Shireen Quaizar estaba atormentada por las dudas. Durante años, la psicóloga escolar ha participado activamente en el diálogo interreligioso entre musulmanas y judías, pero la guerra entre Israel y Hamás la dejó dubitativa.
“¿Qué hacemos hablando entre nosotras?”, recordó pensar, frustrada por una conversación sobre el número exacto de palestinos muertos en un ataque aéreo israelí. “Esto no funciona”.
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Pero decidió luchar contra esa idea y abordar las difíciles discusiones una vez más. Más tarde, Quaizar, quien es musulmana, se reunió con mujeres como Aviva Seltzer, hija de un rabino y directora de una escuela judía, quien fue criada con la creencia de que “si Israel no existiera, todos estaríamos muertos”.
Las dos se habían reunido para una conferencia en New Brunswick, Nueva Jersey, convocada por la Sisterhood of Salaam Shalom (Sororidad de Salaam Shalom), una organización que busca generar confianza y amistad entre mujeres musulmanas y judías.
Estas conversaciones se vuelven cada vez más difíciles, a medida que la guerra y sus repercusiones polarizadoras en Estados Unidos ponen a prueba y tensan las relaciones interreligiosas. Para muchos, las pérdidas son demasiado personales y las emociones están demasiado a flor de piel.
La violencia más reciente, provocada por el ataque de Hamás contra Israel el 7 de octubre, lleva a algunos a cuestionar el sentido de estas conversaciones —y cómo sostenerlas— mientras fortalece la determinación de otros de seguir adelante.
“Somos muy valientes, tú y yo, porque no dejamos de hablar”, le dijo Seltzer a Quaizar. “En el momento en que dejemos de hablar, no hay esperanza”.
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Quaizar asintió y respondió: “Estamos haciendo el trabajo más difícil en este momento”.
En el evento, la cofundadora de la sororidad, Atiya Aftab, musulmana, dijo a los participantes que simplemente presentarse allí era un logro. Junto a ella, Roberta Elliott, judía y presidenta de la organización sin fines de lucro, expresó que no habría podido superar las semanas pasadas “sin mis hermanas musulmanas”.
Han visto crecer los desafíos.
Hay “todas estas barreras ahora en la mesa”, dijo Aftab en una entrevista.
Se le pregunta por qué ella misma no se marcha.
“A veces parece infranqueable tener conversaciones con personas que tienen un punto de vista diametralmente diferente”, dijo Aftab. “La fe es lo que me mantiene allí, y la esperanza”.
Parte de la dificultad de discutir la guerra quedó subrayada en las respuestas ante el llamado público previo de la organización a un alto el fuego. Elliott dijo que algunas mujeres judías hubieran preferido que el grupo abogara por una pausa humanitaria.
Más recientemente, también estallaron debates acalorados sobre cómo llamar la acción militar de Israel. Las tensiones se desataron en los grupos de WhatsApp de las miembros.
“Hemos tenido que recordar a la gente que deben dar un paso atrás, que deben respirar hondo”, dijo Elliott. No obstante, agregó, “esto es para lo que nos hemos estado preparando ... para tratar de consolarnos mutuamente y tratar de lograr algo juntas”.
Pero en el contexto israelí-palestino, algunos críticos dicen que muchos esfuerzos interreligiosos se quedan cortos. Los detractores argumentan que centrarse en las relaciones entre musulmanes y judíos también corre el riesgo de reducir el conflicto a la religión inadvertidamente, ignorando todos los factores que hay en juego o pasando por alto la diversidad de las comunidades, incluidos los palestinos no musulmanes y los judíos que apoyan la causa palestina.
Aftab dijo que adentrarse en áreas de desacuerdo, especialmente después de establecer confianza, es necesario para lograr interacciones significativas.
“Este no es un conflicto religioso, pero este conflicto a veces está arropado en la religión”, agregó. “Creo que nuestros grupos religiosos pueden inspirarnos a hacer lo correcto, a remediar los errores, a defender la justicia y a defender la vida”.
Andrea Hodos, directora asociada de NewGround, otra asociación musulmana-judía con sede en Los Ángeles, dijo que la religión “no representa todo el rompecabezas”, sino que es una pieza de este y que ayudar a la gente a comprender estas cosas es importante.
Algunos, añadió, dicen: “¿Cómo pueden solo hablar en este momento? La gente está muriendo”. Pero “si no hacemos nuestro trabajo para ayudar a la gente a verse unos a otros, todos permaneceremos en nuestros silos y eso, de hecho, lo hace más peligroso”.
Para algunos es difícil que el grupo no adopte ciertas posturas, dijo Hodos, quien es judía, y agregó que la acción política no es su función.
“Tratamos de que las personas que tienen diferencias de opinión sean capaces de escucharse unas a otras”. De esa manera, cuando abogan, pueden considerar más perspectivas y tener compasión por su lado y por el otro, explicó.
El Kaufman Interfaith Institute (Instituto Interreligioso Kaufman) celebró una reunión que destacó los desafíos por venir, dijo Fred Stella, quien es miembro del consejo asesor de la organización.
“La gente buscaba declaraciones de nuestra parte”, expuso. “La pregunta es: ¿cómo respondes a algo como esto sin ofender a una de las partes o sin solo decir clichés prácticamente sin importancia?”.
Su grupo se ha centrado principalmente en luchar contra el odio antisemita y antimusulmán, que ha aumentado durante la guerra. “La única cosa que creo que podemos hacer en la comunidad interreligiosa ... es seguir recordándole a la gente nuestra humanidad compartida”.
Los defensores interreligiosos dicen que también han visto cómo vínculos —viejos y nuevos— se fomentan.
“Incluso cuando las personas están en profundo desacuerdo, hay mucha buena voluntad e intentos por acercarse”, manifestó Hodos. “No todos pueden hacerlo. Algunos de los grupos simplemente han estado ... muy callados y creo que la gente, por ahora, se ha alejado de la mesa”.
Otros son nuevos. En Teaneck, Nueva Jersey, dos estudiantes de secundaria y amigas —Rawda Elbatrawish, quien es musulmana, y Liora Pelavin, quien es judía— dijeron que organizaron eventos para conversar y educar sobre el conflicto.
Querían que los asistentes se sintieran cómodos con sentirse incómodos. “El único objetivo ... era entender realmente la otra perspectiva y por qué alguien cree lo que cree”, dijo Elbatrawish, quien nació en Egipto.
Pelavin, quien tiene familiares en las Fuerzas de Defensa de Israel y una madre rabina que ha estado involucrada con organizaciones de derechos humanos, refirió que algunos participantes elogiaron la importancia de los eventos interreligiosos y las conexiones más profundas de las conversaciones en persona.
Ella y Elbatrawish “provenimos de perspectivas diferentes”, explicó, pero ambas quieren un alto al fuego.
En la conferencia de la sororidad, Quaizar dijo que comunicarse con miembros que son judías la ha ayudado con su enojo. Está bien, dijo, “que me lamente por mi pueblo, así como por la gente del lado judío”.
Pero recordó que le fue difícil en cierto momento antes de la conferencia permanecer en ese diálogo. Luego asistió a una reunión local de la sororidad, sintiéndose agitada. Todas lloraron, refirió. Eso le dio esperanza. “No lloraban por judíos o musulmanes o israelíes o palestinos; lloraban por las personas que están sufriendo”.
Al margen de la conferencia, Quaizar le dijo a Seltzer: “Tengo una forma de hablar sin filtros”, pero sin pretender herir.
Seltzer la tranquilizó: “Hablas sin filtros; así que es así como llegamos al meollo”.
Seltzer encontró el evento revelador.
“Varias de las oradoras dijeron que se pueden tener dos sentimientos en el corazón al mismo tiempo”, reportó. “No sabía que podía hacer eso”.
Continuar con las pláticas, dijo, era crucial.
“Quieres paz, quieres a tu familia, quieres tu hogar, quieres que tus hijos crezcan felices, igual que yo”.
Al final del día, las dos mujeres se abrazaron fuertemente.
“La gente está enojada y la gente siente dolor, y eso da vueltas y vueltas. ... Tenemos que encontrar una manera de detenerlo”, dijo Seltzer. “O no quedará nada para nuestros hijos”.