Las urnas cerraron hoy en Chile y arrancó el conteo para saber si los 15 millones de chilenos que estaban convocados aprobaron o rechazaron la nueva propuesta constitucional, de corte conservador, con la que buscan reemplazar a la Carta Magna vigente desde la dictadura.
“Se cierra mesa 231″, “242 se cierra, se cierra”, corearon a gritos a las seis de la tarde, hora local, los vocales de mesa avisando con tres últimos llamados a los rezagados en el Liceo de Aplicación del centro de Santiago.
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El ambiente electoral dejaba una sensación de que no solo se cerraban las más de 39,300 mesas de votación, sino el “proceso constituyente”, como dijo horas antes la vocera del gobierno, Camila Vallejo.
Tanto si se impone la opción “a favor” y entra en vigor el nuevo texto como si se rechaza y se mantiene la Constitución vigente desde la dictadura de Augusto Pinochet, la intención del gobierno de Gabriel Boric, en los dos años de mandato restantes, es no volver a impulsar un tercer intento.
El nuevo texto, redactado por una mayoría de constituyentes de la derecha y ultraderecha, es más conservador que el que pretende sustituir tanto en lo moral como en lo económico, ya que profundizaría en los principios del libre mercado, reduciría la intervención del Estado y podría limitar algunos derechos, como los reproductivos.
La votación se producía en medio de un hastío generalizado de la ciudadanía y un año después de que los chilenos rechazaran con un 62% de los votos otro proyecto, entonces redactado por una constituyente con mayoría de izquierdas, que muchos calificaron como una de las iniciativas constitucionales más progresistas del mundo.
Por este motivo no dejaba de ser paradójico que fuera la izquierda y el oficialismo la que promoviera mantener vigente la Constitución legada por Pinochet (1973-1990), que ha sido reformada hasta en 70 ocasiones.
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“Prefiero algo malo a algo pésimo”, dijo después de votar a primera hora la expresidenta Michelle Bachelet que hizo campaña por el “En Contra” y la defensa de los derechos de las mujeres.
En cambio, el también exmandatario Sebastián Piñera, el conservador en cuyo gobierno tuvo lugar el estallido social de 2019 que provocó el inicio de este proceso constitucional, pedía cerrar cuatro años de “sacrificios” e “incertidumbres” para tener “una constitución aprobada en plena democracia, que nos dé la estabilidad, la unidad, la proyección que Chile necesita”.
Boric votaba un poco más tarde desde su natal Magallanes, en la Patagonia chilena.
Hace cuatro años miles de chilenos tomaron las calles para demandar mejores pensiones, salud, y educación y acabar con las desigualdades. Estas fueron unas protestas sin precedentes en la historia del país sudamericano considerado una de las democracias más estables de la región.
Ahora, después de reiteradas citas electorales que conllevaron virajes de un extremo a otro del espectro político y del fracaso de todos los sectores políticos en buscar propuestas de consenso, los chilenos sólo quieren cerrar el tema sea como sea. No se esperaban protestas ante ninguno de los resultados.
“Todo el proceso en sí ha sido una pérdida de recursos para el Estado... una burla”, lamentó Johanna Anríquez, una funcionaria de 38, que votó en contra de la propuesta por considerarla “muy extremista”.
“Quedémosnos con lo que está y por favor, dedíquense a trabajar en la seguridad” que es lo que más preocupa a los ciudadanos, pidió a los políticos.
La nueva propuesta constitucional plantea que Chile es un Estado social y democrático que “promueve el desarrollo progresivo de los derechos sociales” a través de instituciones públicas y privadas. Sus detractores afirman que, aunque haya libertad de elección en salud, educación o pensiones, sólo podrán escoger quienes tengan poder adquisitivo.
Los colectivos feministas temen que el cambio de redacción de la nueva propuesta para proteger la vida “de quien” está por nacer podría allanar el camino para derogar el aborto en las tres causales aprobadas en 2017 (violación, riesgo de la vida de la madre o inviabilidad del feto). Además, denuncian retrocesos en materias de servicios sociales o participación política.
Fernando Escudero, un jubilado de 77 años, también se quejaba de que el texto declare al agua “un bien de consumo” y no un derecho humano en un país con una fuerte crisis hídrica. “Leí el texto completo, es muy malo, aunque el texto anterior también era muy malo pero tenía cosas rescatables”.
La iniciativa también contiene elementos polémicos en temas como la inmigración al consagrar la expulsión de inmigrantes irregulares “lo antes posible”, la objeción de conciencia de instituciones, el derecho de huelga o la exención tributaria del pago de contribuciones de la primera vivienda. Asimismo, el que puedan ser beneficiados con prisión domiciliaria por edad o enfermedad condenados por graves violaciones de derechos humanos.
Para algunas familias votar en el Estadio Nacional de chile, uno de los mayores centros de detención después del golpe de estado de 1973, “es una revancha” de la democracia sobre la dictadura, dijo la diseñadora Valeria Salzmann, de 44 años.
Y para Jaime Fones, 87, un exmaratonista y ex marino mercante y que tuvo que salir exiliado tras el golpe, se mezclan los recuerdos de cuando entrenaba aquí con los de “la matanza salvaje que hicieron” los militares, dijo desde su silla de ruedas confiado en que no se apruebe la nueva propuesta.
Muy distinto piensa César Campos, un taxista de 70 años, que esperaba la victoria del voto ‘A favor’ porque con la izquierda “no hay inversión, no hay productividad, como se ha visto en Argentina” y la nueva Constitución lo garantiza. “Con la derecha el país camina”, sentenció.
“Boric quiere a todos iguales. “Por que el que estudia o trabaja toda la vida tiene que compartir eso ?”, agregó tras criticar la poca formalidad del presidente que en lugar de andar en coche va en bicicleta .
Aunque las últimas encuestas daban una ventaja al rechazo al texto, el domingo había incertidumbre por el alto número de indecisos o con opinión cambiante.
La peruana de 72 años, María Caballero, una empleada doméstica con casi tres décadas en el país, dijo no haber decidido el voto mientras hacía fila para sufragar.
Claudio Morales, un mecánico de 28 años que dijo haber votado en el pasado al ultraconservador Partido Revolucionario y apoyar algunas medidas como un control migratorio, señaló que esta vez no siguió la línea de ese grupo. Rechazó las dos propuestas constitucionales porque, en su opinión, “Chile en leyes no está mal, el problema es ocupar las que tenemos, aplicarlas”.
Se imponga el resultado o no el oficialismo no tendrá mucho que celebrar ya que la ciudadanía se mantiene muy crítica por la creciente inseguridad, que se ha duplicado aunque Chile sigue estando a la cola en criminalidad en la región, y con casos de corrupción vinculados, los más recientes, a uno de los partidos de la coalición oficialista.