El jefe de despacho de la Casa Blanca, Jeff Zients, escuchó recientemente a un poderoso senador demócrata decir que los altos niveles de migración en la frontera entre Estados Unidos y México se habían vuelto, en una palabra, insostenibles.
El senador por Illinois Dick Durbin había puesto su firma en una declaración que denunciaba “informes sobre cambios perjudiciales en nuestro sistema de asilo” que se estaban proponiendo como parte de un acuerdo fronterizo en el Capitolio. Sin embargo, Durbin, veterano de numerosos enfrentamientos sobre la cuestión migratoria, también había recibido información preocupante de agentes fronterizos y había visto de primera mano cómo el creciente número de solicitantes de asilo había abrumado los recursos de su estado de la región centro-norte de Estados Unidos.
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Por eso, cuando Zients llamó a Durbin un fin de semana de este mes para que le informara qué tal marchaban las conversaciones fronterizas en curso, el senador fue sincero.
“Le dije que pensaba que la situación actual es insostenible, y que los demócratas necesitan ser parte de la solución”, dijo Durbin. El principal asesor del presidente Joe Biden indicó que la Casa Blanca pensaba lo mismo, y le enfatizó a Durbin que “tenemos que dialogar con los republicanos y ver si hay algún punto en común”, según el relato del senador.
Esa conversación entre Zients y Durbin es sólo una de las varias llamadas que el jefe de despacho de la Casa Blanca ha estado haciendo a legisladores clave en los últimos días, lo que subraya cómo altos funcionarios del gobierno de Biden han incrementado considerablemente su implicación con el Capitolio, en un momento en que el desenlace de la petición del mandatario para efectuar gastos de emergencia en favor de Ucrania sigue estando en la cuerda floja.
El secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, junto con altos funcionarios de la Casa Blanca y del Departamento de Seguridad Nacional, han pasado horas a puerta cerrada regateando sobre los pormenores de la política de inmigración junto a senadores que intentan llegar a un acuerdo sobre la situación en la frontera. El propio Zients asistió a una de esas reuniones en el Capitolio la semana pasada, reiterando a los negociadores la petición de Biden de encontrar una solución.
Y el jefe de despacho de la Casa Blanca ha hablado regularmente con el senador James Lankford, el principal negociador del Partido Republicano. Es un nivel de participación que ha animado a los republicanos, los cuales habían presionado a Biden para que se involucrara más.
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Los republicanos, que controlan la Cámara de Representantes y pueden bloquear la legislación en el Senado, dicen que no es posible llegar a un acuerdo sin una participación destacada de la Casa Blanca. La implicación activa de los asesores de Biden en las conversaciones envía un mensaje —sobre todo a los recelosos legisladores demócratas— de que el presidente está dispuesto a llegar a un acuerdo fronterizo que podría incomodar a algunos miembros de su propio partido.
Y cualquier acuerdo que se alcance sobre la frontera también podría ayudar a hacer frente a un gran escollo político para Biden en sus intentos por obtener la reelección, sobre todo si la mayor participación de la Casa Blanca ayuda al público a ver al presidente como alguien que busca una solución a la creciente presencia de migrantes en la frontera.
“Creo que un cambio importante es que ahora tenemos a todas las entidades en la mesa”, dijo la senadora independiente Kyrsten Sinema, una de las legisladoras que negocia un acuerdo fronterizo desde hace semanas. “La Casa Blanca participa en estas negociaciones colaborando plenamente, y eso es importante. Muestra un nivel de seriedad e intención de resolver esta crisis”.
Otra razón importante por la que la Casa Blanca y los altos funcionarios del gobierno se han involucrado tan directamente es la enorme complejidad de la ley de inmigración y el papel central del Departamento de Seguridad Nacional en la aplicación de cualquier restricción que escriba el Congreso.
Sin embargo, ésta no ha sido la estrategia de la Casa Blanca desde el principio.
Una vez que quedó claro que los republicanos del Congreso exigirían concesiones políticas a cambio de liberar miles de millones en ayuda adicional para Ucrania, la Casa Blanca se mantuvo intencionalmente al margen de las negociaciones, repitiendo su estrategia anterior de dejar que los legisladores legislen, lo que había llevado a que varias de las prioridades de Biden se convirtieran en leyes. Aunque los funcionarios del gobierno estaban al tanto de lo que se estaba discutiendo, le delegaron el asunto a los senadores que encabezaban las conversaciones: Lankford, Sinema y el senador demócrata Chris Murphy.
Esa dinámica cambió este mes. Mayorkas ha sido una presencia constante en las negociaciones, junto con la directora de asuntos legislativos de la Casa Blanca, Shuwanza Goff, y Natalie Quillian, jefa adjunta de despacho de la Casa Blanca, que ha incluido el tema migratorio en sus labores. Ellas, junto con los senadores y otros asesores de alto nivel, han negociado durante horas cada día, y continuaron haciéndolo en el Capitolio durante todo el fin de semana.
Afuera de la sala de negociaciones, Zients ha hablado regularmente con el líder de la mayoría del Senado, el demócrata Chuck Schumer, y con los demás negociadores. Cuando el jefe de despacho se ha entrevistado con Lankford, le ha instado a él y a otros republicanos a continuar con las negociaciones fronterizas porque la ayuda a Ucrania es vital, según un funcionario del gobierno.
“No podemos concluir ningún tipo de acuerdo hasta que la Casa Blanca participe realmente”, dijo Lankford, quien subrayó que contar con los asesores de Biden en la reunión ha sido de ayuda. “Hay muchos demócratas del Senado que se preguntan: ‘¿Qué piensa la Casa Blanca de esto?’ Es razonable que se lo pregunten. No se puede responder hasta que ellos estén realmente allí”.
Lo que está en juego en las negociaciones —que se llevan a cabo en una sala de la segunda planta del Capitolio, cerca del despacho de Schumer— es enorme para la Casa Blanca y para el legado de Biden en política exterior. Entrelazados con las conversaciones fronterizas no sólo están los fondos adicionales para Ucrania, sino también para Israel, que se encuentra enfrascado en una violenta guerra en Gaza desde que Hamás matara a más de 1.200 israelíes en un ataque el 7 de octubre.
Biden y los asesores de la Casa Blanca han advertido en repetidas ocasiones, en tono alarmante, sobre las consecuencias de dejar que se agoten los fondos para Ucrania. El presidente dijo este mes que “cualquier interrupción en nuestra capacidad de suministrar ayuda a Ucrania refuerza claramente la posición de Putin”, y funcionarios del gobierno han subrayado que el dinero para ayudar a Kiev se agotará a finales de año.
Sin embargo, a otros demócratas y defensores de los derechos de los migrantes les preocupa que la desesperación de Biden por obtener ayuda para Ucrania haga que la Casa Blanca acepte políticas de línea dura que restrinjan las vías de asilo, que de otro modo no apoyaría. Y en los asesores presidenciales de alto rango ha recaído la tarea de capear la ira de los legisladores molestos. Zients y Mayorkas hablaron el sábado con miembros de la bancada hispana del Congreso, y varios demócratas plantearon su preocupación por las conversaciones fronterizas en curso.
“Creo que a veces existe la idea, porque muchos senadores se convierten en presidentes, de que la Casa Blanca y el Senado podrían llegar a un acuerdo y de alguna manera atascar a la Cámara de Representantes”, dijo el representante demócrata Ro Khanna, un progresista destacado, en el programa “Fox News Sunday”. “Pero la cámara baja sigue siendo la casa del pueblo, y vamos a dar nuestra opinión. Tenemos que participar”.
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El periodista de The Associated Press Stephen Groves contribuyó a este despacho.