe la corrupción.
Desde la industria, Gual recuerda que todo debe estar milimetradamente planificado para que funcione y tener muy claro la demanda a cubrir. Según explicó, se necesitan cuatro meses desde que se planea una compra hasta que este producto llega a un hospital porque hay que pedir el principio activo, que según Gual en el 85% de casos es importado; luego se fabrica y por último se distribuye.
Tanto Gual como Rodríguez coinciden en que Birmex —que tradicionalmente era fabricante de vacunas— no tiene capacidad ni presupuesto para ser distribuidor y aunque hizo ese trabajo durante la pandemia, una cosa es repartir un solo tipo de productos que mil.
El médico cirujano mexicano Xavier Tello, que publicó en el 2022 el libro “La Tragedia del Desabasto”, va más allá. Tello dijo a la AP que Birmex ni las fuerzas armadas han mostrado alguna experiencia para manejar algo tan complejo como lo es manejo y la distribución de medicamentos.
Desde la Organización Mundial de la Salud (OMS), el doctor José Moya, su representante en México, defiende que puede haber estrategias centralizadas de abastecimiento de medicinas, pero subraya que deben tener una cadena logística impecable con apropiado seguimiento para que sean eficaces porque no solo hay que almacenar en condiciones muy concretas los productos, sino que de deben tener movilidad, porque las medicinas caducan.
Y un ejemplo es el mega almacén de la OMS en Panamá, diseñado para enviar a los países de la región insumos básicos en caso de catástrofes naturales, brotes de dengue o epidemias respiratorias, por ejemplo.
“Si se está pensando en un almacén de esta naturaleza es porque hay una necesidad”, dijo. “Y eso tiene que estar bien organizado”.